Un intenso dolor en el pecho me hizo quejarme, me llevé las manos al mismo y me retorcí sobre la silla, dolía demasiado, no lo podía soportar. Mi madre soltó el plato y corrió a mi, me hizo algunas preguntas con desespero pero no fui capaz de contestarle. El mareo, una sudoración repentina y el aumento de dolor en el pecho, también incluído mi brazo izquierdo, la espalda y la cabeza me comenzaron a paralizar, estaba perdiendo la razón en cuestiones de nada.
Y de repente todo se detuvo, mi corazón se quedó quieto, no más dolor, ya no era capaz de nada y me había quedado claro cual era la razón.
¡Había muerto!.
Una sensación de paz se había apoderado de mi, no escuchaba, no veía, no olía, ¿La verdad?, no sentía nada, solo oscuridad y silencio.
Así estuve sin saber cuánto tiempo, pero un milagro ocurrió y cogí un largo suspiro, como dándole a mi cuerpo todo el oxígeno que había dejado de recibir, abrí los ojos y me senté de golpe. Vi a mi novio con lágrimas en los ojos sentado en una esquina del piso, mi padre consolando a mi madre cerca de un puerta que había y todos lloraban, aún no sé habían percatado de mi presencia.
Llamé a mi madre, luego a mi padre y por último a mi novio, pero, ninguno respondió, ni siquiera levantaron la mirada. Me levanté y al poner los pies descalzos en el piso casi me caigo, me sentí ligera, como si hubiera perdido la mitad de mi peso.
Fui hacia mi madre y le puse una mano en el hombro para que me notara y pasó de ella, atravesó su cuerpo como si ella no fuera nada, o más bien, yo no era nada. ¿Cómo era posible que esto pasara, si estaba aquí de pie, respirando y hablando?, pero lo dudé, me giré hacia la cama donde hacía un instante estaba acostada, y ahí estaba yo, acostada, con los ojos cerrados, tapada hasta el cuello. Tampoco estaba en el restaurante comiendo aquella exquisita carne, ahora estaba en otro lugar, habían más camillas y los que debían ser otros cuerpos tapados completamente, examiné el lugar y justo arriba de la puerta ví un cartel, ahí fue cuando lo comprendí todo.
Estaba en la morgue, que horror. No lo podía creer, yo me sentía viva.
Trate de todas las formas posibles tocar a mis padres, le grité a mi novio para que me escuchara, pero todo fue en vano. No sabía que hacer. Me dejé caer de rodillas al ver que todos mis intentos eran fallidos, ni siquiera el impacto con el duro piso me dolía.
Unos minutos más tarde llegaron dos señores de blanco que parecían trabajar aquí y uno le pidió a mi familia que saliera que debían comenzar a trabajar con los cadáveres.
Me fui tras ellos para no ver lo que estos harían con mi cuerpo, sería en vano que intentara impedirlo ya que nunca me verían. Nunca imaginé que después de morir seguiría en la tierra, así, sin nadie con quién comunicarme, lo extraño era que no habían más como yo, esos cuerpos estaban ahí y no vi sus almas en ninguna parte. Solo era yo.
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Una semana después estaba sentada en mi cuarto, viendo cómo mi madre se deshacía de mis cosas, decía que verlas le daría mucho dolor, mi padre no estaba de acuerdo por lo que tuvieron una fuerte discusión y se marchó.
Todo esto era demasiado para mi y me marché, caminé la ciudad por media hora, necesitaba alejarme de todos, no ver a nadie, solo quería silencio y lo peor era que estaba en una ciudad demasiado transitada, entré a uno de los inmensos edificios, al ver una pareja entrar al ascensor corrí y subí con ellos.
Al detenerse este artefacto para que la pareja bajara hice lo mismo, después me quedé parada en medio del pasillo mientras los enamorados se alejaban para entrar a una de las habitaciones.
Ya que nadie me vería decidí entrar habitación por habitación a ver cual estaba vacía y así poder descansar de todo, de que no me vean, de que no me escuchen, de estar muerta, y de seguir aquí y no irme como los demás muertos a donde sea que van después de morir.
Tres habitaciones había recorrido ya, pero en todas habían personas. Por lo menos podía atravesar las puertas, aunque las paredes no. Pero me facilitaba las cosas. Entré a la cuarta habitación y al revisar el cuarto me percaté de que estaba vacío. Estaba la cama hecha como si alguien fuera a dormir ya. Me acosté y me puse a buscar en mi mente, pero nunca había escuchado un caso como el mío.
- Hey, ¿Qué haces en mi cuarto? - un chico salía de un puerta que debía ser el baño, me sorprendió al hablar - responde, no me digas que estás sorda.
Miré hacia todos lados en el cuarto y no había nadie más, lo miré nuevamente pero la mirada estaba clavada en mi y el ceño fruncido.
- ¿Me hablas a mí? - le pregunté, pues no era posible que me viera, yo estaba muerta.
- ¿Ves a alguien más aquí dentro, porque yo solo te veo a ti invadiendo mi privacidad - estaba tan estupefacta que no reaccioné - ¿Te has quedado sin palabras?
- Es que no es posible - me puse de pie con torpeza y lo miré a los ojos - ¡No puedes verme!
- ¿Estás loca o que? -me miró con mala cara - más te vale que me des una buena explicación o voy a llamar a seguridad
- Yo estoy muerta - le solté - por eso te dije que no es posible que me veas.
Soltó una carcajada y se acercó a la cama para sentarse.
_ ¿A si?, no me digas que estoy hablando con un fantasma _ rodó los ojos y me examinó con la mirada mientras yo permanecía de pie y algo tímida por la extraña situación _ ¿Empieza diciéndome que haces aquí?
Le expliqué todo lo que me había sucedido y él solo se burló.
_ ¿No sé te ocurrió algo más? , una excusa más creíble, algo como : _ pensó por un segundo _ como que me viste en la calle y quedaste encantada conmigo, fue amor a primera vista y por eso me seguiste hasta aquí _ dijo lo que seguro le pasaba a cada chica que lo veía _ eso sí te lo hubiera creído.
Para que viera que no mentía me le acerqué, estiré una de mis manos y la llevé a su rostro, la pasé por su mejilla y di un salto por el susto.