Esta historia comienza como bien se sabe en un día en específico. Uno en el que cada cien años el tiempo se detiene en el ciclo mundano, ese el cual es conocido por muchos como aquella delgada línea en la que en cualquier momento se podía otorgar como quitar la vida.
Ningún humano se ha podido explicar, hasta la fecha, a que se debía que pasara ese suceso una vez cada centenario, estos solo se basaban en la misma leyenda que crearon acerca de que tanto como la Vida como su amiga (aunque algunos solían considerarla su amante), la mismísima muerte se dedicaban juntas todo un día para verse y comentar sus arduas labores, realmente todo eso que interpretaban era hecho por mucha especulación que tenían ante el misterio mismo que este representaba.
Incluso, algunos sin saberlo se han topado con ellos en persona cuando los han visto tener esa charla en su propio dialecto.
Sin embargo, no estamos aquí para hablar de como los humanos creen en ellos, sino más bien en ese día en específico que se volvieron a reunir en el principio y el fin.
La muerte como era habitual nunca llegaba tarde a sus compromisos, ella siempre era puntual a la hora de cumplir con lo planeado. Tomando la apariencia de un hombre bastante mayor logró pasar desapercibido a la espera de su acompañante. Al ver que este aún no había llegado prosiguió a sentarse en una banca cercana a su punto se encuentro.
Estando a la esperaba veía a la gente pasar, y todo aquel que se cruzaba por el trayecto (incluido los animales, mejor dicho, toda especie) apresuraba su pasó al sentir esa aura pesimista, de la cual preferían no importunar porque sentían que podría su robar almas. Cosa que era chistosa para él, ya que, no se daban de que sí era lo que pensaban.
Esa fue la situación por unos minutos, hasta que la vida decidió aparecer.
Ella llegó con una apariencia de una mujer esbelta. Lucía alrededor de unos veinticinco años que irradiaba alegría que, si bien a mucho podía cautivar, eso no emocionaba a la muerte, de hecho, con todo el esplendor que irradiaba su invitada terminó sacudiéndose un poco de esa esencia que difundía para no contagiarse.
—Perdona el retraso, tuve que terminar algunas de mis labores que no podían esperar hasta mañana —se disculpó la vida apenada ante su compañero y amigo—. Surgió algo de último minuto, nada grave.
—No te preocupes, lo importantes es que estás aquí —mencionó el roba almas—. Por favor, siéntate.
La vida hizo caso a la orden.
—Es bueno verte después de tanto tiempo, usted sigue luciendo igual de amargado que siempre —halagó la creadora de la existencia—. ¿Qué tal las cosas por tu lado?
—Lo que todos saben desde que estamos en este negocio: ir con mi amada hoz a robar las almas de quien esté en mi lista y llevarla a mi reino. Estoy algo sobrepoblado y agotado, pero, en conclusión, nada nuevo —respondió Muerte con fastidio en su voz— ¿Y tú?
—¡Me alegra que preguntes! —exclamó atrayendo más miradas de los que pasaban por su radiante personalidad—. Los humanos este último período han tenido más ganas de vivir que en esta década que pasó. Debo aclarar que eso ha sido un avance, aunque no totalmente —terminó comentando con sus emociones mezcladas sin darse cuenta de que se contradecía.
—¿A qué te refieres? —enarcó una ceja ante su cambio de humor. Estaba pensando que su aura sombría estaba siendo más potente y que esta estaba estropeando la esencia de su amiga—. Eso es bueno, ¿no?
—Muerte, sabes que detesto no causar la misma emoción que tú —confesó con honestidad—. Como mencioné: la esperanza de vida aumentó, pero la balanza sigue desequilibrada —le respondió haciéndole comprender, mas no dijo nada del asunto—Olvídalo, no importa. Por lo tanto, retomando a lo que te decía, sigo con hacer nacer nuevos seres vivos, cedo mi energía y fuerza a todo el que lo necesite. Así como tú: lo mismo de aquí a cada rincón.
—Sabes, ahora que mencionaste eso de que estamos un poco desequilibrados en nuestras propias tareas desde el origen mismo, debo hacerte hincapié ante el pacto que hicimos de reunimos cada centuria siempre hablamos de lo mismo una y otra vez —le expresó la Muerte—. Ya veo porqué hasta los humanos juegan con nuestro trabajo de adelantar la vida o la muerte, ellos también solo buscan la emoción con todo esto de las guerras, las enfermedades, los sucesos extraños…
—Nunca faltan tus comentarios sarcásticos —comentó entre risas la mujer de vestimentas alegres—. Sin embargo, tienes razón, pero ¿de qué más podemos hablar? —le interrogó acomodando su apariencia al darse cuenta de que su imagen se arrugaba por su misma euforia—. Este es el único momento en el que podemos "descansar” de la misma rutina como si nada, y eso que para ellos es raro cuando este tiempo se detiene por una vez en un largo tiempo.
—Puede que sí, no obstante, siempre hay algo nuevo que contar—opinó Muerte al respecto—. Bueno, eso es lo que últimamente dicen los humanos.
Eso había dejado a Vida impresionada. Jamás había pensado que a la mismísima Muerte les prestaba atención a los humanos, aquellos seres que suelen desperdiciar su existencia de las peores maneras conocidas.
Su fiel compañero se dio cuenta de lo que causó su comentario.
—Vida, no te sorprendas. Puede que ellos acaben con todo lo bello de este mundo, pero algunos tratan de evitarlo —aclaró el de aspecto mayor—. Son unos seres totalmente hipócritas, pero curiosos entre sí.
#1691 en Otros
#324 en Relatos cortos
#1117 en Fantasía
#664 en Personajes sobrenaturales
Editado: 01.11.2025