—Mamá, no puedo creer que hayas tocado la puerta de mi vecina para conocerla.
—¿Y qué tiene de malo? Quería saber si era bonita y amable —dice, encogiéndose de hombros—. Y déjame decirte que es ambas cosas.
Ruedo los ojos, pero no digo nada más. Feline quiere correr colina abajo, pero le chisto para que se calme y empieza a caminar a mi lado. Mi madre le da mimos de vez en cuando y le habla como si de un bebé se tratase.
—Debemos volver, chicas. Tengo que prepararme para ir a trabajar.
Mi madre suspira, pero asiente con la cabeza. Sé que quiere volver a convencerme para que deje el pub y vuelva a estudiar, pero la verdad es que a estas alturas lo más probable es que deba empezar la carrera de cero. Claro está que estudio lo más que puedo para mantener fresco en mi memoria todo lo que aprendí y con ayuda —mejor dicho: supervisión— de Tom he podido atender algunos casos en el refugio de los cuales he aprendido mucho.
—Hijo, mira…
—Mamá, ya hemos hablado de esto. Vamos a pagar esa deuda y retomaré la carrera, sea desde donde la dejé o desde el principio —la interrumpo y ella niega, suspirando.
—No es sobre eso que quiero aconsejarte —aclara y yo me enderezo en mi lugar, frunciendo el ceño—. Sé por qué no te llevas bien con la vecina nueva, Luca. Es por el perro, ¿cierto?
—No es por el perro, es por cómo lo obtuvo —le recuerdo, alzando una ceja y ladeando la cabeza.
—Cariño, mira, que sí: hay personas a las que hay que hablarles fuertes para que sepan que están haciendo mal, pero hay otras… como parece ser Martina, que no saben que están haciendo mal hasta que alguien se los señala. Ella ya tiene el perro y lo ama, lo cuida muy bien. ¿Qué pretendes que haga? ¿Qué lo eche a la calle y venga a adoptar un perro en el refugio?
—Por supuesto que no, mamá, pero ¡es sentido común! Las mascotas no se compran, es como ¡comprar un hijo!
—No puedes decir eso cuando existe el vientre de alquiler.
—Eso es inhumano y lo sabes —le recuerdo y ella se encoge de hombros—. Pagarle a una mujer para que pase por un proceso biológico agotador y doloroso no es normal. Sé que hay parejas que no pueden tener hijos, pero existen otros métodos. ¡Tantos niños en orfanatos buscando por un hogar, por ejemplo!
—El punto es que, si echas a las personas fuera de tu vida ¿cómo van a aprender del mensaje que quieres enviar? ¿Acaso no quieres que más personas adopten? ¿Cómo lo harás si ni siquiera las dejas entrar? Estás desperdiciando ese lindo corazón que tienes, Luca. Estás solo y me duele verte así. Tu hermano y yo no vamos a estar para siempre, él va a hacer su familia en algún momento y yo envejeceré y moriré. ¿Qué sobre ti? Incluso Feline se irá algún día y el siguiente perro que tengas, y el siguiente. ¿Qué hay sobre tener amigos? ¿Una compañera de vida? ¿Amor?
Desvío la mirada y aprieto la mandíbula, sacudiendo la cabeza.
—Estoy mejor solo, mamá. Te tengo a ti, a Feline y a Xander, mientras así sea los disfrutaré. Mientras más personas dejas entrar, a más personas tendrás que decirle adiós en algún momento. De una forma u otra, siempre terminaré siendo abandonado.
Quiero golpearme por sentir ese nudo en la garganta que me quiebra la voz, pero finjo que eso no sucedió. Le hago un gesto con la correa a Feline y seguimos el recorrido, mi madre en un silencio que se me hace pesado.
—Solo… sé amable con Martina, le vendría bien tener amigos y tú eres su vecino. Son contemporáneos, sus mascotas se llevan bien y están organizando un evento juntos. Baja un poco la guardia, ¿sí? Por favor, estaré más tranquila —me pide una vez estamos frente al edificio—. Es una buena muchacha, créeme que lo sé.
—Solo hablaste con ella como diez minutos, mamá.
—Y así de convencida estoy —me asegura, llevando una mano a mi mejilla y me sonríe—. Cuídate mucho, hijo. Por favor, visítanos. Tu hermano seguro te extraña.
—Está bien, mamá. Sacaré tiempo para ello —le prometo, tomando la mano que tiene en mi mejilla para besar sus nudillos—. Nos vemos, te quiero mucho.
—Y yo a ti, querido —expresa, abrazándome y luego se acuclilla para estar a la altura de Feline—. Y a ti también, princesa hermosa. Sí, sí. También te quiero.
Ver como Feline alegra la vida de cualquier persona y las atrae con amor siempre pone una sonrisa en mi cara. Es como un ángel de cuatro patas y una cola que parece más un limpiaparabrisas de tanto que la menea de lado a lado. Es inevitable sentirse triste, frustrado o solo con una compañera como ella.
No obstante, a veces sí me siento así. Aunque le diga a mi mamá que todo está bien, la verdad es que… no lo está del todo.
«Gracias a Dios por las mascotas».
***
No voy a negar que estuve gran parte de la tarde esperando por su mensaje, pero si alguien si quiera se atreve a preguntarme lo negaré hasta la muerte. Ya me toca ir a trabajar, así que hoy no será que converse con Martina.
De todos modos, no importa. Capaz cambie de idea y termine guardándome mis disculpas, porque todavía no me convenzo de que tengo que disculparme por algo.
«Se lo prometiste a mamá», me recuerda una voz en mi cabeza que extrañamente suena como mi hermano.