Entre ladridos y prejuicios

12. Luca.

Abro la puerta y el sonido de una campanilla resuena por todo el lugar. Mi hermano voltea a verme y alza las cejas, sorprendido.

—Ey, Luca. ¿Y eso que nos complaces con tu grata presencia? —bromea, saliendo del área de caja para acercarse a saludarme.

Yo ruedo los ojos.

—Mamá dijo que me extrañabas —respondo, sonriendo con burla.

—Yo no dije eso. ¡Mamá! —grita, volteando hacia el segundo piso de la librería, donde se asoma nuestra progenitora y se apoya de la barandilla. Sonríe al verme—. ¡Creí haberte dicho que eso era entre tú y yo!

—¿Qué cosa? —pregunta ella, ladeando la cabeza.

—¡Ah! Olvídalo —dice, haciéndole una seña con la mano. Me mira y yo no puedo evitar sonreír con suficiencia—. En fin, mamá me dijo que tienes a una chica atractiva viviendo junto a ti. Que está bastante buena.

—Dudo que mi madre haya dicho eso.

—No, pero esperaba que lo negaras y no lo hiciste —dice, palmeando mi hombro—. Así que… ¿sí está buena?

No sé por qué se me viene a la mente la imagen de Martina bajándose el dobladillo del vestido y sus piernas bronceadas o el día que la vi trotar colina abajo con su perro la vez pasada.

—¿Estás recordándola, cierto? ¡Sí, lo estás! —exclama Xander y yo siento que vuelvo a tierra de sopetón, por lo que sacudo mi cabeza—. Así ha de estar que te tiene tan embobado.

—No me tiene de ninguna forma, idiota. Es linda, pero tiene la misma personalidad que una Barbie —respondo—. ¿Qué hay de ti? Mamá dijo que pronto ibas a formar una familia y bla, bla, bla.

—¿Cómo que pronto? ¿Acaso me va a casar con alguien y no me he enterado? ¡Si estoy más solo que perro callejero! Apenas y salgo de la librería para dormir, no tengo tiempo para nada más.

—¿Y cómo va eso? —pregunto, bajando la voz.

Él se rasca la nuca y hace una mueca. Con eso me da toda la respuesta que necesitaba.

—Todavía se debe mucho dinero, pero he ido abonando lo más que podemos. Necesitamos hacer algo urgente por esta librería. No nos van a dar más plazo.

—Necesitamos un milagro para vender y poder pagar lo que debemos.

—Tú no debes nada, Luca. Yo lo debo, ya hemos hablado de esto antes —me dice—. Deberías terminar tus estudios.

—Y yo ya te he dicho que los ayudaré. La universidad va a seguir ahí cuando logremos pagar la deuda, la librería puede que no si no los ayudo. Sabes que, aunque es poco lo que puedo darles, lo necesitas.

—Eres terco como él, ¿lo sabes?

—No me compares —le advierto, mirándolo con toda la dureza que puedo y él suspira.

—Ese rencor no te va a llevar a ningún lado, Luca —me recuerda, palmeando mi hombro.

—¿Acaso ya lo perdonaste? —le pregunto, casi ofendido.

—Por supuesto que no, pero no toma toda mi energía como parece ser tu caso. Simplemente me toca hacerme cargo de su mierda y seguir con mi vida —responde, encogiéndose de hombros—. A mí, Luca. Soy el mayor.

—Por ser el mayor no tienes que cargar con todo tú solo —le digo y le entrego un sobre con el dinero de mis propinas—. Ser guapo tiene sus ventajas.

—Ya —resopla—. Si el más guapo de los dos soy yo.

—¡Con esa cabeza rapada perdiste encanto! —bromeo, acariciándole la cabeza y él se ríe, aceptando el sobre—. Espero les sea de ayuda.

—Lo es y lo sabes —me dice, despeinándome los rizos—. Tal vez sí debería dejarme crecer el cabello de nuevo.

—Luca, querido. —Mi madre aparece y Xander es rápido para ocultar el sobre bajo su chaqueta en su espalda—. ¿Te vas a quedar a comer con nosotros?

—Sí, tengo tiempo antes de ir a trabajar —respondo, una sonrisa tensa abriéndose paso en mi rostro.

—¿Y qué hay sobre Martina? ¿Hablaste con ella?

—Sí, mamá —respondo, rodando los ojos y siguiéndola hasta el área de comedor que tiene la librería. Xander se ríe detrás de mí—. Todo está bien, lo prometo.

***

El sábado llega y es hora verme con mi querida vecina para planificar más cosas en cuanto a la caminata de mascotas. Antes de que toque la puerta, Feline ya está allí meneando la cola y respiro hondo para armarme de valor.

Una vez la escucho tocar el timbre, abro y la dejo pasar junto a su peluche con patas. «Que le digo así de cariño, ¡no porque tenga algo en contra! Además… ¿Por qué huele mejor que yo?».

Me doy cuenta de que está vestida con ropa de deporte y lleva una cola recogiendo su cabello.

—Hola —saluda, dejando a Armani en el suelo y luego se sienta ella para dejarse besar y mimar por Feline—. Hola, preciosa. ¿Me extrañaste? ¿Sí? Parece que sí. Sí, yo también te extrañé.

Cierro la puerta, fingiendo que no quiero sonreír por la escena frente a mí y le tiendo la mano para que se levante. La acepta y queda a mi altura, pero Feline la empuja y lleva su mano a mi pecho cuando trastabilla. Dejo de respirar en cuanto su nariz roza la mía y con esta cercanía me doy cuenta de los increíbles ojos que tiene: son verdes, sí, con destellos ambarinos. Es como si el sol se posara en un árbol a punto de secarse por el otoño, pero brillan con mucha más intensidad.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.