Kirsten me recibe con un abrazo maternal en la entrada del refugio. Parece un poco aliviada de verme, pero a veces suele pasar porque cuida a más de treinta perros al día.
—Qué bueno que viniste porque entre Tom, Kaitlyn y yo no vamos a poder bañar a todos los perros —dice y yo hago una mueca—. A mi esposo se le ocurrió la maravillosa idea de jugar con la manguera y los perros, así que ya te imaginarás cómo están. ¡Hasta yo tengo lodo en las orejas!
No puedo evitar reírme y ella me golpea con suavidad el hombro a modo de “reproche”, pero termina riéndose conmigo de todas formas. Una vez llegamos al área de baño y cuidado, abro los ojos con desmesura al ver la cantidad de agua sucia que hay por todas partes.
—Voy a ir limpiando el suelo y las paredes, mientras encárgate de bañar a Sandy —me ordena y yo miro a la perra mestiza de pastor alemán que tiene dos años.
Está sucia hasta los dientes y yo respiro hondo antes de ponerme manos a la obra.
—Vamos, Percy. Vamos a darnos un baño —escucho una voz a mi espalda—. ¡Oh! Luca, ¡qué bueno que viniste! Todavía nos quedan como unos quince perros que bañar.
—¿Tom se puso a jugar con todos?
—Fue una locura, pero también fue lindo verlos ser perros —responde ella, alzando a Percy, un mestizo de pelo negro y ojos azules, sobre la bañera y une las correas para que no se salga de lugar.
Yo la imito, en mi bañera con Sandy.
—Debió ser muy increíble —concuerdo y sonrío—. Vamos, Sandy. Te vas a portar bien, ¿cierto? —agrego, abriendo la manguera para mojarla y quitarle lo más posible el lodo del cuerpo.
Ella responde sacudiéndose y yo suelto la manguera, cubriéndome el rostro. Aunque es muy tarde, ya estoy sucio por completo y Kaitlyn se ríe de mí.
—Ya veo que no —murmuro y sacudo mi cabello antes de tomar de nuevo la manguera y volver a mojarla.
Tom se une a los pocos minutos, con un perro un poco más grande. Charlamos un rato, siendo bañados por nuestros clientes perrunos cada vez que se sacuden y con Kirsten enjuagando el suelo y las paredes cada cierto tiempo.
—¿Cómo te va con la caminata de mascotas? —pregunta mi vecina.
—Bien, Martina ha tenido muchas ideas y he tenido que frenarla porque si no… —respondo y alzo las cejas, cosa que la hace reír—. Es bastante creativa y tuvo ideas con las que no estaba muy de acuerdo, pero logramos llegar a un punto medio.
—Ya muero por ver lo que harán. Mi stand de pasteles formará parte de la caminata este año —me explica y de reojo noto que se encoge de hombros—. Renuncié a la pastelería. Era eso o dejar de estudiar y no me puedo permitir eso, así que busqué un trabajo más sencillo y menos exigente. Ahora soy mesera.
—No, Kait. Trabajas de mesera, pero eres una pastelera. No olvides eso —le digo y ella me mira, brindándome una sonrisa.
—Como tú, ¿cierto, muchacho? —pregunta Tom y yo lo miro, frunciendo el ceño—. Trabajas de bartender, pero eres un estudiante de veterinaria.
—Bueno, llevo más trabajando como bartender que estudiando. Así que no es mi caso —respondo, encogiéndome de hombros.
—La verdadera pregunta es: ¿no vas a retomarlo? —esta vez es Kaitlyn quien pregunta—. Porque si vas a retomarlo, sea en un par de años más o mañana, sí es tu caso, Luc.
No digo nada más y me dedico a limpiar bien a Sandy. Luego la alzo en brazos y murmuro:
—La llevaré a secar.
No me hace falta verles la cara para saber que se están mirando con pesar entre ellos. Una vez subo a Sandy a la mesa de metal y le ajusto la correa allí, busco la sopladora canina y empiezo a secarle el pelo mientras la peino.
A mi mente solo viene el recuerdo de mi padre dejándonos, con maletas en mano y sin mirar atrás. Sin importarle que lo necesitaríamos, que lo queríamos…
Que era mi héroe.
Me tomo mi tiempo dejando lista a Sandy, asegurándome de limpiarle bien los oídos y cepillarle los dientes. La dejo entrar en su cubículo y le doy un poco más de mimos antes de buscar al siguiente peludito sucio.
***
«Necesito un baño urgente», pienso, mirándome la ropa. Voy a tener que volver al edificio luciendo como un indigente, pero agradezco por lo menos no haber venido en carro porque si no lo estaría ensuciando ahora mismo.
—Espera, ¡Luca!
Detengo mis pasos y me giro, encontrándome con Kaitlyn y Kirsten. Es entonces cuando recuerdo que tenía que hablar con la dueña del refugio sobre la caminata de mascotas.
—¿Ya te vas? —me pregunta una vez me acerco a ellas.
—Sí, pero tengo que hablar con Kirst.
—Oh, vale. Los dejo entonces, te espero y nos vamos juntos. Si te parece… —ofrece mi vecina y yo le doy un asentimiento con la cabeza—. ¡Adiós, Kirst!
—¡Nos vemos, Kait! —se despide la mayor y luego me mira—. ¿Sobre qué quieres hablar, querido?
—Tengo una propuesta para ti. Se le ocurrió a… mi vecina, para mi pesar —le comento y ruedo los ojos—. Es un poco superficial y molesta, pero esta vez tengo que cederle que ha sido bastante noble de su parte el proponer que tengamos una jornada de adopción en la caminata. Quiere hacerle una red social al evento para atraer la mayor cantidad posible, así que esperemos y todos sean adoptados. Si se unen, claro. ¿Te parece buena idea?