Entre ladridos y prejuicios

17. Martina.

Una vez Armani está listo, pasamos de nuevo por la clínica. Kirsten me lo entrega muy, muy guapo y no puedo evitar tomarle fotos y videos, incluso con ella. Luego los mencionaré en mis redes sociales, porque son muy buenos en lo que hacen y es una linda forma de agradecerles.

Nos invita a su consultorio y nos pide que nos sentemos frente a ella. Le entrega una galleta apta para perros a Armani y una a Feline, que también recibió un baño y la dejaron preciosa. De todas formas, es de pelo corto y no requiere de mucho.

—Marty, me comentó Luca que quieres tener un stand para adopción en la caminata. La harás más pública con las redes sociales, ¿cierto?

—Sí, eso planeo —respondo, acariciando a mi perro y sonriendo—. Y si no es problema, quisiera grabar contenido en el refugio para animar a las personas a adoptar. Como le dije a Luca, quiero hacer lo máximo posible para que todos consigan una familia.

—Eso es un poco difícil, tomando en cuenta que hay alrededor de treinta perros y algunos ya están en la edad adulta —dice y suspira—. No lo digo porque soy pesimista, sino porque necesito que sepas que esta es la realidad y no quiero que te sientas mal si quedan unos cuantos perros sin adoptar.

—Si no los adoptan, seguiremos usando las redes de la caminata para ayudarlos a conseguir hogar. ¿Ustedes tienen redes sociales?

—Sí, pero la llevo yo con lo que puedo. No soy muy buena con ello, pero lo hago de corazón —dice—. Si quieres ser voluntaria en nuestro refugio, puedes encargarte de esa área.

—Me encantaría, pero me gusta la planificación y tengo que organizarme primero —comento y ella afirma con la cabeza, sonriendo—. Trataré de ir a la fundación esta semana, pero en caso de que esté muy ocupada le pediré el favor a Kait o a Luca de que graben algunas cosas para el contenido de la caminata, ¿vale?

—Me parece bien. Espero que puedas venir —dice Kirst—. Y siéntete libre de traer a Armani, nuestros perros son muy tranquilos y amigables.

—Por supuesto —respondo, sonriendo.

***

—Marty, reunión de emergencia —me dice uno de mis compañeros, entrando a lo que hoy he considerado mi oficina: un cubículo con pizarras acrílicas alrededor y un dispensador de golosinas.

La tentación de comerme un chocolate ha estado latente, pero he soportado como toda una guerrera al recordar lo horrible que fue mi última migraña. Así que he estado comiendo Doritos y gomitas.

—Oh, vamos entonces —digo, tomando mi iPad por si necesito anotar algo—. ¿Qué será?

—No tengo ni idea, pero no he visto a Helen venir hoy —me explica.

Helen es la jefa del área de marketing.

Entramos a la sala de reunión y noto que en la pantalla hay una sala de Zoom abierta, por lo que también son parte de la reunión los trabajadores remotos. Jenn luce un poco ansiosa, pero respira hondo antes de comenzar.

—Lamentablemente, me vi en la obligación de hacer esta reunión de emergencia por un motivo bastante preocupante. Helen Prescott renunció esta mañana por un mejor trabajo en Escocia. Sin anuncio previo, sin ayudarnos a buscar su suplente —explica—. Y ahora nos ha dejado no solo sin una guía para los community managers, social media managers y más, sino con sus clientes ahora sin atender —agrega.

Escucho algunos murmullos e intercambio miradas con algunos compañeros.

—Compañeros, entiendo que puedan conseguir mejores trabajos y que quieran crecer, pero les suplico que sean profesionales a la hora de renunciar y lo anuncien con al menos quince días de antelación. Especialmente, que nos ayuden a preparar a la persona que va a ocupar su puesto, porque ahora tengo que correr yo a hacer entrevistas y buscar la forma de atender estos clientes que son sumamente importantes.

Me atrevo a alzar la mano y Jenn me mira por unos segundos antes de cederme la palabra.

—¿Cuántas cuentas llevaba Helen? —pregunto.

—Llevaba tres empresas grandes e importantes, junto con Keira y Logan —explica—. Y dos más pequeñas, pero fieles. Llevan tiempo con nosotros.

—Creo que las tres empresas grandes las puedo manejar con Keira y Logan, las otras dos las puedes reasignar —me ofrezco, encogiéndome de hombros—. Por supuesto, no dejaré mis cuentas atrás. Seguro que, si me organizo muy bien, puedo llevarlas. Hasta que consigas a alguien que ocupe el puesto de jefa de marketing.

—¡Perfecto! Precisamente esto era lo que quería: que ofrecieran soluciones. Me parece bien, Marty. De todas formas, puedes apoyarte de otros compañeros para llevar tus cuentas, pero las empresas grandes son prioridad. Les enviaré un correo con todos los detalles a todos. Fin de la reunión. Lindo día.

Me levanto de mi puesto con mis cosas y una mano me sujeta con suavidad del hombro. Se trata de Logan, él es social media manager y está enfocado en la generación de leads si no recuerdo mal.

—Hola, Martina ¿cierto? —se presenta y yo afirmo con la cabeza, sonriendo—. Un gusto conocerte. ¿Cuántas cuentas llevas?

—Llevo dos cuentas, pero es porque me encargo de la estrategia, la interacción y las métricas —le explico—. Por eso me ofrecí, porque soy la que menos cuentas llevo del equipo si no me equivoco.




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