Unos lengüetazos en la cara me despiertan. Me estiro en la cama y con la mano aparto lo que sea que me esté lamiendo, pero sigue insistiendo. Restriego mis ojos antes de abrirlos y bostezo, encontrándome con Armani sentado sobre mi pecho y se abalanza de nuevo a lamerme.
No puedo evitar reírme y me enderezo en mi lugar, dándole mimos.
—Gracias por acordarte —murmuro y él me ladra en respuesta.
Miro a mi alrededor y suspiro. Es mi primer cumpleaños que despierto sola, sin que Patty me despierte a medianoche con un panecillo y una vela que soplar, sin mis padres entrando más tarde cantando las mañanitas y una torre de panqueques con miel en las manos.
Es mi primer cumpleaños lejos de casa.
Mis ojos se llenan de lágrimas, pero no las dejo escapar. Sorbo por la nariz y me restriego el rostro con las manos antes de levantarme y enfrentar el día. Por la hora en mi reloj, todavía falta para vernos en la colina. Apenas son las diez de la mañana.
Mis redes sociales y mis mensajes están a reventar de felicitaciones, pero prefiero revisarlas en la noche antes de dormir o si no me abrumaré. Una vez estoy aseada, salgo de mi habitación a la sala y abro la nevera, pensando qué puedo comer.
Unos toques en la puerta me impiden mi tarea de preparar el desayuno. Frunzo el ceño y miro a Armani, quien menea la cola y corre a detenerse frente a la puerta. Camino hacia el lugar y la abro, pero antes de poder darme cuenta de quién es, una perra con manchas y de seguramente quince kilos se me abalanza encima para lamerme la cara.
—Feline, no. Compórtate, chica.
No puedo evitar reírme y le doy mimos para que se tranquilice. Miro a mi vecino y luego a la bandeja de comida y cafés que tiene en la mano.
—Hola, cumpleañera —saluda, entrando a mi apartamento.
Lo miro un poco atónita, mientras Feline se va a jugar con Armani y él se sienta cerca de la barra. Cierro la puerta y parpadeo con lentitud antes de caminar hacia Luca.
—A esta hora sueles estar durmiendo —le digo, ladeando la cabeza.
—El hambre me despertó. Luego recordé que una de mis cosas favoritas en el mundo, cuando cumplo años, es no tener que preparar mi propio desayuno y compré algo para los dos. ¿Te molesta? —pregunta y yo sonrío, negando con la cabeza—. Todo libre de nueces y chocolate.
Hago un ligero puchero, pero me atrevo a abrir la bolsa de comida y se me hace agua la boca al ver un açaí bol y un sándwich de pollo empanizado y vegetales.
—Huele muy rico —admito—. Gracias.
—No hay de qué. Come que tengo un lugar que mostrarte —me dice.
—¿Ah, sí? ¿A dónde vamos?
—Es sorpresa. Anda, come. No diré absolutamente nada —me asegura, tomando su comida: un desayuno típico inglés.
Mientras comemos, le voy contando cosas sobre mi trabajo. He estado muy ocupada estos últimos días y no he podido sacar tiempo para ir al refugio, pero quiero hacerlo así que esta semana que viene debo ir sí o sí.
—Ahora que lo pienso, ¿siempre quisiste ser bartender? —pregunto y él traga saliva con dificultad.
Oh ¿será un tema difícil?
—No, no siempre quise serlo —responde—. Tengo la certificación porque pensé que era genial saber preparar tragos. No suelo ser el alma de la fiesta, como sabrás, así que pensé que eso podría al menos ayudarme a hacer amigos en… la universidad.
—Ya, entiendo. ¿Y qué estudiaste?
—Veterinaria —responde y carraspea antes de seguir—: Nunca pude terminarla, pero planeo retomar más adelante.
—Bueno, cualquier cosa que necesites puedes contar conmigo, Luca. Sé que solo somos vecinos y que no quieres que seamos amigos, pero… de mi parte sí quiero estar para ti, ¿bien? —le digo, llevando mi mano a la suya y le doy un ligero apretón—. Así sea que solo quieras desahogarte.
—Gracias, Marty. Lo tendré en cuenta.
Alzo las cejas y él lo nota, cosa que me hace reír.
—¿Qué sucede?
—Nada, me dijiste Marty en vez de muñequita. Me sorprendió, eso fue todo.
Él rueda los ojos, pero veo que sonríe.
—¿Tú cómo te sientes? —pregunta—. Es tu primer cumpleaños lejos de México y de tu familia.
Dejo la cucharilla en el plato y respiro hondo antes de contestar:
—No voy a negarte que me siento un poco nostálgica. A esta hora estaría tan llena de abrazos y regalos de mi familia que se sintió un poco raro despertar sola —admito y me restriego el rostro—. Ya terminé aquí, así que iré a arreglarme, ¿vale? Dame quince minutos.
—Bien, pero no te tardes. Tenemos el tiempo ajustado si quieres ir a la colina —me dice y yo le saco la lengua—. ¡No te tardes, Martina! ¡Hablo en serio!
Me doy una ducha rápida, sin mojarme el cabello. Me visto con un top bandeau blanco ajustado, un pantalón de pierna ancha del mismo color y una camisa extra grande de rayas celestes y blancas. Me maquillo lo más simple que puedo, dejando que sea el delineado café y mi lip combo de color vino lo que destaque.