Entre las cenizas

CAPITULO 3

Estábamos solos, mis damas ya se habían ido a dormir esta aleja la botella de vino, había bebido lo suficiente para sentirme aturdida, este me sirve agua bastante helada para que se me pase, mientras aleja todos los papeles, se sienta delante mío, parece preocupado, se acerca a mí mientras alejo la cara, no quería tenerlo cerca, ni siquiera lo soportaba en este momento. 

—Mi padre me dijo que aceptaste casarte conmigo — Por eso había venido, meneo el agua, mientras me trae recuerdos, me rio mirándolo. 

—Acepté por que el prometió ayudarme con el banco — No sabía si debía de decirle todo, el solamente me toma la mano para ponerme un anillo, unas lágrimas caen —. ¿Por qué no me dijiste? 

—Sofía, quería protegerte... Te juro que trate de hacerlo, de ir en contra, pero en cuanto más lo hacía más condenaba a Victoria. Ella no tiene la culpa de lo que paso — Él sonreía cuando la mencionaba, lo tomo de las manos. 

—¿Te enamoraste de Victoria? — Este me mira a los ojos, como si acaba de revelar algo tan misterioso para el —. Te enamoraste de ella.... 

Lloraba mientras pedía que me explicará, me faltaba el aire, me sentía demasiado mal, este se acerca para abrazarme. 

—Sofía, déjame explicarte — Me pide, pero lo aparto, lo golpeo mientas lloro provocando que me aferre a él, no entendía que era lo que había hecho mal —. No estoy enamorado de ella, escúchame por favor. 

—Estuve contigo en todo momento, te salve un millón de veces, desde los 16 estoy enamorada de ti, y cuando por fin pensé que me correspondías te enamoraste de otra chica.  

—No tuve opción ella será mi esposa — Me dice ya exaltado —. Te juro que trate de ir en contra, pero tienes que mirarla, ella estuvo conmigo cuando tú no estabas.  

—Yo siempre estuve aquí, me dijiste que me quedará aquí tu hablarías con tu padre, seguí lo que me pediste — Le reprocho. 

—Jamás me haces caso y allí si fuiste muy obediente — Estaba molesto, se levanta. 

—Por que confiaba en ti — Eso sale como un grito del corazón, comienzo a llorar aún más fuerte tomándome a mí misma.  

Nos quedamos en silencio, este se sienta mientras me miro el anillo, era una Zirconita color morada, era el anillo que el emperador le dio a la mamá de él, yo solo puedo mirarlo. 

—Me casaré contigo solamente por que tu padre me lo pidió... — Le digo limpiándome la cara, todo el alcohol se había ido con mis lágrimas, no sabía si eso era posible. 

—Lo siento tanto... — Me dice levantándose para irse —. Te puedo jurar ante nuestro dios que te amo, pero el casarme con Victoria es la manera de mantener al estado. Aún no es tarde para irte con Ethan, creo que vive en las afueras, lo último que escuche es que estaba por casarse. 

Me obligo a ignorarlo mientras me apoyo en la mesa a seguir llorando, me dolía todo, mi mano lucia una hermosa piedra, pero no tenía al chico, tenía que obligarme a olvidarme de él, tenía que obligarme pues por voluntad propia era imposible, lloro hasta que no me quedan más lágrimas, hasta que solo quedaban bufidos, y las mucamas entran para limpiar todo, estaba amaneciendo, y con ello, solo quedaba dormir... 

Las semanas pasaron y con ello mi resignación mis padres se preocuparon al ver que los maestros de economía y de derecho volvían a darme clases, mi padre lo suponía pues el banco poco a poco comenzó a recuperarse de su mala racha y un contador de la provincia japonesa solicito el empleo que me había estado ocupando, mi cabello se estaba cayendo a puños, por lo que las mucamas se las ingeniaban con millones de estilos, y mientras tanto yo iba perdiendo mi brillo. 

Hoy era el día en el que nos presentarían a Victoria y a mí como prometidas, desde muy temprano asistí al palacio real para ser arreglada, habían escogido un vestido rojo a juego con sus altezas, no me sentía emocionada, me sentía condenada, respiro hondo entre cada cepillada de cabello, aprieto mis manos para calmar la ansiedad. 

—¿Los labios de qué color irán? — Pregunta una mucama mientras saca varios colores. 

—Ponlos rojos — Digo señalando el labial. 

—Su majestad, no podemos pues al besar a su alteza real lo manchará — Me dice apenada. 

—No tengo intención de besarlo — Le hago señas a Emily, quien le quita los labiales para poner, comienza a hacerlo con mucho cuidado, pues un paso en falso arruinaría todo el maquillaje una vez listo, me miro al espejo, sin duda me miraba más madura, más diferente, salgo de la habitación para encontrarme con ella frente a frente. A pesar de tener la misma tonalidad de vestido, ella sin duda se miraba preciosa, los colores fuertes la resaltaban, era muy bella, tenía una pequeña corona a diferencia de mí que no portaba nada, le doy una pequeña reverencia que ella se apresura a corresponder. 

—Dios llene de salud a la futura emperatriz — Le digo sonriendo, Sebastián aparece para evitar que ella me corresponda, sus ojos la miran con admiración, de pronto tenía frio. 

—¿Están listas? — Pregunta mientras asiento, ella toma su brazo para caminar mientras me resigno a ir detrás de él, el pasa primero, Victoria es llamada, pero parece quedarse congelada, no responde a que su dama la llama.  

—No puedo hacerlo... Y si me equivoco — Pregunta ella, mirando a su dama. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.