Entre las cenizas

CAPITULO 4

Desde la guerra había tenido ciertos traumas con no tener nada para protegerme, el recuerdo de todo me atormentaba todas las noches, que no desaprovechaba cada oportunidad que tuviera para esconder entre mis prendas pequeñas armas de defensa como lo eran navajas y este caso una daga, mamá lo llamaba paranoia yo lo llamaba un recurso para sobrevivir.

Lo apunto con esta, mi mano firme, no temblaba a pesar del miedo que me invadía.

—Alteza — Dice mientras se acerca, pero lo hago con ambas manos, mostrando mi decisión de lastimarlo si me hacía algo. Caleb alzó ambas manos, en modo de mostrarme que no tenía nada, pero su cara era el vivo retrato de las personas que me hirieron, a la luz de la luna, sus rasgos se potenciaban mientras más me aterraba —. Princesa...

—Mi padre no me pediría con que lo viera a través de usted, se lo pediría a mi dama o de lo contrario a uno de sus vasallos, pero jamás a alguien que acaba de conocer, ni mucho menos a alguien que su familia me torturo — Digo mientras este solo me mira de manera seria, pone sus manos sobre su cabeza.

—Mi lady, yo jamás me atrevería a hacerle daño, y si le mentí fue porque en su rostro había incomodidad al estar cerca del príncipe — Me dice sus palabras me decían que le creyera, pero la razón me invitaba a desconfiar. No debía de caer otra vez —. El barón Alexander me lo pidió.

—Mentira, él vendría si fuera así — Alzo la voz, estaba al borde de colapsar por los nervios.

—Sofía — Me dice Alexander desde la espalda, no le despego la vista ni un segundo, le mantengo la mirada, mientras él mira a este —. Baja la daga.

—Él trató de llevarme lejos... — Le digo mientras mis manos comenzaban a temblar, Raquel se acerca a mí, mientras me pone su mano en la mía tomando la daga.

—Tranquila... Sofía... Michael lo mando... — Su confesión hace que pierda la concentración, quien era Michael, bajó el arma, mientras ella la aleja de mí —. Tranquila... Alexander si entendió la llamada de auxilio que le diste.

Ahora recordaba, Michael era el verdadero nombre de Alexander, Raquel me abraza mientras me ayuda a calmarme, comienzo a respirar con facilidad ya estaba bien, ahora estaba bien. Ella pone mi arma nuevamente en mis prendas, mientras miro a Caleb. Esta seguía con las manos en la cabeza.

—Lo siento — Le digo, pero él sonríe bajando sus manos para mostrarme sus bolsillos, él no tenía nada con que atacarme.

—No te preocupes — Me dice él, mientras uno de los criados se acerca, vuelve a poner sus cosas en su lugar, detrás de él viene Sebastián.

—¿Qué es esto? — Pregunta mientras Raquel agacha la cabeza, ella no podía tenerla levantada a pesar de estar casada con un noble.

—Me siento mal — Le digo acercándome a él, guardando bien la daga.

—Mi padre ocupa hablar contigo — Este me toma la mano, mientras no aparta la mirada de Caleb, pasa su mano a cintura, mientras caminamos juntos. Ambos en silencio ninguno de los 2 se atrevía a hablar, cuando las personas no nos miraban este se aleja —. Sofía… ¿Por qué demonios siento una navaja en tu ropa?

—Es para protegerme en caso de que la necesitará — Le digo sacándola para guardarla entre la crinolina del vestido, este solo se voltea para no verme, me abre la puerta mientras nuestros padres están sentados lado a lado, esperándonos.

Mi padre lucía un gran mechón canoso que cada vez que lo veía parecía crecer, en el sentido que cuando una flor llega a su máximo esplendor lo único que queda es marchitarse, me siento en el sillón, mientras Sebastián se excusa con el hecho de que no quería dejar a Victoria sola, y mi padre, pues por que el emperador se lo pidió, besa mi frente, para irse a la fiesta.

Nunca había tenido una cercanía con el emperador como la que estaba teniendo, este abre una copa de vino mientras me sirve pues lo que me iba a decir era bastante denso.

—¿Qué es lo que haré en el sur? — Le pregunto mientras bebo, este tenía un sabor demasiado dulce.

—Eres demasiado directa niña — El bebe de una el vino para servirse más.

Ambos nos quedamos en silencio y este comienza a beber.

—Tengo suficientes razones para creer que mi parlamento está tramando algo en mi contra, para hacer que el príncipe suba más rápido — Dice seguro de sí mismo —. Todo empezó, cuando Sebastián volvió contigo, sinceramente fue una de las mejores noticias que había escuchado, pero a mi parlamento pareció molestarle la idea de su unión tomando a tu familia como personas sin poder. Obviamente tu padre te defendió y en su momento lo hacía Sebastián, Lord White fue quien trajo el informe forense proveniente del sur donde hablaba de la muerte probada de la emperatriz, y el Duque de York fue quien terminó metiendo la carta de la alianza en forma de paz con la princesa Ana Victoria.

Ambos nos quedamos callados tras escuchar ruidos provenientes del otro lado.

—Su majestad, creo que no es seguro hablar aquí — Le digo pues estaba comenzando a sentir la ansiedad.

—Sofía, tengo que contártelo pues no sé qué pasará más adelante — Me dice mientras entiendo su paranoia —. Todo esto parecían demasiadas coincidencias hasta que un informante me dijo lo del banco curiosamente, los que estaban sacando su dinero eran parientes de los que conforman el parlamento.




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