Entre las cenizas

CAPÍTULO 18

Un balde de agua helada me cae encima haciendo que despierte, sabía que estaba en el palacio, porque solo miraba como me quitaban la venda para que tomara agua, el cuarto era completamente oscuro, que al abrir los ojos la luz me cala, mientras la Abuela de Victoria esta mirándome, lanza un pedazo de carne crudo, estaba hambrienta pero no significaba que comería del piso.

—Soy una mujer compasiva que te está dando la oportunidad de que te unas al lado correcto. Mi dulce hija me hablaba del fuerte carácter que posees, una gran aliada — Me dice con una sonrisa, mientras siento que estoy amarrada, el que me lanzará por el trozo era un señuelo para verme caer —. Mentira, mi hija no me dijo nada.

Hace una seña con la cabeza que los manda a desamarrarme.

—Déjame darte un consejo — Dice mientras traen una caja que no paraba de moverse, la dejan en el piso —. Cuando el perro sea desobediente rompe algunos de sus huesos, así recordará quien tiene el poder.

Lo dice mientras que de la caja salen ratas, no había cosa que me diera más asco el pisarlas era inútil pues estaba descalza, lo único que podía hacer era recoger mis pies sobre la silla, mientras me acaba la voz gritando. Siento las ratas subir por mis pies, pero la oscuridad no me permitía ver, quería que se callaran, quería dejar de escuchar, tapar mis oídos, pero sentía, sentía todo.

El miedo me hace que colapse, cayendo de la silla, mientras noto por la luz que puerta la luz que hay debajo que la caja estaba cerrada, todo lo estaba imaginando, no podía pensar en nada que fuera como debería salir de esto.

Entre más días pasaban la idea de irme del lado de la abuela era menos loca, la puerta se abre a medianoche, sentía este deja vu al ver a Sebastián por la puerta. Me arrastro hacia él, pero las risas me hacen saber que están jugando con mi mente, me hace huir de la puerta, la voz me habla pero sabía que no era él. Este hombre me toma del cabello, mientras me arrastra hasta la luz, me estrella contra la pared, mientras escucho como algo se rompe.

Gritó del dolor, mientras me levantaba, para empujarlo, no quería fuerza, pero tenía la oportunidad de vivir, así que lo empujó con toda mi fuerza, encerrándose en la prisión donde me encontraba.

Necesitaba correr para salvarme, ahora que tenía la oportunidad no iba a flaquear, descalza y con los pies helados, encuentro una puerta al final del pasillo, estaba abierta, esta me permitía poder salir al exterior, se miraba el piso blanco, había nevado, al salir una guardia me golpea el estómago haciendo que me regrese, eso me había dolido, era una sola, aún no quería rendirme aún no estaba lista, me armó de una fuerza bruta que yo no conocía, para lograr quitarle el bastón con el que me había golpeado, golpear su pierna y por acto siguiente golpearla en la cara, descalza, hambrienta y con frío.

Nunca había visto una nieve tan blanca, la nieve espesa, hace que se hunden mis pies, corro unos cuantos metros más aún me quedaba sin aire, caigo de rodillas, mientras respiro, estaba tan feliz que me pongo a jugar con la nieve, pero sabía que esto no podía significar que todo estaba bien, lloró mientras veo cómo los guardias me ponen la espada en la espalda.

Había probado la libertad, y ahora quieren quitármela, moriría antes de ser encarcelada cómo un pájaro.

—¿Qué esperan? — Digo enojada, mientras me abro la ropa para que me disparen, la luz miraba las heridas de mi cuerpo, esta vez había sido dañada —. Mátenme, por favor mátenme.

No pensaba con claridad. Solo quería acabar con este sufrimiento.

—¿Estás sedienta? — Me arrojan una cantimplora, pero no me atrevía a beber. La abuela de Victoria estaba caminando en la nieve, mientras me mira, toma la cantimplora del piso y bebe mientras la arroja, la tomó mientras comienzo a beber sin medirme y acabarme todo, mientras la arrojó de nuevo, los guardias me levantan para ponerme de rodillas en otra parte, y despejan mi cuello.

—Sofía, golpeaste a dos de nuestros guardias y crees que te irás sin un castigo. Cada perro que comete una mala acción tendrá un castigo — Otra vez comparándome con un perro, otra vez era algo igual a un perro, miró como comienzan a calentar un pedazo de hierro, no era lo que pensaba que era, no tenía que ser, comienzo a retroceder, pero bajan los pantalones para dejar descubiertos mis muslos —. Mirna y Jake, ustedes fueron los dañados, castiguen al perro malo.

Todo se vuelve borroso, las luces comienzan a calarme, me abren las piernas, mientras solo siento como si miles de hormigas me picaran en las piernas, me desmayo pero me dan unas chateadas que me hacen despertar y ponen el hielo de la nieve en las piernas mientras comienzo a llorar, me dejan en el piso mientras las lágrimas no paran de fluir. No dejaba de fluir mientras estaba en el piso, no quería tocarme, no quería cerrar las piernas.

—Es momento que tomes una decisión, si vas al calabozo morirás de una infección pero si decides apoyarme como emperatriz, traeré doctores del norte y curaremos esas heridas, te protegeré como a una hija — Me dice mientras extiende su mano, en este momento me gustaría hacer lo correcto —. Traeré a tu familia al sur, a tu hermano y a tu madre….

Eso era suficiente para mí, mi familia, limpio mis lágrimas, mientras le doy la mano.

—Eres un perro obediente — Me dice mientras hace las señas que me levante con cuidado, pero al solo ser tomada en brazos me hace que me desmaye, habían sido tantas emociones que me tenían colapsadas.




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