Siete criaturas con trompetas tocaron una melodía. Los escuché junto a mi padre y mi hermano. Esos seres estaban en lo alto de la catedral. Pronto, Londres se vio asumida en el caos:
Esas criaturas que parecían humanos con alas blancas de plumas y aros de oro que rodeaban sus cabezas; bajaron y alzaron sus brazos sosteniendo las lanzas. Pronto, las puntas de las lanzas empezaron a atravesar gargantas de las personas que estaban a mi alrededor. Pensé que estaba alucinando, pero todo era real.
Mi hermano me cubrió con su cuerpo en un intento de protegerme en medio de todo aquel caos de sangre y destrucción de edificios de la ciudad. Vi cómo le asesinaron sin piedad. Darío se retorcía por el suelo. Mi padre se abalanzó sobre esa criatura. Era un ángel. Yo pronto recibí un golpe que me dejó inconsciente. Antes de cerrar los ojos, lo último que vi fue el cadáver de mi hermano…
Desperté en medio de una habitación decorada con finos muebles de madera que me recordaban a Asia. Mi padre y mi mejor amigo, Jack, estaban a mi lado. No reconocí al hombre que se suponía que era mi padre. Era más alto, tenía la piel más pálida y unas alas grisáceas a sus espaldas que las agitaba lentamente. En seguida me invadió el pánico.
-Collet, tranquila. Soy yo: papá.
- ¡Aléjate de mí monstruo!
Me abrazó con fuerza y reconocí a mi padre. Aunque su abrazo me había tranquilizado, mi corazón seguía latiendo con fuerza.
-Tengo que ir a hablar con un viejo amigo. Quedaros aquí, por favor. Hablaremos después.
Mi padre salió de la habitación y yo me quedé a solas con Jack. Me cogió de la mano y me sonrió.
-Todo estará bien.
Recordé el cadáver de mi hermano y el miedo, junto a un mareo, volvió a mí.
- ¿Dónde está Darío? - sujeté la camisa de Jack con fuerza.
Su silencio habló por él y me eché al suelo. No comprendía porqué tuvo que ser mi hermano asesinado de tal forma. Solo quería una respuesta a eso: por qué Darío tuvo que morir de aquella manera.
Mis manos temblaban y mi mente juraba que todo era una horrible pesadilla. Nunca creí en los ángeles y no iba a hacerlo en ese momento, no tenía sentido la existencia de esas criaturas.
Jack colocó sus manos en mis hombros y me miró fijamente a los ojos. Pude ver que tenía lágrimas en los ojos.
-Por favor, mantén la calma. -me dijo con una voz ahogada. – Necesito que lo hagas, Collet.
Le aparté y me senté en el borde de la cama. Sentía un gran dolor de cabeza y no podía pensar con claridad. Sentí como Jack se sentaba a mi lado.
-He escuchado a tu padre hablar con alguien mientras tú seguías desmayada. Me acababa de despertar y reconocí su voz detrás de la puerta. No llegué a escuchar la conversación bien. -Jack estaba muy tenso. -Habló sobre escondernos entre demonios y algo de antimagia.
“Antimagia” repetí en mi cabeza. Esa era una palabra que ya había escuchado en mi cabeza. Entonces recordé esos días en los que yo tenía unos cinco años, una inocente niña. Mi padre me contaba historias de criaturas mágicas que lucharon una vez con los humanos. Ellos, contras esos seres poderosos, tenían la habilidad de anular su magia, eso era la antimagia. Un nombre bastante absurdo y directo de ese extraño término.