Los desterrados caían abajo después de que la isla del olvido fuese destruida. Sus alas se volvían polvo y su piel se quemaba poco a poco bajo las temperaturas de aquel mundo demasiado cálido yárido, ríos de lava, clima inestable, de desiertos extensos y selvas tropicales calidad que daban frutos con espinas. Era una realidad teñida de sangre. Azazel observó la escena congelado de horror. Observó cómo Caín había lanzado a Lucifer y al resto de sus compañeros por el precipicio.
-¿Así piensas cambiar las corrupción?
-Yo no os liberé para que robarías la gema de la creación. No tenéis ni idea del poder que hay en esto.-dijo Caín alzando la mano con los restos de la gema, ya que la destruyó al haberla rebajado de las manos de Azazel.
-Yo eres el que no sabe lo que acaba de hacer al destruir la gema. Todo el poder se ha ido a Solana. ¡Esa zorra seguirá haciendo lo que le de la gana!
Caín se abalanzó sobre Azazel y le pegó puñetazo tras puñetazo. Moretones en su cara parecía y el labio se le partió. Azazel le pegó una patada y le arañó la cara.
-¡Ya basta!-gritó Aramis intentando separar a ambos.
Azazel se levantó del suelo y se alejó, acercándose al borde del precipicio.
-¡Retira eso que has dicho de Solana!
-Tu esposa es una zorra, un monstruo y una asesina.
Caín enfurecía más y Aramis le sujetaba con fuerza para retenerle. Azazel sonrió amargamente.
-Tú realmente la amas.-soltó una risa sarcástica.-No vas a salvar a nadie Caín, espero que duermas con la conciencia limpia por tus actos. Pagarás por esto tú solo un día...-dio un último paso hacia atrás.- ¡Oh! Y deberías ir con Solana, que no le corté la cabeza su doncella favorita.
Esas fueron las últimas palabras de Azazel, antes de que se lanzará él mismo al precipicio, con el orgullo por lo alto. Caín observó a ese hombre, que alguna vez fue su amigo. Caín y se quemaba vivo bajo el mundo que él mismo había creado para los ángeles caídos de aquel día...
Desperté aturdida. Me pregunté que era real y lo que no. Luego recordé que ya no había Darío, ni Londres ni nada y recordé la noche del baile. Todo había sido un sueño. Bostecé y vi a Kai de pie frente a mi. Me miraba furioso y con desprecio, como siempre. Toqué mi mejilla y la noté húmeda: había llorado en sueños.
-¡Deja de holgazanear y ponte de pie!- me levantó con fuerza, tirando de mi brazo. Sentí que me dislocada el brazo.
El hechizo había terminado si efecto y volvía a ser una indefensa humana ante Kai.
-¡¿Se puede saber qué fue lo de anoche?!-me gritó a todo pulmón casi rugiendo, agitandotándome agresivamente.-¿Y ahora es pulsas agua por los ojos?
Intentó acercar su mano a mi cara. La aparté de inmediato mientras mi cuerpo temblaba de miedo y rabia. En medio de una rabieta empecé a gritarle, cegada por la ira.
-¡Aléjate, monstruo!-le empujé con los pies dando pataletas.-Los demonios sois seres despreciable. No os importan los demás y creéis que podéis tratarlos como jugueras.
Mi vos se quebraba y las lágrimas brotaban de mis ojos son control. Kai se quedó contemplándome atónito, tal vez sorprendido por mi rabieta.
-¡Desearía que fuese yo quien tenga el control de ti y tú fueses el perro que deba obedecer mis órdenes!-me quejé.
Kai tenía los ojos en blanco, pero si furia no desaparecía. Hizo aparecer la cadena y tiró de ella. Una vez más sentí ese tirón en el cuello y fui arrastrada por el suelo. Grité de dolor cuando caí al suelo y me raspé las rodillas, manos y espalda.
-¿A qué estás jugando, humana? ¡Para ya!
Empecé a gritar desesperada por ayuda. Llamé a Jack, a mí padre....Ninguno de ellos iba a venir. Kai me tapo la boca con sus manos. Lloraba y temblaba de suelo, sintiendo esa agonía interna y silenciosa que mataba por dentro.
-¡Cállate!
Me resistía a su agarre. No quería que me callasen más, quería gritar, huir... Me dolía la cabeza, las ampollas de los pies y las raspaduras de mi cuerpo. Sentía que el corazón se me iba a salir del pecho. Quería volver a mi hogar, con mi hermano, Jack y mi padre. No quería estar más ahí.
-¡Para! ¡Cállate o mis padres te encontrarán y será peor!-Kai me obligó a mirarle a la cara.-Te harán daño, humana. Baja la voz- me pidió en un tono más suave, casi en un susurro.
Se sentó en el suelo y me abrazó. Quería rechazar su consuelo, pero cedí ante la desesperación. Kai hizo conmigo ejercicios de respiración para calmarme. El dolor que sentía y el odio seguía en mí...