Entre Las Luces De La Ciudad

Heridas Abiertas

Camila despertó esa mañana con la imagen de Adrián aún dando vueltas en su cabeza. Se había pasado la noche revisando las fotografías en su computadora, deteniéndose especialmente en la que le había tomado. Era extraña... casi íntima.

La expresión de él, la luz, el encuadre. Todo había salido perfecto, como si aquella imagen no hubiera sido capturada, sino escrita por el destino.

Sacudió la cabeza, molesta consigo misma.

No. No otra vez.
No iba a cometer el error de involucrarse. Ni con músicos, ni con desconocidos que sabían sonreír bonito. Había aprendido la lección.

Pero algo en la mirada de Adrián la había tocado de una manera que no sabía explicar.

Se obligó a concentrarse en su trabajo. Tenía que editar unas fotografías para una galería local y cubrir un evento de moda esa noche. Así que se encerró en su pequeño departamento, con café y música de fondo, mientras intentaba ignorar la punzada constante en el pecho.

**

Por su parte, Adrián había regresado a su habitación alquilada en una pensión barata, donde apenas entraban su guitarra y un colchón viejo. Se tumbó sobre la cama sin quitarse la ropa, mirando el techo mientras la canción que había cantado esa noche seguía sonando en su cabeza.

La imagen de Camila, con esos ojos grandes y serios, aparecía una y otra vez.

Él había aprendido a no apegarse a nadie. Desde la muerte de su hermano mayor, desde que se peleó con su padre y se largó de casa, había decidido que era más fácil no sentir. Que era mejor sobrevivir con lo justo. Música, calles, y noches sin compromiso.

Pero había algo en ella.

Algo que dolía.

Algo que no entendía.

**

Los días pasaron y la vida de ambos continuó, o al menos eso intentaron.

Camila se cruzó varias veces por la misma plaza, con la excusa de buscar buenas tomas nocturnas, aunque en el fondo sabía que esperaba volver a verlo. Pero Adrián no estaba. Ni su guitarra, ni su manta, ni su voz.

Hasta que una tarde cualquiera, al doblar por una de las calles cercanas a la estación de metro, lo escuchó de nuevo.

La misma voz. La misma canción.

Pero esta vez, sonaba diferente. Más rota, más dolida.

Camila se detuvo, observándolo desde lejos. Adrián parecía ajeno al mundo, pero cuando terminó de tocar, alzó la vista. Y como si supiera que ella estaba ahí, sonrió.

Se acercó despacio, casi sin atreverse.

—Pensé que ya no tocabas en la plaza —dijo ella.

—A veces cambio de escenario. La ciudad es grande —respondió él, sin dejar de sonreír.

Camila tragó saliva, nerviosa.

—¿Te gustaría... tomar algo? Solo café —aclaró rápido—. Tengo algo de tiempo antes de ir a trabajar.

Adrián guardó su guitarra con cuidado.

—Acepto. Pero solo si me dejas ver esa foto que me tomaste.

Camila sonrió por primera vez en mucho tiempo.

Y fue en ese instante, entre luces tenues y cafés humeantes, cuando ambos comenzaron a desenterrar las heridas que habían intentado esconder.

Sin saber que aquella noche, cambiaría todo para siempre.



#2512 en Otros
#396 en Novela histórica
#234 en Aventura

En el texto hay: romance, romance oscuro, amor prohido

Editado: 11.06.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.