Entre Las Olas

3.

“¡Ay! ¡Cuántas veces al reír se llora! ¡Nadie en lo alegre de la risa fíe, porque en los seres que el dolor devora el alma llora cuando el rostro ríe!..”

JUAN DE DIOS PEZA

Después de un mes en el hospital fue dada de alta. Tenía la muñeca izquierda vendada. Cuando Joaquín volvió con ayuda la encontró también inconsciente y con la herida abierta. Acurrucada de medio lado con la cabeza recostada sobre las piernas de su madre muerta. Duró dos semanas en coma, y después de despertar no le dirigió palabra a nadie. Tampoco comía, así que la alimentaban por sonda. Trató en vano, quitarse la vida un par de veces, sufría de ataques por las noches y casi siempre la terminaban sedando. Dos semanas después los doctores les dijeron a los padres de Joaquín que no podrían tenerla más tiempo y necesitaban la habitación para otros pacientes, puesto que el lugar no era tan grande ni estaba super equipado.

La silla de ruedas en que la llevaban rechinaba al andar por los pasillos del hospital, veía enfermeras corriendo para todos lados, había enfermos por doquier, algunos recostados sobre el suelo, con catéteres puestos. Caras de incomodidad y ojeras de no poder descansar. Al parecer no prestaban la mejor atención médica.  A la salida del hospital, el día estaba en su máxima expresión, parecía un día ajetreado, las personas apuradas y el tráfico daba vuelta a la cuadra. Julia apenas había visitado el centro de la isla un par de veces desde su llegada. Le abrieron la puerta de un auto, cuya marca le era desconocida; de color gris descolorido, con un par de golpes en la parte delantera derecha y otro par de rayones en todos lados, la ayudaron a subirse, los sillones olían a moho revuelto con pescado y aromatizante de menta.

Mirando por la ventana pensaba en qué iba a ser ahora de ella, en eso se le pasó el tiempo. Media hora después estaban llegando a una casita curiosa, cerca de la playa, pequeña, pero que parecía tener calor de hogar. Sus colores blancos y azules le reconfortaron. Por dentro casi todo era de madera color caoba, podía engañar a sus espectadores; con dos habitaciones, una sala pequeña, un baño y la cocina.

 

-       Por ahora te quedarás en este sofá cama – dijo la mamá de Joaquín señalando un pequeño mueble frente a un televisor de antena.

-       Gracias, señora – respondió

-       Dime Marta

Le devolvió una educada sonrisa, y a continuación colocó sus cosas en un rincón, tratando de ocupar el menor espacio posible. Se sentó a mirar la nada hasta la hora del almuerzo. “Vamos” – le dijo Joaquín suavemente. Ella sólo asintió con la cabeza y sin decir más se levantó y fue al comedor, que estaba en el patio. Estaba hastiada del pescado, pero deseó que fuera esa la comida; recordó, entonces, las veces que renegó de lo que servían en la mesa, hecho por su madre y se arrepintió de nuevo.

En aquel lugar estaban tan normales como si realmente nada hubiera pasado, cierto que no podían sentir lo mismo que ella, a excepción de su amigo, los señores no vieron nunca lo que ellos, y no lo verán después. Parecía el más largo sueño jamás tenido, se sentía en una ensoñación profunda y constante, que le hacía retumbar en su cabeza la sensación de más tarde ir a esperar a Nando con el agua, en la cancha de tierra. “quiero ir a casa” pensó en voz alta. Todos se le quedaron viendo un momento y luego volvieron a lo suyo, ella no lo percibió, pues estaba concentrada observando su plato. 

Joaquín había tratado de ser fuerte por Julia, porque sabía que no le convenía ver más dolor en ojos ajenos. Después de cargarla y llevarla a la sala de emergencia se había derrumbado al fin en plena sala de espera; soportó demasiado la escena y todo; no podía creer lo que había visto; no podía creer que su amigo con quien estuvo jugando y riendo toda la tarde estaba muerto. su confidente. se le pasó toda la vida por su mente, recuerdos iban y venían, desaparecían y le golpeaban después con más fuerza. no pudo con tanto dolor, le quemaba las entrañas; su pecho explotaría de sufrimiento; sus venas reventarían de recuerdos. quiso parar con su agonía agarrándose la cara y dejándola arañada. Cuando llegaron sus papás al hospital lo encontraron desecho, con las ropas rasgadas como quien en su aflicción pierde el juicio para hallar tranquilidad en su desconsuelo exorbitante sin prudencia.

Por hacer memoria a sus amigos cercanos, los papás de Joaquín también derrumbados, aceptaron que Julia viviría con ellos, pues se desconocía el paradero de otros familiares de la pobre.

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Después de un tiempo la familia ya se había acoplado a la nueva integrante, quien poco a poco fue recuperando su personalidad; se encariñaron tanto con ella que la trataban como a una hija, sin embargo, en ella hubo cosas que no volvieron a ser iguales, pues, aunque no lo demostraba, vivía con un pesar constante. El ayudar en el negocio familiar se volvió hábito, esta vez su principal objeto de enfoque era la casa, todos los días la misma rutina en que se le iba toda la mañana. comenzaba limpiando la madera y el piso de la sala para terminar limpiando el patio. Mientras tanto, la Sra. Marta tenía una preciada compañía con la que podía hablar horas y horas, a pesar de que Julia no hablara mucho, escuchaba atentamente lo que su acompañante le relataba. Ésta con su baja estatura y piel trigueña tenía el alma de una jovencita alegre y con buenos gustos en la música, además de haber querido siempre tener una niña, pero después de nacido su hijo, su matriz, misteriosamente, se convirtió en la de una anciana. Infértil. “eres el regalo que pedí y que por cosas de la vida llegó a mí” – le decía de vez en cuando a Julia cuando la veía baja de ánimo.

Por su parte, el Sr. Ramón, a pesar de ser de carácter fuerte y tosco a veces, la trataba como quien cuidaba una vasija frágil, como a una niña. También tenían su ritual, y es que dos veces a la semana, en las noches, se reunía la familia para compartir un tiempo juntos, mientras hacían diferentes juegos de mesa, o simplemente se ponían a ver televisión. Joaquín, se había mostrado casi imparcial durante esos dos años transcurridos, renunció a todo en Mattina; su exposición de arte; habló con Vittorio quien se mostró compasivo y prometió visitar la isla en algún momento. No sabía porqué lo dejaba todo; se sintió como un pilar de estabilidad tanto para Julia como para sus papás, quienes habían cambiado para bien desde la llegada de la nueva integrante, cosa que le alegraba pero, había estado viendo también, comportamientos sospechosos en su padrastro y quería descubrir qué tanto tramaba. Sus sentimientos por Julia se anclaron a él como las nubes en el cielo; se acostumbró a verla a diario; sabía que ella se ponía a limpiar todo el día cuando sus recuerdos la abrumaban y él no la molestaba porque su ritual era el de siempre; salir a sentarse frente al mar de noche; a veces cuando volvía de su meditación en la madrugada se encontraba a la muchacha con pesadillas; la despertaba y la abrazaba de forma protectora hasta que ésta volvía a dormir. Nunca hablaron de esas escenas pues para Julia era un ángel que venía en medio de sus turbaciones nocturnas para calmarle.



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En el texto hay: primer amor, drama amor, entre las olas

Editado: 04.08.2022

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