Entre las Sombras

Capítulo I

 

Recuerdo la noche en que mi padre falleció, era un hombre muy enfermizo y de contextura demasiado delgada, signos de que estaba siendo arrastrado por la muerte.

Fue una noche fría cuando murió. La ventana de la habitación mostraba una pequeña luz tenue que delineaba una escena fantasmal y escalofriante. El único recuerdo de mi padre estaba en la sala de un hospital. Desde que nací estaba enfermo. Él nunca dejaba de reír, siempre invadió nuestro corazón con una alegría. En su funeral, mi único recuerdo es haber visto a un hombre con sombrero y paraguas en la distancia, aparentemente sonriendo. Tras de él había una insondable penumbra, como si a su espalda hubiera un profundo vacío sin fondo. Había sombras con máscara a sus alrededores. El hombre desapareció en un instante, pensé que era una ilusión en la mente de un niño de siete años, ya que mi madre siempre decía que los niños tienden a fantasear cosas.

 Con el pasar de una semana tuve que mudarme a otra ciudad a más de mil kilómetros de distancia. En una casa grande, en la cual en algunos momentos que pase allí oía susurrar a mi madre cosas extrañas, no le daba importancia, ya que seguía pensando que era mente de niño pequeño, pero estaba muy equivocado.

 Mi escuela quedaba a unas cuadras de mi casa, por lo que siempre iba en mi bicicleta, tenía un grupo reducido de amigos y acostumbrábamos salir al parque, donde siempre me sentía observado. Era demasiado estudioso, siempre sacaba la mejor nota del salón, no era tan atlético, pero me gustaba el baloncesto. Con esa rutina pasaron los años.

Cuando tenía diecisiete años, de camino a casa desde la escuela, la sirena de un coche de policía irrumpió en mi mente, oscureciendo todo, el sonido provenía de un lugar familiar, un escalofrío recorrió mi cuerpo de pies a cabeza. Me fui a casa de prisa, cuando llegué la cinta policial me negaba la entrada. Una multitud se reunió alrededor, escuché a la policía hablar sobre un cadáver encontrado en el interior de la casa. Me salté la cinta policial entré a mi casa directo a la habitación de mi madre, recuerdo claramente la sensación del miedo corriendo por mi espalda, me temblaban las piernas.

El cadáver de mi madre yacía en la cama rodeada de un gran charco de sangre noté una herida en su estómago. Me le acerque y el agarre de la mano, la mire minuciosamente a ver si respiraba, las lágrimas que brotaba de mis ojos cayeron en las heridas, mis manos se llenaron de sangre, poco a poco mi sufrimiento era más, estaba gritando y maldiciendo al mundo por dejarme solo, golpee la pared, la tristeza se estaba transformando en furia, a partir de ese día estaría solo, si bien antes había perdido a mi padre, ahora había perdido a ella, a la única persona que me amaba, luego de esa escena, fui al baño y vomite. Me sacaron de la habitación y me aterroricé, me senté en el pasillo llorando, mi madre había muerto, estaba seguro de algo el culpable de su muerte, iba a morir. Luego de eso enloquecí mentalmente por lo que me desmayé, estaba en una habitación cuando me desperté, examiné minuciosamente la habitación y encontré a mi abuela al pie de la camilla.

— Tu custodia quedó en mis manos — Comentó con una voz suave y lenta.

— Lo sé abuela, lo sé muy bien— Le respondí al borde de las lágrimas.

— ¿Por qué pasó esto? — Continúe — ¿Quién quería hacer eso? ¿Por qué lo haría?

— No sé responder esas preguntas — Me respondió con un tono de pesar— La policía está investigando para encontrar al culpable — Continuó — Pero no creo que lo encuentren.

— ¿Por qué usted dice eso abuela? — Cuestioné.

— En dos días nos mudaremos de la ciudad‒ Me respondió ignorando mi pregunta — Tendrás que dejar tu escuela.

Asentí limpiándome el rostro lleno de lágrimas.

En esa tarde fui a mi casa para empacar mis cosas.  Mientras empacaba estaba llorando mientras, un cuadro se calló al suelo, al recoger la foto note que tras ella tenía unas secuencias extrañas de números, le tome una foto, y empaque lo que faltaba, finalice de empacar en la noche, me tumbe en mi cama, y pensé en una posible respuesta, recordé al hombre del sombrero, pensé que era el delirio de un niño pequeño.

Al día siguiente en el funeral de mi madre, estaba llorando, pero me acordé de lo ocurrido en el funeral de mi padre, por lo que decidí mirar los alrededores a ver si encontraba al hombre con sombrero, para mi sorpresa estaba ahí, con una sonrisa ladina expresando gusto por la situación, en su espalda habitaba la penumbra insondable, y las sombras adornaban sus alrededores, al notar mi presencia se acercó a mí, logre notar un escalpelo entre su ropa, se acercaba más, hasta que el escalpelo rasgo mi ropa.

De pronto tenía una herida en el estómago, el dolor por la herida hizo que cayera al suelo, vi alejarse el hombre y me dijo

—Antonie Laurent luego seguirás tú, pero por el momento no te haremos nada — Dijo, mirándome con esos ojos fríos que poseía — Procura no morir con una herida de esta magnitud— Me dijo aún sonriendo.

—¿Cómo sabes mi nombre?—Pregunté, jadeando de dolor mientras presionaba la herida con mis manos.

— No es momento de respuestas.

 Lo vi alejarse en el bosque. Me quedo algo claro, ese hombre no era una ilusión, ese hombre fue el que asesinó sin piedad a mi madre. Mi abuela me encontró y llamó a emergencias, la ambulancia llego, y me montaron en la camilla, camino al hospital aclaré mis ideas, poco a poco se cerraron mis ojos, cuando desperté tenía una venda en el estómago. Mi abuela estaba a lado con unas enfermeras.

—El corte no fue profundo por lo que no te tuvimos que coser la herida— Me dijeron las enfermeras —Solo fue un rasguño, en poco tiempo podrás irte a casa.

 Mi abuela y yo estábamos esperando la orden de los doctores, para irnos.

El reloj cumplió su ciclo y ya me habían dado de alta.

En la salida del hospital mi abuela me dijo que el camión con mis cosas ya había salido, no montamos en un taxi y nos dirigimos a la estación del tren, compramos los boletos y entramos al tren. Al cerrar las puertas, vi a través del cristal de la puerta, al hombre del sombrero. Con sus dedos parecía despedirse de mí. Me atemorice, tenía miedo de que la herida, la que los doctores decían que era un rasguño, se convierta en una herida mortal.



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En el texto hay: misterio, suspenso, sectas

Editado: 14.01.2022

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