La ciudad dormía bajo un cielo gris, denso, como si el mismo respirara con dificultad. Entre los tejados, luces parpadeaban, sombras se alargaban y se deformaban, y nadie parecía notarlo.
Algunos decían haber visto figuras humanoides y de rostros inquietantes o su misma figura incómoda, se movían con un rumbo desconocido, con pasos que no hacían ruido, sonrisas demasiado largas y miradas que no encajaban con el rostro que cubrían. Rostros conocidos ahora distorsionados. La mayoría ignoraba los rumores, etiquetándolos como delirios, pero otros los recordaban, los anotaban, los temían en silencio.
Nadie sabía de dónde venían, ni qué buscaban. Solo aparecían de noche.
La ciudad parecía respirar un secreto que nadie podía nombrar, un susurro que recorría los callejones vacíos: algo estaba observando, algo que imitaba y esperaba.
Y cuando la oscuridad caía, la vida tal como la conocían empezaba a desvanecerse.
Corre.
Huye.
Escóndete.
—"¿León?"
—"Maraia..."
¡BANG!
—"Esa pesadilla me persigue, espero todo esto acabe pronto."