Maraia había perdido a todos sus vecinos, algunos vagabundos o sobrevivientes se habían refugiado en algunas de esas casas abandonadas. El gobierno aún no daba información que no fuera cuadrada o poco convincente y esa "Pandemia" se volvió algo nocturno que acababa con todos los humanos 'reales' poco a poco.
Los Nocturnos estudiaban a los humanos de una manera obsesiva, después, imitan a su humano de modos torpes, nada realista para los inteligentes, y al último matan a su humano para ser solo uno.
Parte de los patrones físicos que Maraia había notado eran los dedos... largos, muy largos, lo tenía bien anotado, igual que el movimiento de los ojos, en los noticieros poco a poco daban más señales de cómo identificarlos, Maraia volvió rutina todas las mañanas sentarse frente a la televisión a hacer apuntes sobre lo que sacaban de los nocturnos, sobre esa maldita 'enfermedad' protegida por el gobierno.
—"Todo esto va muy mal." Se afirmó a sí misma con una calma casi irritante para su situación, poniendo en lugar que es casi un apocalipsis. Maraia caminaba hacía su habitación, tan cansada cómo si hubiera cargado 5 burros durante el día en el que solo estuvo sentada en el porche mientras fumaba.
Antes de dormir, miró el calendario.
"24/06/1999"
Los días estaban pasando tan lento que llegaba a ser torturoso para ella, sus pensamientos nocturnos fueron interrumpidos gracias a unos suaves golpes en la puerta principal que la hicieron levantarse con un rápido y suave movimiento. Sale de su habitación, adentrando sus pasos hacía los pasillos para finalmente llegar a la puerta principal, decidió mirar por la mirilla, donde se sorprendió al ver a un hombre alto de cabello oscuro y bastante despeinado. No era normal ver personas, mucho menos de noche y lejos de la ciudad.
Lo estudió brevemente con una mirada rápida, la cual fue interrumpida por la voz profunda del hombre.
—"Sé que estás ahí, Mara, he oído tus pasos." La voz era fuerte al igual que la energía que la acompañaba, Maraia fue recorrida de pies a cabeza con un escalofrío infernal, ¿acaso era un Nocturno? No parecía uno, de hecho, se veía muy humano, pero algo tenía que la incomodaba; ella no lo conocía, pero él parecía conocerla muy bien.
Sus pensamientos fueron interrumpidos con la misma voz, fue un susurro que la hizo temblar.
—"Mí nombre es León, necesito que me dejes pasar, debo hablar contigo de la muerte de mí madre." Su acento se hacía más notorio mientras más hablaba, Maraia no sabía por qué, pero sentía la necesidad de dejarlo pasar, aún no captaba de quién hablaba aquél hombre, pero, era poco probable que fuera un Nocturno.
Sin mucho más, cerró la mirilla para quitar el candado de la puerta, apenas la abrió se hizo a un lado para dejarlo pasar y mientras ella cerraba nuevamente el candado, los ojos claros de León escaneaban el pasillo estrecho, las paredes pintadas de verde con brochazos no muy uniformes y la alfombra roja que cubría el piso de madera.
—"Sé que no me conoces."– León afirmó con toda la seguridad mientras exploraba esas manchitas levantadas de pintura en una pared, era absurdo lo calmado que estaba justo después de llegar como si nada a la casa de una mujer que vivía sola en casi pleno apocalipsis. (O bueno, apocalipsis con otro nombre puesto por el mismo gobierno para evitar pánico, cosa que nadie se creía.)
Entonces León se giró para ver a Maraia
–"Pero Mara, yo-"
—"No me llames Mara."– Interrumpió Maraia, su voz seca fue como un golpe hacía el estómago de León. —"¿Qué quieres, quién eres?" Interrogó, acercándose poco a poco hasta que León estaba pegado contra la pared, más ella no era agresiva con su tono, aún.
—"¡Wow, wow! Maraia, calma... vale, soy hijo de tu vecina, Brisa. Yo la vi antes de morir... y sé que tú también, lo que tengo te va a interesar porque sé que los has estado investigando, pero a cambio te pido refugio... por unos días, ¡por favor!" Habló con calma hasta el final, donde casi suplicaba.
Sus palabras fueron suficientes para atraparla a pesar de la irritación que le daba compartir su espacio con alguien más, así que habló, imitando la calma del hombre y dándole su espacio.
—"Vale, tienes mí atención." Espetó, apoyándose contra la pared mientras León se sentaba en el sofá de la sala.
—"Hoy los vi otra vez, otra vez me sonrieron." Comenzó León, sacando de los bolsillos de sus pantalones bolas de papel arrugado —"Dicen que yo les ayudo, más los que me ayudan son ellos."
Maraia se acercó para ver mejor, escuchar mejor. Cada vez desconfiaba más de él.
—"¿De qué hablas? ¿De los Nocturnos?" – Su curiosidad era palpable, pero tenía miedo de las respuestas de León. Era inquietante no saber qué dirá, hace mucho no tenía una conversación 'normal' con alguien más.
—"Tuve las mismas pesadillas que mí mamá antes de que ella muriera, el hombre alto me sigue ahora a mí." Escupió las palabras con desdén, pero no tenía el coraje contra ella, lo tenía contra ese hombre misterioso del que Maraia no tenía idea. —"Alejados de la realidad el mundo los vió crecer en contra de su voluntad..."
—"Tienes toda la pinta de loco, espero no me estés haciendo algún tipo de brujería aquí o algo por el estilo." –Soltó Maraia entre dientes mientras León estiraba las bolas de papel arrugado, mostrando dibujos más detallados de una figura larga.
—"Toma las cosas en serio, Mara." Gruñó el hombre, decidido a hacerla entender que todo esto no era un juego. Aparentemente tenía algo que decir, más que idioteces.
—"¡Qué va! Entonces habla rápido." Exclamó Maraia, algo desesperada, no era ningún secreto que ahora estaba algo obsesionada con esas criaturas.
León Interrumpió repentinamente, con una voz cansada —"Tengo algo importante que comentarte sobre los Nocturnos, y es que..."