Entre las sombras del caos

8.

 

Ahora el mundo estaba en completas tinieblas, había fallado en mi misión, otra vez el universo me había dado la cara. Los Killersoldierblood habían logrado replicar lo que mi sangre esmeralda podía hacer. Eran imparables, casi inmortales. Habían destruido mucho más de lo que ya estaba destruido. Convertían todo en cenizas, y devoraban a cualquiera que pudiese estar en su contra. 

Mi sangre esmeralda casi se había agotado, gracias a las tremendas golpizas que me suministraban cada día, muy a pesar de que yo fui quien los creó, en cierto modo. Tras las rejas de un calabozo putrefacto siempre tenía una vista privilegiada de las ejecuciones a los rebeldes. Ahora mi vista se plagaba de muerte y sangre, incluso sangre negra. A mi chico lo habían ejecutado semanas antes, solo por el hecho de hablar hablado cuando no debía. A Zedd lo habían ejecutado incluso antes de que los soldados Oscuros cimentaran su reino de terror, había sido un desertor, y a los traidores no se le da piedad, no en este mundo. Las ejecuciones eran o de menos, al finalizar el día llegaba mi hora. La hora del espectáculo. Siempre me ponían a luchar contra los más fuertes. Al principio podía ganarles a más de 4 soldados Oscuros, y eso me permitía seguir viviendo. 

Aun así, no era divertido para los sangre Negra. Y comenzaron a inyectarme sangre ordinaria, lo que fue mermando un tanto mis habilidades, eso sumado a las golpizas que me acomedían todos los días no antes ni después de las 12 de la tarde, me fueron debilitando. 

Yo lo sentía, había llegado mi hora. Esta vez no volvería a levantarme dentro del ruedo. Ya no más espectáculos. 

Me sacaron de mi pequeña cárcel y me condujeron al ruedo, la arena manchada de sangre de los ejecutados aún se mantenía húmeda. Uno de los más grandes Killersoldierblood entro por la puerta contraria. Un golpe en seco pegó en mi estómago. Yo ayudé a crear este imperio. Otro golpe en el ojo. No podía ver y más sin embargo nunca lo había visto más claro, había sido mi culpa. Un golpe certero en la nuca. La cabeza me dolía como nunca antes. No me podía mover. 

Golpe, tras golpe, tras golpe. Tantas veces en mi vida había huido, y ahora ya no podía hacerlo más. El sangre Negra saco una espada, una Katana, mi Katana. Casi me rebana la mano, pero decidió apuntar al corazón. 

Comencé a desangrarme como nunca antes. 

- Ares, cariño, despierta. Ares, por favor despierta.- era la voz de Liam. 

Yo seguía desangrándome. Cuando cerré los ojos, desperté. 

Volví a estar donde el presente me había arrojado. Ahí estaba Liam, junto a mí, con la espalda contra el mismo tronco que yo, a lo lejos Zedd seguía vigilando quien sabe qué. 

Recuerdo lo que pasó, 6 sangre Negra descubrieron que los estábamos siguiendo, y no dudaron en deshacerse de nosotros. Recuerdo una arma de electricidad, una carga eléctrica tan potente que podría paralizar a cuatro personas al mismo tiempo, pero solo me paralizó a mí. Mis reflejos se mermaron al contacto con el arma. 

Delante de nosotros se extendía un sinuoso desierto, el tronco en el cual estábamos recostados era el único a casi 5 kilómetros de distancia. Ni siquiera entendía que estaba haciendo ahí, como había llegado a ese lugar, pero esas eran trivialidades. O quizá no.

Miré por un segundo a Liam. Tenía algunas heridas más en el rostro y en el cuerpo, pero aun así era igual de guapo como lo recordaba. Mi cuerpo aún seguía semi-paralizado, mi cerebro no lograba procesar las cosas con claridad, y la claridad del radiante sol que se reflejaba en la arena, torturaba mi aguda vista. 

Zedd seguía mirando al horizonte, parecía hipnotizado. Los soldados oscuros podrían estar creyéndose un dios por habernos atacado. Mis ganas de destrozarlos iban creciendo con forme lo pensaba. Ni siquiera de desahuciarte calor del desierto en el que nos habíamos adentrado me hacía divagar sobre lo mucho que quería hacer. Mi futuro no sería como el de mi sueño. No señor, estaba en mis manos matar a todos los sangre Negra. Y lo haría. 

- ¿Qué fue lo que pasó después d que me paralizara?- Liam también miraba en la dirección que yo. 

- No esperábamos que los Killersoldierblood atacaran, logramos herir a casi la mitad, pero tú no lograste hacer nada más recibir el disparo de energía. No entiendo como logró paralizarte tan fácilmente. 

En su mirada lograba ver la culpa que sentía por no haber podido ayudarme. 

Pero eso no importaba. Eso era lo de menos, ahora necesitábamos encontrar el camino de regreso al clan. Liam estaba demasiado débil como para intentar algo en ese momento, ¿y sí...? ¿y si hubiera la mínima posibilidad de convertir a Liam, a mi chico en un sangre esmeralda? Mi piel se regeneraba, mis células lo hacían ¿Por qué no lo haría también mi sangre?

Tomé una de las 3 dagas de Heiko, que tenía escondida cerca de los pechos (¡qué gran idea fue haberla escondido ahí!) y pronto hice un corte largo, hondo y recto alrededor de mi muñeca. Solo tendríamos unos minutos antes de que mi piel se regenerara y la herida desapareciera por completo.




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