Entre las sombras del caos

11.

 

 

Para cuando desperté, la arena seguía colisionando contra los muros – que regaba no lo fueran- inestables. Las tormentas, podían durar hasta 5 días, según sabía. Pero nunca había estado en medio de una. 

Y aunque al principio me molestaba el sonido detonador de los choques de la arena contra las paredes, luego de un buen rato, el sonido me parecía incluso relajante.

El rastro de Liam se había perdido, escondido entre la fina arena del desierto que ahora parecía adueñarse de todo. 

Y al parecer, también el rastro de Zedd se había esfumado por completo. 

Quizá lo que pasó el día anterior le afectó demasiado. No era que Zedd me desagradara, al contrario, no estaba nada de mal. Era bastante guapo, sí, de eso no cabía duda, pero no tenía lo que Liam poseía. 

El brillo de los ojos verdes de Liam, no se igualaba con nada de lo que yo hubiera visto. Su sonrisa traviesa, y ese gesto de tan juguetón, tan jodidamente sexy. Esos labios tibios y gruesos, esos labios que tanto me volvían loca al contacto con ellos. Su cabello tan sedoso y del brillante azul rey que llenaba mi vista. 

La manera en la que lograba hacerme suya, su mirada al hacerlo, sus caricias sus besos no tenían comparación. 

Con el yo estaba segura que no tenía nada que perder. Y más sin embargo, en este momento no estaba ahí conmigo. 

Comencé a caminar en un circulo más desperfecto que jamás se hiciera, a veces por los escombros tirados, a veces por la arena que se azotaba desde las ventanas. Y pronto resolví en que saldría a buscar a Liam. 

Me reí ante la idea de ser una princesa rebelde, que va a rescatar al príncipe de la torre encantada. 

Ni siquiera sabía dónde estaba, donde me encontraba y a donde iría.

 

Tomé mi porta katana y me lo coloqué en la espalda, junto con el arco, junto con las flechas y las dagas de Heiko. Ahora era mi turno de salir de mi zona de confort. 

. . . 

La tormenta poco a poco iba cediéndome el paso hacía el décimo edificio al que entraba, y no encontraba nada. La velocidad del azote del viento se iba rediciendo, haciendo más fácil mi caminata entre la arena, que pronto había llenado todas mis botas negras. Manchando mi ropa. En uno de los primero edificios había encontrado un bonito pedazo de tela verde, de un verde deslavado, y me la coloqué cubriéndome la nariz, la boca, y toda la nuca, hasta terminar en un trozo de frente. 

Mi cuerpo se iba adaptando a las condiciones desérticas que ahora devastaban la destrozada urbe Ordinaria. Ya no me era tan complicado ver entre los montones de polvo que se arremolinaban en mi paso. 

La entrada del edificio se me antojó conocida. Probablemente solo era mi ilusión. Me dispuse a entrar. Dentro todo me parecía más familiar. Las escaleras metálicas, el sofá viejo tan desgastado... - ahora lo recordaba- tan desgastado como el viejo que ahí había estado sentado por tanto tiempo. Caminé por las escaleras para encontrarme una habitación que al pié de la cama tenía un baúl aun abierto. 

La última vez que vi ese baúl, fue cuando Heiko había muerto para que yo viviera. 

El sonido de unos trastos viejos me sorprendieron demasiado, que empuñé mi katana con una velocidad mayor a la que estaba acostumbrada. Me puse en guardia, y comencé a caminar por donde yo bien conocía. 

El pasillo por el que conducía a la habitación, conectaba con una horriblemente sucia cocina. 

Muy a pesar de que no poseyera el don de tener un oído privilegiado, podía escuchar la respiración acelerada de la persona que se encontraba dentro. Un golpe en seco, hizo un ruido tremendo, y de nuevo apareció el sonido de los trastos al caer. 

Quizá no era una persona, quizá eran 2. 

Para cuando entré, un tipo alto y fornido, cubierto por una capa negra con capucha, debajo de la cintura a cabeza, que tenía un paño igual de negro y cubría la boca y la nariz, arrojaba a otro tipo cubierto de arena entre los trastes que aún estaban sobre la mesa. 

Al tipo que estaba cubierto de arena, le corría un fino hilo de sangre negra por el labio, ¿Qué diablos hacia un soldado Oscuro cubierto de arena, luchando contra un desconocido en medio de la nada? Para eso no encontraba una respuesta congruente.


El tipo de la capa con tonalidades azul rey, golpeaba atrozmente al soldado Oscuro – hasta lo que yo sabía ese era un soldados Oscuro- el tipo de la capucha no parecía tener piedad alguna, y su rostro que era cubierto casi completamente dejaba ver solo unos ojos cubiertos por mitad de motitas doradas, pero muy a pesar de ello, mostraba una atrocidad contundente, tenía una mirada despiadada. Tras él, aquel desconocido era menos que nada, era un insignificante contrincante. 

Lo mataría si así quisiera. Y a decir verdad a mi no me importaba demasiado la vida del sucio sangre Negra. 

Hasta que me usó de amenaza. 

No me había dado cuanta lo perdida que estaba en los ojos dorado-verdes del tipo de la capucha, que para cuando me di cuenta, el polvoriento soldado Oscuro, me había tomado del cuello, amenazando al tipo de la capucha con matarme. Degollarme en realidad no era una gran idea. Mi cuello y sangre se regenerarían, pero a pesar de ello dolería demasiado, de eso estaba segura, pero de morir, yo sabía que no era posible. 




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