El nuevo comienzo
El sol apenas asomaba por el horizonte cuando Lina llegó a la entrada del instituto Lycée de Saint Martin, el instituto más prestigioso de la ciudad. El campus estaba rodeado por altos muros de piedra, con una fachada clásica y enormes ventanales que reflejaban la luz de la mañana. Todo allí parecía imponente, casi intimidante, como si solo los más poderosos tuvieran derecho a caminar por esos pasillos. Y Lina, con su mochila al hombro y su paso decidido, no estaba ahí para temerle a nada.
Era su primer día en ese lugar, un lugar donde no conocía a nadie. Se había mudado a la ciudad hace sólo unas semanas, y aunque había estado preparándose mentalmente para este momento, ahora que estaba de pie frente a esas puertas gigantes, la ansiedad comenzaba a apoderarse de ella. Pero no podía permitirse ser vulnerable. No lo había sido nunca. Después de todo, nadie sabía lo que había dejado atrás, y no iba a permitir que ese pasado la definiera.
Con sus ojos de un color peculiar —uno verde y el otro marrón—, Lina se adentra en los pasillos del instituto. No era la primera vez que cambiaba de escuela, pero siempre había sido un reto adaptarse a nuevos entornos, especialmente a lugares como este, donde la mayoría de los estudiantes provenían de familias adineradas. Lina sabía que su origen humilde no iba a pasar desapercibido, pero lo único que le importaba era seguir adelante y demostrar que no necesitaba nada de lo que los demás tenían para ser alguien.
Se sentó en el aula con los ojos fijos en el escritorio, intentando pasar desapercibida mientras los estudiantes a su alrededor susurraban entre ellos, claramente interesados por la nueva chica. No era para menos. Con esos ojos que llamaban la atención de todos, no podía evitar sentirse como un imán para las miradas curiosas.
—Perfecto, pensó Lina, —justo lo que necesito, que todos me miran como si fuera una especie de extraterrestre".
Pero no era su mirada la que más la incomodaba en ese momento. Fue el sonido de unas voces masculinas y el crujir de un banco al ser ocupado lo que le hizo alzar la vista. El chico entró al aula sin mayor ceremonia, con su porte arrogante y una presencia que parecía invadir el espacio entero. Alto, de cabellera negra perfectamente peinada, ojos verdes brillantes que destacan por encima de cualquier otro color en la habitación. Caminaba como si supiera que todos lo observaban, como si nada ni nadie pudiera desafiar su existencia.
Lina lo miró con una expresión neutral, sin sorprenderse ni impresionarse. Estaba acostumbrada a este tipo de chicos: ricos, arrogantes, siempre en el centro de atención. Lo que sí la sorprendió fue la energía que emanaba de él. No necesitaba hablar para hacer sentir su presencia. La clase se silenció al instante, como si la sola idea de su entrada hubiera apagado cualquier otra conversación.
Él era Liam, el chico más popular de todo el instituto. Todos lo sabían, incluso sin querer saberlo. Y al parecer, nadie estaba dispuesto a contradecirlo. Fue justo cuando él se sentó en la fila de al lado de Lina que notó algo peculiar. Él también la estaba mirando. No con la típica curiosidad, sino con una mirada un tanto despectiva, como si estuviera evaluándose.
Lina lo miró por un momento y luego desvió la vista, no tenía ganas de perder tiempo con chicos como él. Sin embargo, la mirada de él persistió, la sensación de ser observada era palpable, como si la estuviera midiendo en silencio. Era una de esas miradas arrogantes, de alguien que se siente por encima de los demás.
— ¿Y tú quién eres? — preguntó, con tono seco y sin siquiera mirarla directamente.
Lina, que no estaba acostumbrada a que la interrumpiera, lo observó detenidamente. Su ego era tan grande como el instituto mismo, y no pensaba dejar que un chico como él la intimidaba.
— Soy Lina. Y tú eres... — no pudo evitar una pequeña sonrisa burlona, — el rey del instituto, ¿verdad?
La respuesta de Lina fue directa, sin miedo, aunque un poco desafiante. Liam la miró con una mezcla de sorpresa y desdén. Nadie en ese lugar se atrevía a hablarle de esa manera. Las chicas caían rendidas a sus pies, y los chicos lo idolatraban. Pero Lina no parecía impresionada, ni interesada.
— No me hagas perder el tiempo, ¿quieres? — respondió él, arqueando una ceja con desdén.
Lina suspiró y se recostó en su silla, cruzando los brazos.
— Oye, no te preocupes, no me importa lo que hagas o dejes de hacer. Yo solo estoy aquí para estudiar.
El tono de su voz era claro: no me importa.
Liam la miró por un segundo, sin saber si estaba siendo despectiva o simplemente no se tomaba en serio su actitud. Ninguna chica había reaccionado así ante él. La mayoría quedaba impresionada por su mirada, por su presencia, pero Lina no parecía hacerle ni un poco de caso. Eso lo desconcertaba, algo que nunca le había sucedido.
De repente, uno de los chicos que estaba a su lado, evidentemente uno de sus amigos, se acercó a hablar con él. Liam dejó de mirarla y se sumió en una conversación trivial con ellos, pero Lina notó que sus ojos verdes se deslizaban hacia ella de vez en cuando. No era una mirada amigable, ni tampoco curiosa. Era una mirada que claramente le decía que no había terminado con ella.
Pero Lina no iba a dejar que un chico como él la molestara. Lo miró una última vez antes de volver a concentrarse en su escritorio, una sonrisa juguetona cruzando sus labios.
"Este va a ser un buen año", pensó con cierto sarcasmo.
La campana sonó, indicando el inicio de la primera clase. Lina se levantó con calma, pero en cuanto salió por la puerta, una chica con cabello rubio y ojos azules se acercó a ella rápidamente, bloqueando su camino.
— Oye, tú eres la nueva, ¿verdad? — dijo la chica, sin la menor cortesía. — Soy Alice, y te sugiero que tengas cuidado con Liam.
Lina, que había estado preparada para este tipo de confrontaciones, simplemente la miró con una sonrisa casi burlona.