El día había transcurrido de manera tranquila para Lina, pero algo en su interior le decía que no podía relajarse. La sensación de ser observada no la había dejado en paz. Cada vez que salía de su casa, sentía que una sombra la seguía. No era solo paranoia. La camioneta negra, que había estado merodeando cerca de su casa, ya no era un simple vehículo. Era un peligro tangible.
Cuando decidió salir a comprar algo para comer ya que Valeria iba a venir a su cuarto, la ansiedad la acompañó, pero no dijo nada. Solo pensó que si actuaba con normalidad, todo pasaría desapercibido. Sin embargo, su instinto no la engañaba. Algo estaba a punto de suceder.Lina, inconsciente de la magnitud de lo que estaba sucediendo, caminaba por la acera cuando sintió una mano fuerte sujetándola por la espalda. Intentó girarse, pero fue demasiado tarde. Algo le cubrió la boca, y antes de que pudiera gritar, fue arrastrada hacia un vehículo oscuro que estaba estacionado cerca. La puerta se cerró detrás de ella con un ruido seco.
La oscuridad la envolvió y, mientras su mente comenzaba a desorientarse, no pudo evitar pensar en todo lo que había perdido... y en lo que estaba a punto de pasar.
En ese mismo instante, Valeria estaba nerviosa en su casa, sin saber cómo actuar. Había intentado llamar a Lina una y otra vez sin respuesta, lo que la hizo sentir una presión que no podía soportar. Decidió entonces mandar un mensaje a Liam.
"Liam, algo no está bien. Lina no responde y no aparece por el instituto. ¿Puedes venir, estoy en la puerta de su casa?"
Liam, al recibir el mensaje, no dudó ni un segundo. Sabía que algo andaba mal. No era común que Lina se alejara sin dar señales de vida, menos aún después de los extraños eventos que había estado viviendo últimamente. Sin pensarlo más, salió corriendo hacia la salida de la escuela y fue directo a la casa de Lina. Valeria lo esperaba allí, con la mirada preocupada.
— ¿Dónde está? — preguntó Liam con ansiedad mientras tocaba la puerta repetidamente. — ¡Lina! ¡Abre la puerta! –Liam, cogió y con fuerza abrió la puerta para ver el interior de la casa.
— Esto no está bien... — dijo Valeria, angustiada. — ¿Y si ha pasado algo? ¿Qué tal si...?
— Voy a entrar. — dijo él, con voz firme.
Ambos entraron con cuidado, pero Lina no estaba en ningún lado. La casa estaba vacía, con el silencio como único testigo. Las paredes, siempre llenas de vida, ahora parecían vacías. La preocupación se apoderó de Valeria.
— ¡¿Dónde está?! — exclamó, mirando a su alrededor.
Liam miró su teléfono una vez más, pero Lina seguía sin responder. Miró a Valeria y, con un gesto serio, dijo:
— Algo no está bien. Tenemos que ir al instituto a buscarla, no podemos quedarnos aquí sin hacer nada.
De vuelta en el instituto, la desesperación creció. Valeria y Liam, sin encontrar a Lina en su casa, no tenían idea de dónde podría estar. No podían esperar más. El miedo de lo peor se apoderó de ambos.
Lina estaba perdida en su propio mundo, sin saber que alguien ya estaba cerca de ella. La sensación de peligro se intensificaba mientras caminaba hacia el supermercado, sin saber que la sombra la acechaba más cerca que nunca. Su tío Erik, junto con sus hombres, había dado la orden. Ella no sabía que su destino estaba a punto de cambiar para siempre.
Mientras tanto, Valeria y Liam decidieron que la situación no podía esperar más. Necesitaban hablar con Adrián, el padre de Liam. Tenían que saber si algo había sucedido con Lina. Sabían que si alguien podía ayudarlos a encontrarla, era él.
Llegaron a la mansión de los Montalbán y entraron rápidamente en la oficina de Adrián, quien ya estaba revisando algunos documentos.
— Papá, Lina no ha aparecido, no contesta sus mensajes y está desaparecida. No sabemos qué ha pasado. — dijo Liam con un tono urgente, mientras Valeria lo miraba con ojos llenos de preocupación.
Adrián levantó la vista, frunciendo el ceño.
— ¿Qué quieres decir con que está desaparecida? — preguntó, con una mirada algo desconcertada, pero al ver la ansiedad en los ojos de su hijo y la seriedad de Valeria, entendió que algo grave estaba sucediendo.
— No sabemos dónde está, papá. — Valeria interrumpió, nerviosa. — Ya fuimos a su casa, pero no la encontramos. No había señales de ella. Su teléfono sigue apagado, y no responde. Algo no está bien.
Liam trató de calmarse y, con voz baja pero firme, continuó:
— Hay algo que no sabíamos... pero creo que Lina está en peligro. Su pasado... no es como nos lo contó. Ella me ha estado ocultando algo muy serio. Y es posible que su tío... — Liam hizo una pausa, mirando a Valeria para ver si estaba lista para contar lo que sabían. — Lina fue vendida a un mafioso cuando era más joven. Su tío la entregó a él, y ahora... creo que él la ha encontrado.
El rostro de Adrián se tornó grave en cuanto escuchó las palabras de su hijo. La noticia era un golpe duro. Nunca imaginó que Lina estuviera tan atrapada en un mundo tan peligroso.
— ¿Qué quieres decir con que su tío la vendió? ¿A quién la vendió? — Adrián preguntó, tratando de comprender la magnitud de la situación.
Valeria, que hasta ese momento había estado callada, intervino, temblorosa.
— A un hombre llamado Alejandro. Es un mafioso, y Lina me contó que ha estado buscándola. Hace tiempo que Lina está huyendo de él, y su tío... él la entregó, papá.
Liam asintió, sus ojos reflejaban miedo. No estaba acostumbrado a este tipo de situaciones, pero ahora todo estaba claro.
— Lina siempre ha estado bajo la amenaza de este hombre, pero no entendíamos hasta qué punto. Ahora, estoy seguro de que está siendo perseguida. Una camioneta negra la ha estado siguiendo, y es muy probable que la hayan secuestrado.
El rostro de Adrián se endureció. Tomó una respiración profunda y, sin perder tiempo, comenzó a hacer llamadas a sus contactos.
— No vamos a quedarnos de brazos cruzados. Vamos a encontrarla, ahora mismo. — dijo con determinación, su voz firme como una roca.