El aire en la habitación estaba pesado y cargado de polvo, un aroma rancio que se filtraba en cada rincón, envolviendo a Lina en una sensación de claustrofobia. Su antigua habitación, tan sucia, tan oscura, tan olvidada... Esa misma habitación donde todo había comenzado, donde había experimentado su peor sufrimiento.
Lina miró a su alrededor, las paredes manchadas de humedad, la ventana cubierta por polvo y telarañas, sin luz, sin calor. Todo lo que le rodeaba le recordaba a su pesadilla, a la vida que había dejado atrás. La misma prisión que su tío Erik había preparado para ella en su infancia.
El dolor en su pecho era insoportable, pero Lina lo ignoró. En su lugar, un fuego comenzaba a crecer dentro de ella, un fuego que se estaba desbordando. La rabia que había estado acumulando durante todos esos años de sufrimiento, todo ese odio hacia el hombre que la había traicionado y vendido, estalló de una vez.
Erik, su tío, se encontraba de pie cerca de la puerta, observándola con una sonrisa fría en el rostro, como si nada hubiera cambiado. Como si su vida estuviera bajo su control, como siempre lo había estado.
— ¿Te acuerdas de este lugar, Lina? — dijo él, con tono burlón. — Este es tu hogar. Aquí, es donde perteneces.
Lina lo miró fijamente, su respiración era rápida y entrecortada, pero su expresión no mostraba miedo, sino un odio tan profundo que parecía incendiar el aire entre ellos.
— No me hagas reír. — dijo ella, la voz tensa y llena de desprecio. — Este lugar es lo más cercano al infierno que existe.
Erik, indiferente a sus palabras, se acercó lentamente, y su risa llena de crueldad llenó la habitación.
— ¿Crees que puedes hablarme así, después de todo lo que has hecho? — le respondió, mientras se inclinaba hacia ella. — Eres mía, Lina. No importa lo que pienses, no tienes a dónde ir.
El comentario de su tío la hizo estallar en un ataque de ira. ¿Cómo se atrevía a decirle eso? La indignación la consumió. Lina dio un paso adelante, sus puños apretados, y gritó:
— ¡No eres nadie para decirme lo que soy! ¡Te odio!
Erik levantó una ceja, como si estuviera sorprendido por la valentía de su sobrina, pero pronto su expresión se endureció.
— Tienes la lengua muy afilada, pero eso no va a salvarte, Lina. — dijo con desdén. — Sabes lo que te espera, ¿verdad?
Lina lo desafió con la mirada. Ya no era la niña asustada que había sido años atrás. Ya no. El miedo se había ido, reemplazado por una furia imparable.
— ¿Me vas a amenazar? — replicó Lina con una risa amarga. — ¿Te crees tan superior?
Erik no contestó de inmediato. En su lugar, dio un paso atrás y cruzó los brazos sobre el pecho, observándola como si estuviera contemplando a una pieza de ajedrez.
— Te voy a hacer una propuesta, Lina. — dijo, su tono ahora más frío. — Si te comportas, si sigues mis órdenes, te daré lo que te corresponde. Si no lo haces, te quedas sin comer.
Lina tragó saliva, pero su orgullo no le permitió mostrar debilidad. Su estómago rugía de hambre, pero eso no era suficiente para hacerla ceder.
— ¿Crees que me importa? — le respondió, burlándose. — No me vas a doblegar.
Erik frunció el ceño, un brillo de irritación cruzó su mirada, y con un simple gesto de su mano, los guardias que siempre lo acompañaban entraron en la habitación, uno de ellos con una bandeja de comida.
— Te dije que no ibas a comer. — Erik dio un paso hacia ella, señalando la bandeja que uno de los guardias llevaba. — Y ahora, te haré recordar quién manda aquí.
Lina miró la bandeja, un plato con algo que parecía comida podrida, fría. Era más que obvio que lo que querían era humillarla, y lo lograrían si cedía. Pero Lina no iba a ceder. No podía.
— Haz lo que quieras, pero no me voy a rendir. — dijo, la rabia reflejada en su rostro.
Erik la observó unos momentos, con esa sonrisa sádica que tanto odiaba.
— Te voy a dejar sin comida hasta que te comportes. No te va a gustar lo que eso hace con tu cuerpo, Lina. — advirtió, su tono bajando a un susurro casi peligroso. — No tienes a dónde ir. Estás atrapada.
Lina se acercó a él, con la mirada llena de odio, pero sin miedo.
— Tú eres el que está atrapado, Erik. — le dijo con firmeza, mientras se giraba para caminar hacia el rincón más oscuro de la habitación. — Yo nunca seré lo que tú quieras que sea.
La furia en sus ojos era innegable. Erik no pudo evitar sentirse incómodo ante esa determinación. Por primera vez en mucho tiempo, Lina no tenía miedo. Ella había resistido demasiado para caer ahora.
Erik la observó en silencio mientras los guardias se retiraban de la habitación. Un aire denso se quedó entre ellos, una tensión palpable que llenaba el espacio. A medida que la puerta se cerraba, Lina se dejó caer al suelo, cerrando los ojos, respirando profundamente.
El mundo seguía siendo oscuro a su alrededor, pero ella ya no tenía miedo de la oscuridad. No importa cuánto intentaran destrozarla, Lina sabía que siempre se levantaría, siempre lucharía.
Y algún día, ella encontraría una salida.
Y sí, lo dejo justo aquí porque me encanta verlas sufrir un poquito. Las quiero. Nos vemos en la siguiente actualización.😶🌫
Con Cariño, Aya Bachiri