El aire frío de la noche acariciaba la piel de Liam mientras él, Valeria, Alice y su padre, Adrián Weston, se encontraban frente al almacén donde Lina estaba cautiva. El lugar, rodeado de un silencio ominoso, estaba envuelto por la oscuridad de la madrugada. Sólo las luces de las farolas cercanas iluminaban débilmente el camino hacia la entrada.
–Es ahora o nunca– pensó Liam, con el corazón acelerado. Tenía que salvar a Lina, no importaba lo que tuviera que hacer. Su mirada se fijó en el almacén. Sabía que el tiempo corría. Si su tío Erik y Alejandro se enteraban de que estaban ahí, las consecuencias serían impredecibles.
Adrián, con su rostro serio y determinante, dio una última instrucción.
— Recuerden, no podemos hacer ruido. El almacén está lleno de guardias y necesitamos la sorpresa de nuestra parte. Yo me encargaré de las cámaras de seguridad. Ustedes vayan hacia la entrada trasera.
Valeria y Liam asintieron, su mirada llena de determinación. Alice, que aún no se sentía del todo merecedora de la confianza de los demás, se mantenía a un lado, observando con temor lo que estaba por venir.
— ¿Estás lista? — le preguntó Valeria a Alice, con el ceño fruncido pero también con una pizca de compasión. Sabía que la culpa de Alice por haber ayudado en el secuestro la acompañaría por siempre, pero en ese momento no era el momento para reproches. Solo importaba sacar a Lina de allí.
Alice asintió sin decir palabra, apretando sus manos nerviosas. Nadie quería ver la debilidad en ella, no ahora.
— Nos vemos dentro.— Adrián añadió mientras se alejaba hacia el interior de la camioneta, donde comenzaría a hackear las cámaras de seguridad del almacén. No podía arriesgarse a que lo descubrieran.
Liam y Valeria se dirigieron rápidamente hacia la parte trasera del almacén, utilizando las sombras para esconderse. Todo estaba en silencio, pero una sensación de peligro palpable se cernía sobre ellos. Al acercarse a una de las ventanas traseras, pudieron ver la figura de un guardia patrullando cerca. Liam hizo una señal con la mano para indicar que se quedaran quietos. Ambos se quedaron inmóviles, esperando a que el guardia se moviera.
El tiempo pasó lentamente, pero por fin, después de lo que pareció una eternidad, el guardia se alejó hacia otro lado del almacén.
"Ahora." Liam susurró.
De un salto, ambos se deslizaron por la ventana trasera, entrando sin hacer el menor ruido. El olor a moho y a metal viejo llenaba el aire. Las luces tenues y parpadeantes daban una sensación de claustrofobia. El corazón de Liam latía con fuerza. Se agachó y empezó a caminar en silencio, señalando a Valeria que lo siguiera.
Las voces lejanas de los guardias se escuchaban. Parecía que había más de los que habían imaginado.
–¿Cuántos crees que hay? — susurró Valeria, mirando alrededor.
–Más de los que esperábamos.— Liam respondió en voz baja. Pero tenemos que seguir adelante. Lina nos necesita.
Se adentraron más en el almacén, el eco de sus pasos ahogados por la vieja maquinaria y los montones de cajas apiladas. De repente, se escuchó un sonido proveniente de una esquina. Un guardia estaba justo delante de ellos.
–¡Quietos! — gritó el guardia al verlos, señalando con su arma hacia ellos.
Liam no dudó ni un segundo. Se lanzó hacia el guardia con una rapidez que sorprendió a Valeria. Un fuerte golpe a la mandíbula hizo que el hombre cayera al suelo, pero no sin antes alertar a los demás con su caída.
–¡Más vienen! — Valeria gritó, empujando a Liam hacia una sombra para cubrirse.
–No tenemos tiempo para esto. — Liam dijo, respirando entrecortadamente. –Tenemos que encontrar a Lina.
Ambos se levantaron, y rápidamente, decidieron tomar otro pasillo que los llevara a un área más profunda del almacén. Pero pronto, el sonido de las botas de los guardias resonó por todos lados. No había salida fácil.
¡Rápido! — Liam ordenó, tomando la mano de Valeria para correr por una serie de pasillos oscuros.
La tensión en el aire era insoportable. Tenían que ser rápidos, pero al mismo tiempo, ser invisibles. Cada sombra podía ocultar un enemigo, y el sonido de las pisadas y gritos de los guardias se acercaba cada vez más.
Finalmente, llegaron a una puerta cerrada, con una pequeña ventana. A través de ella, pudieron ver a Lina, inmóvil, atada a una silla en una habitación sucia. Su rostro estaba marcado por la angustia y el cansancio, pero al menos estaba viva. Ella estaba allí.
–Lina...— susurró Valeria, sus ojos llenos de lágrimas al ver a su amiga atrapada.
–Tenemos que sacarla de aquí. — Liam dijo, con voz firme. –Sin ruido. No podemos alertar a más guardias.–
Los dos se acercaron sigilosamente a la puerta. Liam usó una ganzúa que había traído para desbloquearla. El tiempo parecía detenerse mientras la cerradura cedía finalmente.
Al abrir la puerta, encontraron a Lina justo donde la habían visto, pero estaba desorientada y débil. Sus ojos se abrieron cuando escuchó el crujir de la puerta, y su rostro mostró una mezcla de sorpresa y alivio al ver a Liam y Valeria.
— Liam... Valeria... ¿Me han encontrado? — Lina murmuró, con voz débil.
Liam se apresuró a desatarla, y aunque su cuerpo estaba tenso por el peligro, el alivio de verla sana y salva lo invadió. No había tiempo que perder.
Sin embargo, en el mismo momento en que lograban liberar a Lina, el sonido de varios guardias acercándose les heló la sangre.
–¡Nos están rodeando!— Valeria gritó.
Liam miró a Lina, luego a Valeria, y apretó los dientes.
— ¡Corre!— gritó mientras guiaba a Lina hacia el pasillo. –¡No te detengas!
Los tres comenzaron a correr, sabiendo que si no salían de allí en ese preciso momento, el rescate se convertiría en una misión suicida. Los guardias estaban cerca, y el tiempo estaba en su contra.
–¡Rápido, por aquí — Liam gritó, guiando a Valeria y Lina hacia la salida. La puerta trasera ya estaba a la vista, pero los guardias se acercaban cada vez más.