Epilogo

✦ Epílogo ✦

La tarde se deslizaba lentamente por la ventana, derramando un tono dorado sobre el salón. Liam y Lina estaban acurrucados en el sillón grande, rodeados de mantas y cojines que habían ido recogiendo en los últimos días. La ciudad afuera seguía con su ruido constante, pero dentro de aquella habitación, todo parecía silencioso, cálido y seguro.

—Te apuesto a que no puedes quedarte quieta ni un segundo —dijo Liam con una sonrisa traviesa, mientras intentaba abrazarla suavemente sin que ella se escapara.

—¡Eso es trampa! —respondió Lina, intentando zafarse mientras reía—. ¡No puedes atraparme!

Rieron durante varios minutos, entre empujones suaves y carcajadas que llenaban la habitación. Finalmente, Liam consiguió sujetarla, y Lina terminó recostada sobre su pecho, respirando con dificultad por tanto reír.

—Lo admito —dijo ella, con una sonrisa satisfecha—. Eres más fuerte de lo que pensaba.

—Y tú más testaruda de lo que aparentas —respondió él, acariciando suavemente su cabello—. Pero me gusta.

Lina cerró los ojos un instante, dejando que el calor del abrazo la envolviera. Era un momento simple, pero cargado de todo lo que habían pasado juntos: miedo, tensión, incertidumbre... y también confianza, cariño y protección.

Después de un rato, Liam se separó apenas un poco para mirarla a los ojos. Sus manos aún descansaban sobre su cintura, firmes pero suaves.

—¿Sabes? —murmuró—. Me gusta esto. Solo nosotros, sin peligros, sin prisas. Solo... nosotros.

Lina sonrió y le devolvió la mirada, sus ojos brillando con algo entre diversión y complicidad.

—A mí también —respondió—. Aunque no creas, no he tenido muchos días así. Tranquilos, sin que todo se sienta en mi espalda.

—Entonces tendremos más —dijo Liam, con un guiño—. Te prometo que mientras yo esté cerca, tendrás tantos días tranquilos como quieras.

Ella rió, y por un instante, todo parecía detenerse. Las mantas, la luz cálida, la música de fondo, sus risas... todo encajaba perfectamente.

Decidieron levantarse para preparar algo de comer, y en la cocina siguieron bromeando como si fueran dos adolescentes más que dos sobrevivientes de un caos reciente. Liam intentaba cocinar mientras Lina lo distraía, haciéndole cosquillas y robándole mordiscos a escondidas.

—¡Oye! —gritó él, riendo—. ¡Eso no se hace!

—¡Tú empezaste! —contestó ella, mordiendo otra vez un pedazo de pan que había preparado—. Y además, lo mereces.

Cuando finalmente terminaron, volvieron al sillón con platos llenos de comida, sentándose uno junto al otro mientras compartían bocados y miradas cómplices. El mundo fuera de esas paredes podía esperar.

—Prométeme algo —dijo Lina de repente, apoyando su cabeza en el hombro de Liam—. Prométeme que, pase lo que pase, siempre vamos a cuidarnos.

Liam la abrazó más fuerte, sintiendo el calor de su pequeña aliada y amiga, y respondió con una sonrisa tranquila:

—Te lo prometo. Siempre.

Se quedaron así durante horas, entre charlas suaves, risas tontas y silencios cómodos. Cada momento reforzaba la conexión que habían construido: un lazo que no se rompía, aunque el mundo decidiera ponerse en su contra otra vez.

Cuando la noche cayó del todo, se recostaron juntos, observando las luces de la ciudad por la ventana. Lina se acurrucó en el pecho de Liam, y él la rodeó con un brazo, mientras su otra mano jugaba con su cabello.

—Hoy ha sido un buen día —susurró Lina, con voz somnolienta.

—Sí —respondió Liam—. Y habrá más. Esto apenas empieza.

Mientras la ciudad seguía su ritmo y el silencio de la noche llenaba la habitación, los dos se dejaron llevar por la tranquilidad, sabiendo que podían descansar. Pero también sabiendo, en algún lugar de su mente, que la historia no había terminado.

Sin embargo, lo que no sabían era que la persona más cercana a ellos, la que siempre parecía cuidar de todos... también era la que podía hacerles el mayor daño. Valeria estaba observándolos a lo lejos, con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos, y la promesa de que su historia no terminaría tan tranquila como parecía.

Aya Bachiri