A mis queridas tías,
Les regalo a ustedes todo mi cariño,
aunque la distancia nos separe, siempre busco la forma de hacerlas sentir cerca,
como si nada pudiera interponerse entre nosotras.
El amor que siento por ustedes no entiende de kilómetros,
y aunque solo pueda verlas en las vacaciones de verano,
cada encuentro es como un regalo que atesoro con el alma.
A pesar de la distancia, sé que siempre puedo contar con su apoyo,
siempre puedo sentir su amor incondicional,
y sé que, pase lo que pase, siempre estarán ahí para escucharme,
para decirme que soy fuerte y que todo es posible.
Son mi vida entera, y no sé qué sería de mí sin ustedes.
Me hace falta tenerlas cerca, pero el saber que las tengo en mi corazón me da fuerza.
Gracias por siempre abrirme las puertas de sus casas,
por recibirme con tanto amor,
por darme todo lo que necesito y más,
y por nunca dejarme sola.
Gracias por no permitir que la distancia nos separe,
por hacerme sentir amada aunque estemos tan lejos.
Las quiero con todo mi ser,
y aunque no nos veamos todo el tiempo,
esta carta está dedicada a ustedes para recordarles que mi amor atraviesa cualquier barrera.
Viajaría miles de millas solo por pasar esos momentos juntos,
por reír, por hablar, por abrazarnos,
y compartir esos instantes que solo el verano nos puede regalar.
Gracias por ser como son,
por nunca darme la espalda,
por enseñarme el verdadero valor de la familia.
Aunque a veces la vida nos ponga a prueba,
sé que siempre habrá un lazo irrompible entre nosotras,
un lazo que ni el tiempo ni la distancia pueden quebrar.
Las llevo conmigo en cada paso que doy,
y siempre encontraré la manera de volver a su lado,
porque ustedes son mi refugio, mi alegría, mi familia.
Con todo mi amor y gratitud,