El almuerzo en la escuela TVM no era precisamente un evento gourmet. Había bandejas sospechosas, jugo con burbujas que nadie pedía, y muchas miradas, sobre todo cuando uno entraba con el uniforme desarreglado, con un poco de pintura en la cara (gracias clase de arte) y el cabello pareciendo una tormenta.
Así entró Iris, buscando un lugar donde sentarse y rezando porque no estuvieran los populares en su ruta visual.
Spoiler: estaban.
Y en el centro de la mesa como un trono, León, comiendo papas fritas como si le pagaran por hacerlo en cámara lenta.
Ella intentó pasar desapercibida. Pero justo cuando giró para buscar otra mesa...
-¡Hey! -dijo una voz grave. Era León.
Iris sintió que su alma salía de su cuerpo, daba una vuelta por el techo y volvía a entrar.
-¿Yo?
-Sí, tú -dijo él con media sonrisa. ¿Le estaba sonriendo? ¿A ella? ¿En este universo?
-Oh... ¿hola? -saludó con voz aguda, como si hubiera inhalado helio.
-¿Tú eres Iris, cierto?
-Sí -respondió mientras trataba de disimular que acababa de tirar la bandeja al suelo. Adiós papas. Fue un placer.
-Te he visto en historia. ¿Vas a hacer algo el sábado?
Iris sintió que el universo se detenía. Literalmente, creyó escuchar un coro celestial.
-¿El sábado...? Yo... respiro... digo, respiro ese día también... pero no... o sea, no tengo planes -balbuceó como si estuviera aprendiendo a hablar.
-Genial. Vamos al centro. Van a pasar una peli buena en el autocine.
-¿Una cita? -le salió sin pensar.
Él se encogió de hombros con esa actitud de "soy guapo, lo sé y me da igual".
-Como quieras llamarlo.
-¡Claro! Sí, me encantaría, me fascinaría. Me superencitaría... ¡ay no, esa palabra no existe!
León solo rió con un gesto de "esta chica es rara pero meh" y volvió a su mesa como si nada. Ella se quedó ahí, en shock, aún con el tenedor en la mano.
En eso apareció Reik, justo a tiempo para presenciar cómo Iris hablaba sola.
-¿Estás... bien? ¿Te hiperventilas normalmente o es algo de hoy?
-¡Tengo una cita! ¡Una citaaaa! -gritó bajito pero emocionada mientras salían del comedor.
-¿Con el chico del equipo? -preguntó Reik con tono neutral. Muy neutral. Sospechosamente neutral.
-¡Sí! Es mi primera cita. ¡Mi primera cita! Pero... -se detuvo de golpe en mitad del pasillo, como si un rayo la hubiera golpeado-. ¡Oh no! ¡Yo no sé besar!
Reik se detuvo también, mirándola.
-¿Qué?
-¡NO! ¡Nunca he besado a nadie! ¿Y si espera un beso al final? ¿Y si me muero de nervios y le doy un cabezazo? ¿Y si se ríe de mí? ¿Y si... me da asco? ¿¡Y si le doy asco yo!?
Reik soltó una carcajada. Pero no de burla, sino de esas carcajadas sinceras, con la cabeza hacia atrás y los lentes cayéndosele un poco por la nariz.
-Bueno... supongo que ahora solo queda una solución -dijo con una sonrisa traviesa.
Iris lo miró con los ojos bien abiertos.
-¿Cuál?
-Te consigo un casco y practicamos con una sandía. O tú decides.
Ella le pegó suave en el brazo, riendo también.
-No te burles de mi desgracia sentimental.
-No me burlo. Me divierto contigo.
Y sin decir más, Reik la miró un segundo más de lo normal. Como si la viera de verdad. No como "la chica rara que grita sola", sino como... Iris.
Y eso, aunque ella no lo notó, le empezó a doler un poquito.
El sol de la tarde los acompañaba en el camino de regreso a casa. Reik caminaba tranquilo, con los audífonos colgando del cuello y su mochila cruzada como si no tuviera ninguna preocupación. Iris, en cambio, parecía flotar de emoción... o nervios... o azúcar mental. Algo así.
Pasaron por una pequeña plaza. Árboles, banquitas y un carrito de algodón de azúcar estacionado justo en la esquina.
-¡ESPERA! -gritó Iris como si hubiera visto a una celebridad.
Reik dio un salto.
-¿Qué pasó? ¿Un ladrón? ¿Un oso? ¿Un León?
-Peor. ¡Algodón de azúcar!
Y salió corriendo como si el mundo dependiera de ello. Un minuto después, regresó con un enorme algodón rosado, casi tan grande como su cabeza. Sus ojos brillaban de felicidad.
Reik la miró divertido.
-Sabes... para ser una chica tan linda, casi matas al pobre chico por un poco de azúcar.
-Shhh -le susurró, acercándose como si fuera un agente secreto-. Mamá no me deja comer mucha azúcar... dice que me pongo más hiperactiva que de costumbre. Así que este es nuestro secreto.
-Ajá... Entonces no has besado a ningún chico y comes dulces a escondidas. Toda una chica mala, Iris.
Ella le dio un codazo, pero no pudo evitar soltar una carcajada.
-Cuidado, Reik. Estás a un comentario más de recibir un chorro de azúcar en la cara.
-Acepto el riesgo -respondió, quitándole un pedacito del algodón con una sonrisa.
Cuando llegaron a la entrada de su calle, aún iban comiendo y riendo. Justo en ese momento, el padre de Reik salía en su camioneta, con una camiseta deportiva sin mangas, un termo bajo el brazo y una mirada seria pero cálida.
-¡Voy a una reunión! -le gritó a Reik-. Llego más tarde, hijo. Pide algo si tienes hambre, ¿está bien?
-Sí, papá -respondió Reik con naturalidad.
-Y tú -le dijo el señor, asomándose un poco por la ventana hacia Iris- cuídalo. Este niño no puede ni hervir agua sin hacer un desastre.
Iris se rió y asintió, haciendo un saludo militar.
-Entendido, jefe.
Cuando la camioneta se alejó, Iris lo miró con una sonrisita.
-Tu papá es muy agradable.
-Sí -dijo Reik con cierto orgullo-. Es un gran papá. Aunque pasa más tiempo luchando...
-¿Cómo? ¿Tu papá... lucha con quién?
-Es ex boxeador profesional -respondió Reik, como si nada-. Ahora entrena a los próximos campeones. Por eso siempre anda de reunión en reunión y con esas camisetas de Hulk.
#1017 en Otros
#363 en Humor
#3082 en Novela romántica
humor, amistad amor ilusion tristeza dolor, humor aventura secretos y traciones
Editado: 23.08.2025