Iris estaba completamente cómoda en su cuarto, envuelta en una manta suave, abrazando su enorme almohada en forma de pizza con ojos sonrientes. En la pantalla, una comedia romántica que había visto mil veces seguía su curso mientras ella metía la mano en una bolsa de papas fritas a medio terminar.
Su madre se había ido hacía media hora al hospital. Tenía guardia nocturna y no volvería hasta la noche siguiente. Un respiro absoluto. Nadie que la juzgara por comer dulces, ver películas cursis o usar los calcetines de unicornio.
Habían pasado unos días desde el gran incidente.
Su madre la había encontrado en el frente de la casa, besándose con León, como si fuera una escena de película barata. Gritos, sermones, y castigo inmediato. Nada de salidas, celular supervisado y vigilancia vecinal nivel FBI.
Pero esta noche... estaba sola.
Su celular vibró.
Reik:
¿Te gustaría salir? Mi papá presenta a su nueva promesa en el ring esta noche. Hay sangre, drama y palomitas gratis.
Iris rodó los ojos, riendo sola. Claro que él la tentaría justo cuando tenía prohibido respirar aire fresco.
Iris:
Estoy castigada 🥹😒 ¿Recuerdas? León, mamá llegando, beso... 🙄👀
Reik:
¿Tu mamá no tiene guardia?
Iris:
Sí. Hasta mañana.
Reik:
Entonces nos escapamos. 👀
Iris:
Mal plan 🤣 La vecina si me ve salir seguro llama a mi mamá como si fuera la CIA.
Reik:
Buhh vecinas metiches 🙄
Iris rió y mordió una gomita con intención. Una idea, tan absurda como emocionante, se le cruzó como un rayo.
Iris:
¿Y si vemos una película mejor? Aquí.
Reik:
¿No estás castigada? 👀
Iris:
Puedes entrar por la ventana... 🤭
Unos segundos de silencio.
Reik:
Voy en camino. No me denuncies si me rompo una pierna.
Iris:
Solo si gritas como niña 😌
Ella dejó el celular a un lado, se sentó de golpe y miró su reflejo en la pantalla del televisor. Su corazón ya latía un poco más rápido.
El sonido de la película seguía de fondo, pero Iris ya no estaba concentrada. No desde que Reik le dijo "voy en camino". Se levantó de la cama, recogió una envoltura del suelo y la tiró al cesto. No porque le molestara el desorden, sino porque... bueno, porque él iba a verla. Por la ventana. A su cuarto. De noche.
Estaba nerviosa. Aunque intentaba no admitirlo.
El sonido de unos golpes suaves en el vidrio la hizo girar.
Ahí estaba Reik, medio encorvado, con una sonrisa traviesa y el cabello alborotado por el viento.
—Si mi papá se entera de que entré por la ventana del cuarto de una chica —susurró mientras trepaba con torpeza—, voy a terminar como estatua con una placa de "Mal Ejemplo del Año".
Iris se rió bajito, alzando una ceja.
—¿No se supone que eso es justo lo que los padres aplauden en sus hijos?
—Nah, el mío prefiere que evite cosas extremas. Como lanzarme por ventanas, enamorarme o romperme un hueso.
—Tu papá me cae mejor cada día —bromeó ella, dándole espacio para entrar por completo.
Reik aterrizó con un suspiro teatral y miró alrededor del cuarto.
—¿Qué película vemos?
—Iba a poner una de comedia romántica —respondió ella, bajando la mirada un segundo, consciente (o no tanto) de su short con estampado de pizza y esa blusita de tirantes que apenas tocaba su cintura.
Reik rodó los ojos con una sonrisa.
—Claro, lo más cool de todo el catálogo.
—Iré a buscar más golosinas y refresco —dijo Iris rápidamente, girándose hacia la puerta, más por necesidad de respirar que por hambre.
Minutos después, Iris subía con una bandeja llena de chocolates, refrescos y palomitas, intentando no dejar caer nada. Pero al entrar al cuarto se detuvo de golpe.
Fifi, su perrita, estaba acurrucada justo en el pecho de Reik, como si llevara toda la vida ahí. Él la acariciaba con una mano, y la otra reposaba detrás de su cabeza, relajado. Demasiado.
—¿La sobornaste o qué? —preguntó Iris entrecerrando los ojos.
Reik alzó la vista, pero tardó en hablar. La mirada se le quedó unos segundos más de la cuenta en ella.
—No... ella es dulce —dijo por fin, mirando a Fifi, aunque sus ojos habían estado claramente en otra cosa.
—Iré a fingir que te creo —murmuró Iris, dejando la bandeja en la mesita.
Se sentó en la cama, con la espalda pegada al cabecero y las piernas estiradas, buscando ponerse cómoda. Justo en ese instante, Fifi giró la cabeza, la miró... y le ladró.
Un ladrido chiquito pero con toda la intención.
Reik estalló en carcajadas.
—Iris, creo que le caigo bien.
—¿Le caes bien? —bufó ella, mirando a su perrita con traición en los ojos—. ¡Bájate, él es mío!
Lo dijo. En voz alta.
Silencio.
Los ojos de Reik se abrieron un poco, divertido. Iris, congelada, quiso tragarse el aire del cuarto.
—Ok, lo dije en voz alta... —susurró llevándose las manos a la cara.
Reik sonrió. Una sonrisa de esas que suben lento por una sola comisura, con peligro.
—Y yo no voy a olvidarlo jamás.
La película ya había empezado, pero Iris no procesaba absolutamente nada.
Acabo de gritar que él es mío. En su cara. ¡En su cara!
Estaba recostada en su lado de la cama, las piernas estiradas sobre la colcha con estampado de estrellas, su almohada de pizza atrapada entre los brazos... y un colapso mental amenazando con arruinarle la noche.
Reik, a su lado, se veía relajado. Demasiado relajado para estar en la cama de una chica a la que, literal, acababan de reclamar en voz alta como "propiedad emocional".
Pero si algo no estaba relajado, eran los ojos de él. Cada tanto, sus pupilas se deslizaban con poca disimulación hacia las piernas largas de Iris, que asomaban por debajo del diminuto short con estampado de pizza derretida, Fifi seguía en su pecho, como si no quisiera perderse ni un segundo del momento.
#692 en Otros
#267 en Humor
#2063 en Novela romántica
humor, amistad amor ilusion tristeza dolor, humor aventura secretos y traciones
Editado: 08.09.2025