El beso fue más urgente. Más profundo.
Las bocas se buscaron con hambre, con necesidad contenida.
Las manos de Reik rodearon su cintura, atrayéndola como si necesitara sentirla más cerca para seguir respirando.
Las de Iris subieron por su cuello, enterrándose en su cabello suave y desordenado.
El calor subió al instante.
El silencio lo llenaban los latidos, las respiraciones agitadas, el sonido húmedo y dulce de un beso que no quería terminar.
Reik la alzó sin esfuerzo, sentándola en la encimera.
Ella quedó jadeando, su pecho subiendo y bajando bajo la blusita de tirantes.
Él, de pie frente a ella, la miró como si fuera irreal.
—No tienes idea de lo linda que estás ahora mismo —dijo él, ronco, con la voz cargada de deseo contenido.
—Y tú no tienes idea de lo rápido que estoy olvidando que estoy castigada —respondió Iris, medio riendo, medio temblando.
Las risas se mezclaron con el aliento compartido.
Y cuando él se acomodó entre sus piernas, apoyando las manos a cada lado de sus muslos, el mundo pareció detenerse.
—¿Quieres que me quede? —susurró Reik, sin moverse.
—Quiero que no te vayas —dijo ella, sin pensarlo dos veces.
Ya bajo las mantas, acurrucados como si sus cuerpos encajaran perfecto, la habitación se llenó de una calma peligrosa.
La luz tenue dibujaba sombras suaves sobre sus rostros.
Reik susurró, su aliento tibio rozando la piel de Iris.
—Creo que ahora tengo un problema —murmuró Reik, su aliento tibio acariciándole el cuello.
Iris alzó la vista, con el corazón palpitando.
—¿Problema?
—No creo que quiera irme... y mucho menos dejar que alguien más se acerque a ti.
Iris sintió que el pecho le latía tan fuerte que casi dolía.
—¿De verdad? —preguntó, tocando su pecho con la yema de los dedos.
—Y tú también tienes un problema —añadió él, acariciando su brazo desnudo con suavidad—. Porque ya no vas a querer ver esas películas cursis sola nunca más.
Iris rió bajito. Reik se inclinó, sus labios rozando los de ella con suavidad, provocando un temblor en todo su cuerpo.
Ella respondió al beso, suave al principio, luego con más ganas.
De repente, un sonido agudo cortó el momento.
BIP... BIP... BIP...
El celular de Reik vibró, insistente, rompiendo el momento.
Reik bufó, se levantó con pereza y contestó:
—¿Qué pasa?
—¿Dónde andas metido? Estoy en tu habitación —se oyó la voz inconfundible de Erik, su hermano.
Reik se tensó.
—Eh... estoy... estoy entre... —tartamudeó— un rato más y llego a casa.
—Ok, te espero. Y más te vale llegar rápido, porque no quieres que papá empiece a hacer preguntas.
Reik bufó con fastidio.
—Sí, sí, ya voy —respondió resignado, apagando el celular.
Volvió a la cama donde Iris lo miraba con una sonrisa divertida.
—Creo que ya me descubrieron —dijo con media sonrisa—. Pero no les voy a contar que estaba aquí... besando a una chica.
Ella rió, tapándose con la manta hasta la nariz.
—Muy sensato.
La noche se había vuelto un torbellino de emociones para Iris. Sentada en su cama, aún abrazando su almohada de pizza como si fuera un escudo, el sonrojo en sus mejillas era imposible de ocultar.
Fifi, en el suelo, la miraba con esos ojos grandes y tristes, como si supiera que alguien muy especial estaba a punto de irse.
él hacia la ventana. Fifi siguió a Reik con la mirada, suspirando con un pequeño ladrido lastimero.
Reik abrió la ventana con cuidado, asomó la cabeza hacia afuera y luego se giró hacia ella.
—Buenas noches, Iris. Gracias por esta noche... —dijo con voz baja, casi un susurro.
Ella no pudo evitar reírse nerviosa.
—Gracias a ti... por ser tan... tú.
El viento fresco entró mientras Reik comenzaba a descender por la pared con agilidad.
Iris se quedó en el umbral, con la almohada apretada contra su pecho, sintiendo cómo todo dentro de ella era un revoltijo de felicidad, nervios y... un poquito de locura.
De repente soltó un pequeño grito alegre, casi sin control.
—¡Reik! ¡Ten cuidado!
Él la miró desde abajo, con una sonrisa divertida.
—No te preocupes, soy casi un ninja.
Fifi ladró otra vez, más fuerte, como si protestara por la partida.
Iris se agachó y acarició a su perrita con ternura.
—No llores, Fifi. Pronto volverá.
El chico ya había desaparecido en la oscuridad, y la luz de la luna iluminaba a Iris, todavía sonrojada, con una sonrisa enorme, abrazando su almohada de pizza. En su pecho, un cosquilleo que prometía que esa noche no la olvidaría jamás.
De vuelta en su cuarto, Reik entró por la ventana y casi resbaló. Erik lo esperaba con los brazos cruzados y una ceja alzada.
—¿Dónde estabas, Romeo?
—Shhh.
—tú deberías estar enfermo, ¿recuerdas?
Reik rodó los ojos, dejándose caer en una silla.
—¿Podemos saltarnos la parte en la que haces de mamá controladora?
Erik lo observó con picardía.
—No. No hasta que me digas: ¿quién es la chica? ¿Y hasta dónde llegaron?
—Nada que te interese. Solo... besos. Muchos.
Erik soltó una risa.
—Entonces, ¿por qué tienes cara de que acabas de tocar el cielo?
Reik bajó la mirada, más serio.
—Porque creo... que me estoy metiendo más de lo que esperaba. Y no sé si ella todavía siente algo por otro.
Erik se recostó con una sonrisa sabia.
—Bienvenido al caos, hermano menor.
Iris despertó con una enorme sonrisa que parecía iluminar toda la habitación. Su almohada de pizza estaba a un lado, olvidada, porque el calor que sentía por dentro no se comparaba con ninguna comodidad.
Su teléfono vibró sobre la mesa de noche. Con una mano aún adormilada, lo tomó y vio dos mensajes nuevos.
El primero, de su madre:
"Espero que te estés portando bien 😒"
Iris soltó una risita.
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Editado: 08.09.2025