Entre Lentes y Algodones de Azucar

Capítulo 12: Torta de piña y galletas inesperadas

Iris caminaba al lado de su madre con cuidado, sosteniendo entre las manos la torta de piña recién hecha, decorada con rodajas brillantes y ese aroma dulce que parecía llenar el aire antes incluso de entrar a la casa.

El vestido que llevaba puesto no lo había elegido ella, pero cuando se miró al espejo antes de salir, no pudo evitar sonreír: corto, sin mangas, de fondo blanco con rosas rosadas y hojas verdes, ajustado en la parte superior con un coqueto escote en forma de corazón, y una falda con vuelo juvenil. En los pies, tacones bajos blancos con pulsera en el tobillo completaban el look romántico y veraniego.

—Mamá, ¿segura que Fifi no puede venir? —preguntó con un puchero.
—Con tanta gente y ruido, se estresaría. Mejor que descanse —respondió su madre, firme pero cariñosa.

Al llegar a la casa de Reik, fue la vecina —la organizadora de todo— quien abrió la puerta con su eterna sonrisa.
—¡Pasen, pasen! ¿Es torta de piña? ¡Mi favorita! Eres un encanto, Iris. Y vienes guapísima.

—Gracias… —murmuró ella, sonrojada.

El interior estaba lleno de adultos: risas, charlas animadas, copas tintineando. Su madre saludaba a todos con soltura mientras Iris se quedaba un poco atrás, observando.

Y entonces lo vio.

Reik salió de la cocina con un trozo de galleta en la mano, pero lo que realmente la dejó sin aire fue él mismo: pantalón marrón ajustado, camisa blanca que dejaba entrever sus abdominales, el cabello en ese punto perfecto entre “peinado” y “desordenado”, y sus lentes dándole un aire irresistible.

Iris sintió cómo sus mejillas ardían. Reik la vio enseguida. Y sonrió.

—Hola —dijo él, acercándose.

El corazón de Iris dio un salto. Apenas iba a responder cuando Erik apareció detrás de su hermano, saludándola con simpatía y haciendo que la tensión se disipara por unos segundos.

Hasta que sonó el timbre.

Todos voltearon, y ahí estaba.

La chica. La misma que había besado a Reik en la mejilla en la escuela.

Entró con paso seguro, cargando una bandeja de galletas perfectamente ordenadas. Saludó a los adultos con soltura, como si conociera a todos de toda la vida, y luego caminó directo hacia ellos.

—Iris, ¿verdad? —preguntó con una sonrisa encantadora.
—Sí… un gusto —contestó Iris, incómoda.
—El placer es mío.

La joven se giró hacia Reik, lo saludó con un beso en la mejilla y lo abrazó con confianza, como si no hubiera nadie más en la sala.

Iris tragó saliva. La ilusión que había sentido hacía un momento se deshizo en el aire.

—Creí que estabas ocupada —dijo Reik, arqueando una ceja.
—Lo estaba, pero no iba a perderme tu fiesta de bienvenida. Y mucho menos tu invitación.

El mundo de Iris se detuvo.
¿Su invitación?

Se dejó caer en el sofá, apretando el celular en sus manos. Fingió mirar videos en TikTok mientras la música y las risas de la fiesta la envolvían, aunque por dentro se sentía aislada. Cada tanto sus ojos volvían a Reik… y al parásito que no se despegaba de él.

De pronto, esa misma chica se inclinó hacia ella con la misma sonrisa falsa de antes.

—Iris y… ¿León? —dijo como quien lanza un chisme con veneno.

Iris levantó apenas la mirada.
—¿Ah?

—¿No es tu novio? ¿No lo invitaste?

—No. —respondió seca.

—¿Por qué? ¿Están peleados? —preguntó con un interés que claramente no era inocente.

“¿Y a esta qué le importa?”, pensó Iris, apretando más fuerte el celular.

—No. Simplemente no lo invité.

—¿En serio? Qué raro… se supone que como su novia deberías…

—No —lo cortó Iris, con una calma fingida—. No debería invitarlo a todo. Es mi novio, pero no mi chicle.

La chica se quedó callada unos segundos, evaluándola. Luego sonrió de medio lado, como si acabara de encontrar la grieta exacta para clavar el cuchillo.

—Ah, ¿en serio? Yo pensé que no lo habías invitado por tu amistad con Reik.

Iris levantó la vista del teléfono, clavando los ojos en ella.
—¿Y qué tiene eso que ver?

La otra sonrió más amplio, inclinándose apenas.
—Tengo entendido que León no es fan de Reik… pero eso me imagino que ya lo sabes, ¿no? Eres su novia.

Iris parpadeó lentamente, guardando el celular en el bolso. La sonrisa forzada de la otra no la engañaba.
—Claro que lo sé. Pero eso no cambia nada.

—Oh —canturreó la chica, disfrutando demasiado—. Pensé que no lo habías invitado justo por eso. Ya sabes… para no incomodar a nadie.

—Iba a decir que no me gusta dar explicaciones de cada paso que doy —replicó Iris con una media sonrisa, devolviéndole la pulla.

La chica soltó una risita y desvió la mirada hacia Reik, pegada de nuevo a él como sombra.

Iris respiró hondo, decidida a no darle más importancia. Aunque, en el fondo, intuía que esa chica no había venido solo a traer galletas.




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