Entre Lentes y Algodones de Azucar

Capitulo 13: Es un amigo.

La fiesta avanzaba, pero Iris ya no sonreía.
Erik, el hermano de Reik, se empeñaba en sacarle risas con chistes y ocurrencias, e Iris fingía reír, aunque en realidad sentía que su pecho se apretaba cada vez más.

Cuando por fin decidió que era mejor salir a tomar aire, escuchó unas risas que venían del pasillo lateral. La curiosidad la empujó a acercarse, aunque una voz dentro de ella suplicaba que no lo hiciera.

Y lo vio.

Reik, de pie, con esa chica. Ella tenía las manos apoyadas en sus hombros, él la sostenía por la cintura. Sus rostros estaban peligrosamente cerca, demasiado.

—Gracias por invitarme, la he pasado genial —susurró la chica, inclinándose un poco más hacia él.

Iris no quiso ver el final de esa escena. Sintió un nudo en la garganta y, sin pensarlo, salió corriendo hacia la sala.

Su madre la llamó al verla pasar apresurada, y ella, con una voz que apenas le salía, le dijo que no se sentía bien, que le dolía la cabeza. Su madre, preocupada, se despidió rápidamente de los vecinos y juntos salieron de la casa.

Al llegar, Iris subió corriendo las escaleras. Fifi la recibió moviendo la cola, pero apenas la tocó, Iris se derrumbó. Se arrodilló en el suelo y abrazó a su perrita con fuerza, dejando que las lágrimas corrieran sin freno.

Su madre entró poco después con una pastilla en la mano. Al verla así, se alarmó.
—Iris, cariño, ¿Qué te pasa? ¿Te duele mucho?

Iris no respondió. Solo se lanzó a sus brazos y lloró, como si necesitara que alguien la sostuviera para no romperse del todo. Su madre la apretó contra su pecho, sin saber qué pasaba, pero como si quisiera protegerla de todo lo malo del mundo.

En la mente de Iris los pensamientos se arremolinaban crueles, uno tras otro.
Qué idiota eres.
¿Cómo podía sentirse así por un chico que supuestamente era solo su amigo?

Sí, Iris, un amigo.
Un amigo que la había besado y la había dejado sin aliento.

¿Por qué era tan difícil de entender? ¿Por qué no podía aceptar que ella ya tenía novio, al chico que siempre había soñado, y que Reik podía estar con quien quisiera sin que eso tuviera nada que ver con ella?

Y sin embargo... ¿por qué dolía tanto?
¿Por qué sentía que su corazón se partía en dos cada vez que lo veía con otra?

Su madre la obligó a darse un baño tibio, tomarse una pastilla y acostarse junto a ella. Iris, agotada, terminó quedándose dormida entre sus brazos, sintiendo cómo la mano de su madre acariciaba suavemente su cabello hasta que el sueño la venció.

Cuando volvió a abrir los ojos, la luz de la mañana entraba por la ventana. Su madre entraba con una bandeja, un desayuno caliente y otra pastilla para el malestar.

—¿Cómo sigues, cariño? —preguntó con voz dulce.
—Estoy mejor, mamá.
—Me alegro... hoy me tomaré el día.

—Mamá, estoy bien, no tienes que...
—Shhh —la interrumpió con una sonrisa tierna pero firme—. Eres mi hija, no puedes andar por ahí fingiendo estar tranquila si estas enferma. Desayuna, y baja que vamos a ir a hacerte unos exámenes, para estar seguras.

Iba a protestar, pero ante la mirada de su madre solo pudo suspirar.
—Mamá, exageras un poco.
—Ah, nada, señorita. Come y baja, no me hagas arrastrarte, Iris.

Después del desayuno, y de un taxi hasta la clínica para hacerse los benditos exámenes —innecesarios a sus ojos—, Iris pensaba en silencio que jamás podría decirle la verdad: Mamá, el dolor de cabeza es por un chico que no es mi novio, que es mi amigo... pero que me besa como si lo fuera.

—Iris.
—¿Sí? —dijo saliendo de sus pensamientos.
—Estás en las nubes.

—Perdón, mamá... ¿Qué ocurre?
—Te preguntaba cuándo voy a conocer formalmente a ese noviecito tuyo.

Iris se congeló.
—¿Ma... mamá?

—¿Qué? Soy tu madre, tengo que conocerlo de una manera más apropiada, y no sobre los labios de mi hija. Iris, te amo demasiado, eres lo más importante para mí y lo único que quiero es cuidarte. Escucha... yo fui adolescente, sé lo que es tener mariposas en el estómago, pero entiende algo: todo tiene su tiempo.

—Mamá... —susurró ella, incómoda.

—No, me vas a escuchar, Si tuviste las agallas de hacerte novia de un chico sin mi permiso, y no solo eso, sino dejar que te besara frente a MI CASA, entonces también tienes que tener las agallas de escuchar mis reglas.

Iris bajó la mirada.

—Hija, aunque no esté muy convencida, te dejaré salir con ese chico porque sé que eres una chica inteligente. Pero tómalo con calma. Apenas tienes dieciséis años. Ahora es cuando te queda mucho por vivir: historias que leer, salidas con amigas, conocer gente nueva... y sobre todo, todavía no sabes si ese chico será realmente el que quieras para toda la vida.

La voz de su madre se quedó flotando en la mente de Iris, mientras ella asentía en silencio. No podía confesarle lo que en verdad le dolía, pero esas palabras la hicieron pensar que quizás tenía razón: todo tiene su tiempo.




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