Después de pasar todo el día en el hospital con exámenes y chequeos, Iris y su madre regresaron a casa ya entrada la noche.
—Pediré comida china —dijo su madre mirando el teléfono.
—Iris frunció la boca—. Prefiero pizza.
—Hoy no, señorita.
Iba a protestar, pero su celular empezó a sonar.
La pantalla iluminó su rostro: León llamando…
Iris se quedó mirándolo, paralizada.
—¿No vas a contestar? —preguntó su madre arqueando una ceja.
Con un nudo en el estómago, deslizó la pantalla.
—¿Hola?
—Iris, ¿cómo estás? Te escribí y no me respondiste.
—Sí, lo siento… salí con mi mamá.
—Ah, está bien. Oye, ¿estarás ocupada hoy? Me gustaría que fuéramos al cine.
La madre de Iris le hizo señas con la mano. Pásamelo.
Iris entró en pánico, pero no tuvo opción.
—Hola, buenas, León. Soy la mamá de Iris.
Del otro lado, un silencio incómodo.
—Bue… buenas noches, señora.
—Buenas noches. ¿Estás ocupado?
—No, señora.
—Me alegro. Me gustaría que vinieras a cenar. Quiero conversar contigo.
—¿Ahora?
—Sí. ¿No puedes?
—Claro que sí, por supuesto.
—Bien. Aquí te espero.
Cortó la llamada y devolvió el teléfono a su hija.
—¡Mamá! —protestó Iris con la cara roja.
—¿Qué? Es tu novio. Te dije que lo quería conocer formalmente.
—Sí, pero… no puede ser otro día.
—¿Y por qué no hoy? ¿Qué piensas, esconderlo para siempre?
Iris suspiró y subió las escaleras, derrotada. En cuanto abrió la puerta, Fifi la recibió saltando y lamiéndole la cara.
—Hola, mi preciosa. —Iris la acariciaba mientras caía sobre la cama—. Adivina quién viene a casa…
Con solo oír el nombre, Fifi ladró molesta.
—Lo sé, lo sé. No te gusta León, pero compórtate, ¿sí? Es mi novio… y él se merece respeto.
Se dio una ducha rápida, se vistió cómoda pero bonita, y al salir vio la pantalla de su celular iluminada.
Reik: Iris, ¿estás en casa?
Reik: Podemos hablar? Te fuiste sin decir nada.
Reik: ¿Por qué no has respondido mis mensajes? ¿Estás bien?
Iris se quedó mirando el teléfono, sintiendo cómo la garganta se le cerraba. Quería contestar, pero esa imagen en su cabeza —la chica con las manos en los hombros de Reik, él con la mano en su cintura— todavía la perseguía. Dolía.
Dolía demasiado para fingir.
La puerta sonó. Iris bloqueó la pantalla y bajó.
Su madre abrió, recibiendo a León con una sonrisa amable. Fifi gruñó bajito, vigilando cada movimiento mientras él se acercaba. La comida china llegó y los tres se sentaron a la mesa.
La madre de Iris se encargó de un interrogatorio largo, exhaustivo y casi detectivesco. León respondió cada pregunta con calma, sin perder la educación ni la sonrisa. Iris lo miraba en silencio, sorprendida de lo tranquilo y seguro que se mostraba, mientras ella era la que se ponía nerviosa.
En un momento, se sorprendió pensando: Ese chico es guapísimo. Siempre ha sido atento conmigo. Nunca me ha hecho sentir mal, nunca me ha ignorado. En cambio, yo soy la que lo deja esperando, la que cancela planes, la que se queda en silencio…
Y algo extraño se encendió en su pecho.
Quizás es hora de apartarme de Reik. Quizás debo empezar a tomar en serio a León. Merece que lo elija, merece que lo quiera. Yo también merezco ser feliz… ¿no?
Esa noche, mientras Fifi dormía a sus pies, Iris decidió que, al menos por ahora, lo mejor sería poner distancia con Reik. Aunque su corazón gritara otra cosa, su mente le repetía una y otra vez que a veces lo correcto no es lo que quieres, sino lo que crees que debes hacer.
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Editado: 08.09.2025