Entre Lentes y Algodones de Azucar

Capitulo 20: Hospital.

Nota para mis lectores

Hola, queridos lectores.
Quiero informarles que he editado el capítulo para mejorar algunos detalles y darles una mejor experiencia de lectura. Mil disculpas por el pequeño desastre anterior 🙈 y gracias por su paciencia y comprensión.

Espero que disfruten mucho esta nueva edición, hecha con todo el cariño para ustedes.

*******

Iris despertó con la visión borrosa y un frío pegado a la piel, como si hubiera dormido bajo la lluvia toda la noche. Parpadeó varias veces hasta que la habitación fue tomando forma: paredes blancas, una luz azul parpadeando en un monitor, y ese olor a hospital que le revolvía el estómago.

Lo primero que vio fue a su madre, dormida en una silla incómoda al lado de la cama, con la mano fuertemente aferrada a la suya. Apenas movió un poco los dedos, su madre despertó de golpe.

—Iris… —susurró con la voz rota antes de inclinarse y abrazarla con fuerza—. ¡Mi niña!

Un nudo se formó en la garganta de Iris.
—Mami… —alcanzó a balbucear, medio ahogada entre sus brazos.

su madre se echó a llorar sin importarle nada, temblando de alivio.
—Me asustaste tanto… No vuelvas a hacer una locura así, ¿me oíste? No me des este susto nunca más.

Iris asintió rápido, más por miedo a verla llorar que por otra cosa. Se dejó envolver en ese abrazo que la hacía sentirse pequeña y protegida, aunque la culpa le quemara por dentro.

—¿Qué pasó, Iris? —preguntó su madre al separarse un poco, mirándola fijo con los ojos rojos de tanto llorar—. ¿Por qué Reik tuvo que traerte inconsciente? ¿Sabes que estuviste a punto de morir de hipotermia?

Ella tragó saliva, esquivando la mirada de su madre.
—Lo siento, mamá… —murmuró.

Dentro de su mente, la imagen de su padre apareció como un fantasma. Ese hombre. Ese extraño que había vuelto a cruzarse en su camino después de tantos años. No podía decírselo a su madre. No todavía. Verla así, destrozada, le perforaba el pecho.

Mintió.
—Discutí con Reik por una tontería, y ya sabes… yo soy tan yo. Me encontré sola, empezó a llover… lo siento, no quise asustarte.

la madre de ella suspiró y volvió a apretarla contra su pecho.
—No me vuelvas a hacer esto, ¿sí?

Mientras tanto, en el pasillo del hospital, Reik esperaba sentado en un banco metálico, con la cabeza baja y las manos entrelazadas con tanta fuerza que los nudillos se le habían puesto blancos. Tenía el cabello aún húmedo, la ropa pegada al cuerpo y los ojos fijos en el suelo, como si moverse un centímetro pudiera significar perderla.

A su lado, su hermano mayor, Erik, trataba de mantener la calma, aunque la tensión se le notaba en la mandíbula apretada. Cada tanto le ponía una mano en el hombro a Reik, pero él apenas reaccionaba.

De pie, unos pasos más atrás, estaba Reul Rey, el padre. Su porte imponente contrastaba con el cansancio reflejado en sus ojos. Llevaba las manos en los bolsillos de su abrigo, en silencio, observando tanto a sus hijos como a la puerta cerrada de la habitación. No era un hombre de palabras fáciles, pero incluso en su seriedad era evidente la preocupación que lo atravesaba.

El pasillo estaba en silencio, roto apenas por el eco de pasos lejanos y el zumbido de las luces fluorescentes. Reik se inclinó hacia adelante, hundiendo el rostro entre sus manos. La imagen de Iris tirada en el suelo, empapada y sin fuerzas, lo golpeaba una y otra vez, haciéndole sentir que el pecho se le partía.

—Va a salir bien —dijo Erik en voz baja.

Adentro, la madre de Iris trataba de mostrarse fuerte frente a Iris, pero la angustia seguía allí, agazapada. El recuerdo de verla inconsciente en la camilla le seguía pasando por la mente como una película imposible de detener.

Un golpecito en la puerta interrumpió el momento.

El doctor Miguel entró con una sonrisa profesional.
—¿Cómo está nuestra paciente estrella?

—Gracias por cuidar de ella, Miguel —respondió la madre de Iris, con una suavidad en la voz que Iris rara vez le escuchaba.

Él le sonrió.
—Tranquila, es mi trabajo.

—Ajá… —pensó Iris al ver a su madre ligeramente sonrojada. Aquello sí que era extraño.

—Bueno —continuó el doctor—, el salvador sigue esperando afuera. Además, el padre del chico pidió hablar contigo, Elisa. Y también… —miró a Iris con complicidad— quiere saber si puede pasar a verla.

Elisa se levantó enseguida.

—Por supuesto, Iris necesita a su amigo.

Le dio un beso en la frente a su hija y salió junto al doctor. Afuera, al ver a Elisa salir, Reik se incorporó de golpe, con la esperanza reflejada en los ojos. Erik lo sostuvo del brazo para que no se precipitara, y Reul Rey, con la voz grave, se dirigió por fin a Elisa.

— ¿Como esta? — pregunto el hombre visiblemente preocupado.

Dentro de la habitación, Iris se quedó sola, con el corazón latiendo a mil. Sabía que en cualquier momento, él entraría por esa puerta.




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