Entre Lentes y Algodones de Azucar

Capitulo 27: Una oportunidad parte 2

Después de nuestras confesiones, terminamos el helado y bajamos las escaleras tomados de la mano, poco a poco, entre la multitud. Nunca había oído hablar de este lugar, pero ahora podía entender su fama: personas subían y bajaban por todos lados, todos ansiosos por disfrutar de ese momento, y yo solo podía concentrarme en Reik.

Al llegar al estacionamiento, Reik abrió la puerta del auto para mí, pero no entré. Me volteé a verlo, incapaz de contener mis emociones.

—Lo siento, Reik —susurré.

Sin pensarlo, pegué mis labios a los suyos. Por un instante, se quedó sorprendido, pero reaccionó rápidamente. Sus manos subieron a mi cintura, acercándome más. Mis brazos rodearon su cuello y me puse de puntillas, profundizando el beso. Dejé que explorara mi boca, y yo exploré la suya. Sus manos subieron por mi espalda, abrazándome con fuerza, sin dejar ni un milímetro entre nosotros.

Tuve que separarme un poco para tomar aire.

—¿Por qué pides disculpas por besarme? —dijo, con la voz ronca—. Iris, puedes besarme las veces que quieras. Hazlo cuando quieras... hazlo a tu antojo.

El teléfono de Reik sonó, rompiendo nuestro momento. Él sacó el celular, vio el nombre y cortó. Ese gesto, aunque pequeño, dejó un huequito en mi corazón.

era ella

—Reik... ¿y ella? —pregunté, con los celos latiendo en mi pecho.

Él me miro subio una mano y carisio mi mejilla consciente de quién hablaba.

—Solo es una ami...

—¡Ni se te ocurra terminar esa palabra! —exclamé, separándome de sus brazos.

—Iris... —dijo, dando un paso hacia mí.

—No. Que tú me gustes tanto no te da derecho a mentirme —respondí, con la voz temblorosa.

Estaba realmente molesta, pero no era enojo... eran celos. Celos que me quemaban desde dentro.

—No te he mentido, Iris —avanzó un poco más, pero yo retrocedí.

—Idiota... mentiroso —le dije, señalándolo con un dedo—. ¿Cómo puedes mentirme en la cara? ¡Argh! Dan ganas de darte un buen golpe.

Su sonrisa idiota apareció en su rostro, esa que me volvía loca.

—¿Alguna vez te he dicho lo linda que te ves molesta? Tus ojos brillan, tus mejillas se tiñen de un color precioso... me dan ganas de besarte hasta saciarme —susurró, tan cerca que sentí su aliento en mi piel.

Me sonrojé. Volvió a acercar sus labios a los míos, pero mi mente recordó a esa chica, y me alejé.

—La besaste —dije, con un hilo de voz, incapaz de mirarlo a los ojos.

—¿Ah? —preguntó, un poco confundido.

—No te hagas el idiota. La besaste enfrente de tu casa.

Algo hizo clic en su cabeza.

—No viste —levantó una ceja, con una sonrisa traviesa—. Iris, ¿me estabas espiando?

No dije nada. El sonrojo se apoderó de mis mejillas y empecé a mirar el suelo como si fuera lo más fascinante del mundo.

Reik soltó una carcajada y me abrazó con fuerza.

—Sabes... yo también te espío, como un vil acosador.

—Eres un... —empecé a decir.

—Sí, la besé —admitió con franqueza.

—No necesito los detalles —traté de salir de su abrazo, aunque era inútil.

—Ujum —dijo, acercando su boca a mi cuello—. No significó nada. Tú habías dejado de responder mis mensajes, me esquivabas como si tuviera peste zombi. Luego, una noche te vi saliendo con León y me di cuenta de que estabas feliz... y yo solo me sentí incómodo. Empecé a buscar olvidarte, pero fue imposible. Cuando la besé, lo único que pensé fue que ella no eras tú.

Se separó un poco de mi cuello y me miró a los ojos con tanta intensidad que me hizo temblar.

—Estaba besándola... pero en mi mente solo estabas tú.

—¿Iris? —esa voz hizo que me quedara paralizada. Literalmente, dejé de respirar.

—¡Aleja tus manos de mi novia, ahora mismo! —La frase resonó en mi pecho, y sentí que mi alma se detenía.

—Leon...

susurré, incapaz de moverme, mientras el aire se me escapaba lentamente y mi corazón parecía explotar de terror y confusión.




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