La mano de Reik subía y bajaba por mi brazo, lenta, casi hipnótica.
Yo estaba recostada en su pecho, escuchando el ritmo de su corazón mientras en la televisión pasaba una película cualquiera, de esas que solo sirven de fondo para sentir que el mundo está en paz.
Mis dedos dibujaban círculos suaves sobre su pecho, disfrutando de esa tranquilidad nueva... de ese momento que jamás pensé que tendríamos tan pronto.
Reik dejó un beso cálido en mi frente.
—Creo que me puedo acostumbrar a esto —murmuró con una sonrisa que sentí más que vi.
Levanté un poco la cabeza y le di un beso rápido en los labios.
Apenas un roce.
—Yo también —respondí.
Hubo un segundo de silencio cómodo, de esos que solo existen cuando uno se siente en casa.
—Sabes... —dijo de pronto, bajando la mirada hacia mí— nunca me has dicho cuándo es tu cumpleaños.
Mi cuerpo se tensó.
Fue suave, imperceptible tal vez para cualquiera... pero no para él.
Reik dejó de acariciarme.
Me miró con ese gesto que solo usa cuando algo lo preocupa.
—Iris... —susurró.
Pero yo no pude responder.
La fecha cayó sobre mí como un peso frío que me recorrió la espalda.
La luz tenue del cuarto se volvió más opaca.
El aire se me hizo más pesado.
Parpadeé, tratando de que no se notara.
Hice un esfuerzo por sonreír, pero fue falsa, débil.
—No importa —dije, intentando concentrarme en la película, pero mi voz salió pequeña.
Reik no insistió.
No me presionó.
Solo deslizó de nuevo la mano por mi brazo, como diciéndome "estoy aquí cuando quieras".
Y justo cuando pensé que podía respirar un poco... escuché la puerta principal abrirse.
La voz de mi madre irrumpió desde la sala, fuerte, quebrada, llena de urgencia:
—Iris... ¡IRIS! ¿Dónde estás?
Me incorporé de inmediato.
Reik también.
Él extendió la mano para tomar la mía, pero yo ya estaba de pie, con el corazón corriendo más que mis pasos.
—¿Qué pasa? —preguntó él, preocupado.
No lo sé.
Pero la forma en que mi mamá gritaba mi nombre...
esa forma no era normal.
Di dos pasos hacia la puerta del cuarto y luego me detuve.
Reik me miraba desde la cama, ansioso por saber qué pasaba, deseando que yo le dijera algo... cualquier cosa.
Y antes de abrir la puerta, las palabras salieron de mí casi sin pensar:
—Diez de abril.
Él parpadeó, sorprendido.
—¿Qué? —susurró.
—Mi cumpleaños —respondí, sin mirarlo.
Y salí del cuarto corriendo.
La voz de mi madre volvió a sonar, temblorosa, desesperada:
—Iris... ¡por favor!
Y el eco de esa fecha...
10 de abril...
siguió pesando en mi pecho como una herida que todavía no se había cerrado.
Apenas crucé la entrada del edificio, escuché la voz rota de mi mamá.
—Iris... —susurró, antes de rodearme con los brazos con una fuerza casi desesperada—. Llegué a casa y no estabas... me asusté tanto.
La abracé muy fuerte, sintiendo cómo temblaba.
—Mami, estoy bien. De verdad... estoy bien —le dije rozando su mejilla con la mía—. Solo se me fue la hora viendo películas. Perdóname.
Ella soltó un suspiro tembloroso.
—Solo... me asusté —repitió—. Perdón, hija.
—No tienes que pedir perdón, mami. Lo siento yo, no quise asustarte.
Mi mamá se separó apenas para mirarme, sus ojos brillando de preocupación.
—Iris... tengo que trabajar y...
—No —me adelanté—. No quiero ir al hospital.
—Por favor, Iris... hazlo por mí. No quiero dejarte sola. No hoy.
Suspiré, rindiéndome con una sonrisa chiquita.
—Está bien. Tomaré un baño rápido y nos vamos. ¿Puedo llevarme a Fifi, verdad?
Mi mamá asintió con un alivio tan grande que casi me hizo reír.
—Claro, mi amor.
Después de un baño exprés, agarré a Fifi entre mis brazos y nos fuimos juntas al hospital. Allí el ambiente era más frío, más silencioso. Mi mamá se fue a preparar para su turno, y yo me metí en la sala de descanso de las enfermeras, acurrucando a Fifi sobre mis piernas.
Mi teléfono vibró.
Reik:
¿Tu mamá está bien?
Sonreí al verlo.
Iris:
Sí, solo asustada.
Segundos después:
Reik:
¿Y tú cómo estás?
Mi pecho se llenó de una calidez tonta.
Iris:
Estoy muy feliz.
Reik:
¿Algo en particular? 😏
Mordí mi labio, sintiendo cómo las mejillas se me calentaban.
Iris:
Tengo mi propio dios griego.
Tardó un poquito más en responder.
Reik:
¿Ah sí? ¿Y cómo es?
¿Acaso no puedo hacerte cambiar de opinión?
Me reí sin ruido, acariciando a Fifi.
Iris:
No. Es perfecto, ¿sabes?
Tiene unos lentes que le dan un aire interesante,
es súper guapo
y aparte... me encantan sus besos.
Se notó que leyó rápido, porque contestó casi al instante.
Reik:
Entonces él ganó.
Mis dedos temblaron un poquito al escribirle.
Iris:
Me gusta mucho.
Hubo una pausa. Larga. O al menos se sintió larga para mi corazón acelerado.
Reik:
Estoy completamente loco por ti.
Tú lo eres todo.
Mi respiración se detuvo un segundo. Abracé el teléfono contra mi pecho, sonriendo como una boba mientras Fifi ladraba bajito, como si supiera exactamente lo que estaba pasando.
—Sí, Fifi... —le dije con un susurro mientras acariciaba su cabecita—. También estoy loca por él.
Mi teléfono volvió a vibrar.
Reik:
Entonces... tu cumpleaños es en dos días.
Mi sonrisa se apagó un poco. Fifi levantó la cabeza, como si sintiera el cambio en mi ánimo.
Iris:
No me gusta mi cumpleaños.
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Editado: 05.12.2025