Todos los fines de semana acompañaba a mi abuela a la iglesia, soy camarera en un restaurante de comida rápida. Me criaron sercana a la religión, creyente y temerosa al castigo divino.
Salimos de la iglesia, ayudaba a mi abuela, cuando mis ojos se distrajeron con la figura de un chico alto y esbelto, vestia de negro, pantalones ajustados y botas de agujetas, el cabello de pasaba un poco los hombres, de piel pálida y entre aquella hermosa forma de sus labios un cigarrillo a la mitad.
Mi compañera prejuiciosa suplico al señor por la iluminación al camino del bien de aquel hombre que pasaba frente a nosotras.
Durante toda mi vida solo sabía trabajar e ir a la iglesia, ante los ojos de una religiosa pensar siquiera en algo sobre el chico era pecado. Ese día mientras dormía soñé que con el guapo hombre hacíamos algo que implicaba nuestros cuerpos. Abrí los ojos como platos, estaba muy mal y solo podía esperar el castigo. A primera hora del día antes del trabajo me acerque a la iglesia, iba distraída con la vista al suelo y gran arrepentimiento. Cuando iba a doblar para la otra calle me tope con alguien y subí la vista para disculparme rápidamente. Mis ojos fueron enpañados por una nube de humo y seguido de eso pude cruzarme con los más bellos ojos avellanados y aquel intenso cabello negro. Apenas y pude pronunciar un losiento, me rodeo y se fue, lo único en lo que pensé fue en que si él fuera un Dios le rezaría todos los días de mi vida.
En esa misma calle me lo topaba algunas veces, no podía esperar a mi horario de partida para pasar y encontrarme, cada vez su imagen inundaba más mi mente, en la iglesia ya no prestaba atención por pensar en él, andaba cada vez más distraída. Una mañana se me hizo tarde, salí corriendo para ir al trabajo, sin pensarlo y sin ver pase la calle y solo recuerdo el sonido de la bosina de un auto, cerré los ojos y mientras rezaba sentí como caí al suelo, por un momento me quedé en blanco, no recuerdo nada, seguido de eso una voz ligera y muy masculina me preguntaba si me encontraba bien.
Abrí los ojos y sentí como un coro celestial acompañaba esa escena de mi vida, lleve la mano al colgante de cruz que llevaba en mi cuello, sorprendida me cente y acenti, mi vista aún estaba un poco aturdida, dirigía la vista al cielo para agradecer, cuando vi que del rostro pálido del chico del cigarrillo con el cual buscaba toparme siempre rodaba sangre, solté la cruz y por impulso lleve la mano a su frente él dijo que no era nada. De mi bolsillo saque un pañuelo y limpie su rostro delicadamente, él me tomó del brazo y me ayudó a ponerme de pie, sus manos bajaron rápidamente hasta las mías las unió entre las de él, me regalo una última mirada y se fue.
Mi corazón se agitaba estremecido, mis ojos estaban cubiertos de lágrimas y solo lo veía irse, mientras buscaba un cigarrillo para fumar, su cabellera negra era sacudida por el viento y entre las nubes un rayo de luz le daba al rostro.
Debí haberlo idolatrado antes... adorare como a un perro el santuario de sus mentiras, le diría mis pecados y podrá brindarme la muerte...
Buen Dios, permítete entregarte mi vida...
Si soy pagano de estos tiempos, tu eres la luz del sol...
No hay inocencia más dulce que nuestro sutil pecado...
Buen Dios, permiteme entregarte mi vida...
Amen...