El martes por la mañana, Camila caminó por los pasillos del colegio con algo diferente en el pecho. No era solo el recuerdo del beso de Jackson ni el mensaje tierno de Paola la noche anterior. Era una sensación nueva, cálida y vibrante: confianza.
Por primera vez, no agachó la mirada al pasar. No caminó con los hombros encogidos como si quisiera desaparecer. Estaba ahí. Presente. Con una coleta alta, una blusa que resaltaba su color favorito y sus audífonos puestos, escuchando una canción alegre de su playlist de K-dramas.
En el comedor, Paola la saludó con entusiasmo, sentada en una esquina junto a otro grupo de estudiantes que solían pasar desapercibidos como ella.
—¡Camila! Aquí hay espacio —dijo, moviendo su mochila—. Y traje papas extra.
Camila sonrió y se sentó. A los pocos minutos ya se había integrado al grupo, que incluía a:
La conversación era una mezcla de risas, referencias a series, teorías sobre lo que significaba realmente el final de “Extraordinary You” y una competencia ridícula para ver quién podía hablar más rápido como si estuviera en un doblaje coreano.
—¿Y tú qué opinas, Camila? —preguntó Reina mientras sacaba su cuaderno decorado con stickers de BTS—. ¿Team Ji-hoon o Team Seung-jun?
Camila tragó el jugo y se rió.
—Mmm... Team "dale un respiro a la pobre protagonista que ya bastante drama tiene".
Todos rieron.
—¡Me cae bien esta chica! —exclamó Luis—. Camila, oficialmente estás contratada para nuestro club de raritos funcionales.
—¿Hay paga? —preguntó ella con una sonrisa pícara.
—Solo galletas, abrazos consentidos y memes a las 3 de la mañana —añadió Daniela.
Camila se sintió... incluida. Por primera vez. Y no solo eso: se sintió feliz.
Ese mismo día, en Educación Física, Elías se le acercó con una sonrisa traviesa mientras todos estiraban.
—¿Y esa sonrisa que traes? ¿Es por mí o porque viste otro dorama?
—Tal vez ambas —bromeó ella—. Aunque el dorama no me trajo galletas.
—Oye, tú estás más graciosa que nunca —dijo, mirándola con admiración—. Me gusta esta versión tuya.
—¿La de siempre, pero con amigos y autoestima?
—Esa misma.
Ambos rieron.
—¿Te veo después de clases? —le preguntó él—. Estaba pensando que podríamos ir al parque a ver cómo Daniela intenta alimentar ardillas con galletas sin ser atacada por palomas otra vez.
—¡Estoy dentro!
Pero no todo era perfecto.
Abril los miraba desde lejos, sentada junto a sus amigas como una reina desplazada. Su sonrisa era falsa, congelada. Por dentro, hervía.
—Esa gorda se está creyendo mucho. Mira cómo todos la rodean ahora —dijo una de sus amigas.
—Eso se va a acabar —murmuró Abril, entre dientes.
Sus ojos brillaban con una mezcla de celos y rabia. Ver a Jackson tan cerca de Camila le revolvía las entrañas. Ella no estaba acostumbrada a perder, y menos frente a alguien a quien había despreciado toda la vida.
Ya no se trataba solo de él.
Era Camila brillando. Y eso le ardía.
Después de clases, Jackson, Camila y su nuevo grupo decidieron ir al parque cercano.
Daniela efectivamente intentó alimentar ardillas. Una paloma le robó una galleta, Luis se tropezó con una rama imaginaria y cayó en cámara lenta, Reina grabó todo y lo subió como “El colapso intergaláctico del siglo”, mientras Paola casi se ahoga de la risa.
—Este grupo es una bendición —dijo Camila, llorando de la risa mientras ayudaba a Luis a levantarse.
—Somos un caos hermoso —dijo Reina—. Y tú eres parte del combo.
Más tarde, mientras los demás iban a comprar helado, Jackson y Camila se quedaron en una banca, solos.
—¿Sabes? —dijo Jackson—. Me gusta cómo te ríes ahora. Con libertad.
—¿Sabes qué me gusta a mí? —le dijo ella, mirándolo con una sonrisa ladeada—. Que tú nunca te burlaste de mi forma de ser. Solo te uniste a mi mundo.
Jackson tomó su mano con suavidad.
—Porque tu mundo es mejor que muchos en los que he estado. Con gatos, libros y ahora gente genial. Y una chica valiente que me enseñó lo que es mirar más allá de las apariencias.
Camila lo miró. Y sin pensarlo mucho esta vez, lo besó.
Fue breve. Pero suficiente para dejarlo sin palabras.
—¡Wow! —dijo él, con una sonrisa boba—. ¿Puedo decir “lo vi venir” o sería arrogante?
—Puedes decirlo —respondió ella, riendo—. Pero sigue siendo mi momento de gloria.
Ambos rieron, y justo en ese momento, las luces del parque se encendieron, mientras la tarde se deshacía en un cielo color melocotón.
Esa noche, Camila escribió de nuevo en su diario:
"Tengo amigos. Reales. De los que se ríen contigo, te defienden y hacen locuras por ti.
Tengo un chico que me ve como nadie más me ha visto.
Tengo una voz. Y ya no la escondo.
Que venga lo que sea. Estoy lista."
Pero afuera, en otro rincón, Abril abría un archivo en su computadora.
Una edición de video.
Con recortes.
Con la voz de Camila sacada de contexto.
Y un título grande:
“La otra cara de la pobrecita Camila”
El dedo de Abril flotó sobre el botón de “enviar”.
Y sonrió.
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Editado: 10.06.2025