Eran las 7:12 de la mañana.
Camila acababa de despertar, aún con la sonrisa de la tarde anterior dibujada en su rostro. Revisó su teléfono, como siempre. Primero el grupo con Jackson y los demás: un par de memes, fotos de Daniela con cara de ardilla, una confesión de Paola diciendo que Reina le gusta (con emojis de corazones)... todo bien.
Hasta que entró a Instagram.
Y lo vio.
Un video. Subido desde una cuenta anónima pero claramente editado con intenciones crueles.
Título: “La otra cara de la pobrecita Camila 😂”
Le temblaron las manos.
Le dio play.
Ahí estaba ella. Frases sueltas sacadas de contexto. Recortes de audios donde parecía arrogante. Videos viejos donde lloraba en el baño, grabados sin su consentimiento. Y al final, una frase en pantalla:
“No te creas la víctima, gorda hipócrita.”
Camila se quedó en silencio.
Sintió que el aire se le escapaba. Como si de pronto el mundo volviera a recordarle que ella no pertenecía. Que su risa, su nuevo círculo, su valentía... eran una ilusión.
Sintió que se deshacía.
Cuando llegó a clase, los murmullos ya habían empezado. Algunos la miraban con lástima, otros se reían disimuladamente. Incluso profesores bajaban la mirada con incomodidad.
Ella se sentó al fondo.
Sola.
Hasta que una mano se apoyó sobre su pupitre.
—Hola, compañera oficial de K-dramas —dijo Reina con voz firme.
Paola llegó detrás, con Luis y Daniela.
—No venimos a hacer escándalo —dijo Daniela—. Pero si alguien dice algo, lo lanzamos por la ventana emocionalmente.
—O literal —añadió Luis.
Camila los miró. Los ojos se le llenaron de lágrimas.
—¿No creen lo que dicen en ese video?
—¿Creerte a ti o creerle a una cuenta anónima que claramente tiene la autoestima de un chicle usado? Fácil decisión —dijo Paola, cruzando los brazos.
Reina la abrazó.
Y en ese instante, Camila entendió que esta vez no estaba sola.
Más tarde, en el recreo, Jackson la encontró sentada bajo un árbol, alejándose un poco del bullicio.
—Hola, estrella mía —dijo, sentándose a su lado—. ¿Cómo estás?
—Rota —respondió ella, sin rodeos.
Él la miró con ternura.
—Pues aquí estoy. Con pegamento, paciencia y una lista de razones por las que deberías mantener la cabeza en alto.
Camila suspiró, se limpió las lágrimas.
—No entiendo cómo alguien puede odiarme tanto solo por... ser yo.
—Porque tú te atreviste a ser quien eres. Y eso molesta a los que viven escondidos detrás de máscaras.
Él la tomó de la mano.
—¿Quieres pelear? Peleamos. ¿Quieres llorar? Te presto mi hombro. ¿Quieres ignorarlo todo y ver doramas hasta que se te pase? Traigo la USB y las palomitas.
Ella sonrió, aún con los ojos húmedos.
—Quiero... seguir siendo yo. Aunque duela.
—Entonces esa es la decisión más valiente que has tomado. Y estoy tan, tan orgulloso de ti.
Esa misma tarde, Camila tomó una decisión.
Entró al grupo de WhatsApp general del curso. Apretó el botón de voz.
Su corazón latía como loco. Pero su voz fue firme.
“Hola a todos. Sé que vieron el video. Sé que se burlan o callan. Pero lo que muestra no es toda la verdad. Me grabaron sin permiso, me editaron con malicia. Pero no me voy a esconder más.
He aprendido a quererme, y no dejaré que la oscuridad de otros apague mi luz.
Y si alguna vez alguien les dice que no pueden ser quienes son, por su cuerpo, su voz o su forma de ser... mándenlos bien lejos.
Gracias a los que me han apoyado. A los demás: que les aproveche el espectáculo. Pero yo no soy un show. Soy una persona. Y seguiré siendo yo, con orgullo.”
Cuando envió el audio, sintió como si acabara de liberar una parte de sí misma que siempre había vivido encerrada.
Al día siguiente, en la entrada del colegio, había carteles pegados por todo el pasillo.
“Todos tenemos derecho a brillar”
“Ser tú no debería ser motivo de burla”
“Camila, estamos contigo”
Luis y Daniela habían organizado una mini campaña silenciosa, con ayuda de otros estudiantes que también habían sufrido bullying.
Incluso algunos que antes se reían, ahora se acercaban con palabras de aliento.
En el baño, Abril rompió un cartel con furia.
—¡Esta tipa se hace la mártir y todos le siguen el juego!
Pero sus amigas ya no reían tanto. Una incluso bajó la cabeza.
—Quizás... te pasaste esta vez, Abril.
La reina del drama no lo admitió. Pero por dentro, supo que ya no tenía el control.
Esa tarde, Camila subió una foto a Instagram.
Ella, con Luna en brazos, Kafka al lado, una sonrisa tranquila en su rostro. Sin filtros.
Pie de foto:
“Ni perfecta, ni víctima. Solo yo. Y eso, por fin, me basta.”
Y esa noche, mientras Jackson le mandaba memes tontos para hacerla reír, y sus amigos le llenaban el celular con amor y apoyo...
Camila supo que la tormenta no había terminado. Pero ya no temía mojarse.
Porque había aprendido a bailar bajo la lluvia
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romance juvenil., romace y drama, crecimiento personal y amor propio
Editado: 07.06.2025