Los pasillos del colegio estaban cubiertos de carteles de colores:
“¡Semana de Talentos 2025!”
“Demuestra lo que sabes hacer. ¡Sorpréndenos!”
“Premios y reconocimientos para todos los participantes.”
Camila los miraba con una mezcla de interés y nervios. Siempre le habían gustado las actividades culturales, pero desde lejos. Participar... era otra historia.
Paola se le acercó mientras pegaba un cartel con una mariposa gigante hecha de purpurina.
—¿Y si te inscribes?
—¿Para qué? ¿Para que se rían si me equivoco? —dijo Camila, cruzando los brazos.
—¿Y si no se ríen? ¿Y si... aplauden?
Camila no respondió. Pero la semilla ya estaba plantada.
Esa tarde, en su habitación, abrió su diario y escribió:
“¿Y si me subo al escenario? ¿Y si recito un texto que escribí hace tiempo? Uno que habla sobre aceptarme, sobre mi historia…
¿Y si me tiemblan las piernas? ¿Y si se burlan?
¿Y si... inspiro a alguien?”
Al día siguiente, en la hora libre, Elías se sentó junto a ella con una sonrisa cómplice.
—Paola me dijo que estabas considerando presentarte en el concurso de talentos.
—Lo estoy pensando. Pero aún no decido.
—¿Y si yo me presento también?
—¿Tú? ¿Con qué talento?
—Tocaré la guitarra. Una canción que escribí. Pero solo si tú participas también. Como trato simbiótico de coraje.
Camila sonrió.
—Trato hecho.
Los días siguientes fueron un torbellino.
Camila se inscribió oficialmente con una propuesta simple: un monólogo original sobre su proceso de aceptación personal, acompañado de imágenes proyectadas detrás de ella.
La preparación fue emocionalmente agotadora. Revivió miedos, burlas, lágrimas escondidas… pero también recordó los momentos dulces: los abrazos de Paola, las carcajadas con Daniela, el primer beso con Elías.
El texto fluyó como si siempre hubiese estado esperando salir.
Llegó el viernes. El día del evento.
El salón principal estaba decorado con luces tenues, globos, y una tarima improvisada con cortinas moradas. Padres, profesores y alumnos llenaban las gradas.
—Tienes esto, Camila —le susurró Reina tras bastidores—. No es solo una presentación. Es tu declaración al mundo.
El corazón de Camila latía con fuerza.
Y entonces, la presentadora llamó su nombre.
—Con ustedes… Camila López, con su presentación: "Yo también merezco mi lugar."
Camila respiró profundo. Caminó al centro del escenario. El lugar donde, meses atrás, ni siquiera habría soñado estar.
Las luces la enfocaron. El auditorio quedó en silencio.
Y ella comenzó:
“Toda mi vida me dijeron que no encajaba.
Que era muy rara.
Muy callada.
Muy gorda.
Muy distinta.
Y yo… me lo creí.
Me escondí detrás de libros, de gatos, de dramas coreanos, buscando historias donde las protagonistas sí eran amadas… aunque fueran como yo.
Y un día, conocí personas que no quisieron cambiarme. Solo me acompañaron.
Me tomaron de la mano y me dijeron: ‘No estás rota. Solo estás creciendo.’
Este es mi lugar. Este es mi momento. Y hoy, no me escondo más.”
En la pantalla detrás de ella aparecieron imágenes: una caricatura de su infancia, un dibujo de Luna y Kafka, un fondo con su frase favorita:
“Las flores más fuertes florecen en la oscuridad.”
Cuando terminó, hubo un breve silencio.
Y luego, un aplauso.
Primero tímido.
Luego, una ovación.
Reina gritó desde el público:
—¡Eres una diosa, Camila!
Luis lanzó confeti casero. Daniela lloraba con la cara pintada de glitter. Paola estaba de pie, aplaudiendo con fuerza.
Y Elías…
Elías subió al escenario sin decir palabra. La abrazó frente a todos.
Luego, tomó su guitarra, y mientras Camila se quedaba junto a él, comenzó a cantar una canción suave, compuesta especialmente para ella:
“No necesito que seas perfecta,
Solo que seas tú.
No vine a salvarte,
Solo a recordarte
Que mereces amor,
Incluso en los días en que no lo ves tú.”
El público estalló. No por lo romántico. Sino porque lo sentían real.
Camila bajó del escenario sintiendo que algo en su interior se había liberado. Ya no era solo una chica que escribía en su diario. Era una voz. Una inspiración.
Abril, en una esquina, la miraba con los labios apretados. Había perdido, no solo a Elías, sino al escenario que creía que le pertenecía por derecho propio.
Y por primera vez… se sintió invisible.
Esa noche, Camila escribió en su diario:
“Hoy no gané un premio.
Pero gané respeto.
Me gané a mí misma.
Y eso… vale más que cualquier trofeo.”
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romance juvenil., romace y drama, crecimiento personal y amor propio
Editado: 25.07.2025