La noche después del concurso de talentos no terminó cuando las luces se apagaron. Para Camila, fue solo el comienzo de una transformación real. Todavía sentía en la piel los aplausos, como una caricia aún tibia. Pero lo que realmente le hervía por dentro era la forma en que Jackson la había mirado, como si, por fin, viera todo lo que ella había ocultado durante tanto tiempo.
Cuando salieron del auditorio, él la tomó de la mano sin decir nada, como si no hiciera falta hablar. Caminaban entre risas ajenas, luces de celular, amigos que los saludaban de lejos, pero ellos estaban en su propio universo.
—No quiero que esta noche acabe todavía —dijo Jackson, deteniéndose bajo un árbol de almendro, donde la luz de una farola apenas tocaba sus rostros.
Camila lo miró, con esa mezcla de nervios y deseo que le erizaba la piel.
—Entonces... no dejemos que acabe.
El beso fue inevitable. Se buscaron, primero suave, con labios temblorosos. Pero pronto el temblor se volvió hambre. Jackson la atrajo hacia su pecho, y Camila sintió cómo sus cuerpos parecían encajar como piezas de un rompecabezas que siempre había esperado resolverse. Su respiración se hizo más profunda cuando él deslizó su mano por su cintura y bajó lentamente hasta el borde de su falda.
—¿Estás bien con esto? —preguntó él, su voz ronca.
Camila asintió, sin hablar. Su pulso retumbaba en los oídos, pero no era miedo. Era deseo. Era curiosidad. Era confianza.
Los labios de Jackson bajaron por su cuello mientras su mano se deslizaba bajo la tela. Camila cerró los ojos. Nunca se había sentido tan expuesta, tan vulnerable... y tan viva.
No cruzaron el límite que ninguno de los dos estuviera listo para cruzar, pero compartieron caricias que hablaban más que las palabras. Fueron minutos que parecieron horas, y cuando se separaron, ambos estaban jadeando, con las mejillas encendidas y las miradas ardiendo.
La semana siguiente marcó el inicio del nuevo semestre. Camila entró al colegio con la cabeza en alto. Ya no caminaba pegada a las paredes ni bajaba la mirada cuando pasaba junto a otros. Y aunque algunas miradas curiosas seguían acechándola, ahora no se sentía pequeña ante ellas.
Abril, por supuesto, no estaba feliz.
—Mira quién se cree la reina del show ahora —dijo, empujándola "accidentalmente" en los pasillos.
—Te molesta que alguien más brille, ¿verdad? —respondí Camila sin detenerse.
—¡Tú no brillas! Solo te tienen lástima. Y Jackson... El se aburrirá pronto de jugar a ser tu salvador.
Camila se giró con una sonrisa que Abril no esperaba.
—No necesito que me salven. Pero a ti, alguien debería ayudarte a dejar de ser tan miserable.
Abril se quedó sin palabras. Por primera vez.
Ese día, en la clase de teatro, la profesora anunció el nuevo proyecto: una obra escolar moderna, con un guion adaptado de Shakespeare.
—Camila, quiero que interpretes a la protagonista. Tienes una presencia que ha crecido mucho.
Ella abrió los ojos, sorprendida.
—¡Acepta! —gritó Paola.
—La escena final incluye un monólogo potente. Creo que puedes hacerlo tuyo.
Camila aceptó. No porque creyera que era perfecta, sino porque ahora sabía que podía aprender, fallar, mejorar. Que su voz tenía fuerza.
Durante los ensayos, Jackson la esperaba en las bancas, a veces tomándole fotos a escondidas, otras con miradas tan intensas que la hacían olvidar el texto. Una tarde, al terminar un ensayo, él se acercó y la besó frente a todos. El auditorio entero los vitoreó.
En una de esas noches de ensayo, solos en el salón de teatro, Jackson se recostó sobre los cojines y le hizo una seña.
—Ven.
Ella se sentó sobre él, entre risas, y pronto las risas se transformaron en besos. Las caricias se volvieron más atrevidas, con Jackson deslizándose bajo su blusa, besándola entre sus inseguridades, haciéndola sentir bella, poderosa, deseada. Camila dejó que sus dedos exploraran también, temblorosos, pero valientes.
Cuando el reloj marcó el final del ensayo, ambos sabían que estaban caminando hacia algo nuevo, algo que querían, pero que también respetaban. No había prisa. Solo pasión, complicidad... y muchas ganas de seguir descubriéndose.
Camila escribió en su diario esa noche:
"No soy perfecta. Pero soy mía. Y por primera vez, eso me basta... y me emociona."
El próximo capítulo, estaba segura, sería aún mejor que el anterior.
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Editado: 25.07.2025