Las cosas parecían ir mejor que nunca. Camila se sentía plena. Confiada. Amada. Cada día junto a Jackson era como una escena de sus dramas favoritos: roces de manos bajo la mesa, besos furtivos entre clases, y miradas que hablaban por sí solas. Pero la vida, como siempre, tenía sus propias tramas secundarias que no podían ignorarse.
Fue durante una tarde de ensayo que las primeras grietas comenzaron a aparecer. Camila y Jackson discutieron por algo trivial: una escena de la obra que ella quería cambiar y él creía perfecta como estaba. Lo que empezó como una diferencia artística escaló rápidamente cuando ambos, sin querer, soltaron inseguridades más profundas.
— ¿Entonces ahora crees que sabes más que yo solo porque todos te aplauden? —Jackson frunció el ceño, cruzado de brazos.
—No es eso. Pero siempre que quiero tomar decisiones me haces sentir como si no supiera lo que hago.
El silencio cayó como una nube espesa entre ellos. Y aunque esa noche se besaron para despedirse, algo había cambiado. Camila lo sintió.
Durante los días siguientes, sus encuentros se volvieron más breves, más mecánicos. Las bromas espontáneas desaparecieron. Jackson se veía agotado, distante. Y Camila, en vez de reclamar, se tragó sus dudas por miedo a parecer dependiente.
Fue Abril quien se encargó de avivar el fuego de la inseguridad.
—Jackson está perdiendo el interés, »linda ¡No todos están hechos para aguantar historias de "auto aceptación" eternas. A veces solo quieren una chica que se vea bien en las fotos.
Camila apretó los puños. Ya no lloraba como antes, pero esas palabras aún dolían. Especialmente cuando parecían tener algo de verdad.
Un viernes, Jackson la llamó para hablar. Se vieron en el parque que solían frecuentar, bajo el árbol donde se dieron su primer beso.
—Cami... yo te quiero. Mucho. Pero siento que estamos perdiendo algo. Estamos creciendo, cambiando, y tal vez necesitamos espacio para saber quiénes somos sin depender tanto del otro.
Las palabras dolieron más de lo que Camila quería admitir. Pero también sabía que eran ciertas.
—También te quiero, Jackson. Y sí... Quizá necesitamos aprender a amarnos a nosotros mismos primero.
Fue una despedida sin drama, sin gritos. Pero con una tristeza limpia, honesta.
Esa noche, Camila volvió a su habitación y se quitó la ropa frente al espejo. Ya no se odiaba. Veía las curvas, las estrías, y los pliegues... y sonrió. Porque no necesitaba que Jackson la viera hermosa para saber que lo era.
Pero el deseo seguía ahí, latiendo bajo la piel. Y aunque él ya no estaba, su cuerpo había despertado. Esa noche, bajo las sábanas, exploró su propio placer sin vergüenza, sin miedo. Imaginó sus caricias, sus labios, el calor de su cuerpo. Y se permitió gozar de su sexualidad sin culpas, como un acto de amor propio.
El distanciamiento con Jackson la llevó a nuevas actividades. Se unió al club de literatura, comenzó a escribir relatos, y hasta participó en una sesión de poesía abierta donde recitó uno de sus textos frente a toda la escuela.
La gente la escuchó. Algunos aplaudieron. Otros lloraron.
Y aunque Jackson no estaba en el público, Camila supo que ella seguía creciendo. Que su historia no se detenía por un corazón roto. Que la vida era mucho más.
Pero en los pasillos, Abril seguía al acecho, cada vez más cruel, intentando hacerla tropezar. Esta vez, las cosas estaban por escalar a un nivel mucho más peligroso...
El corazón de Camila seguirá ardiendo, pero ahora también con fuego propio.
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romance juvenil., romace y drama, crecimiento personal y amor propio
Editado: 07.06.2025