El lunes comenzó con un cielo gris y un silencio espeso en los pasillos del colegio. Camila entró por la puerta principal con los auriculares puestos y la cabeza alta. A pesar de la separación con Jackson, o quizás por ella, había algo nuevo en su andar: firmeza. Un fuego silencioso le ardía en el pecho. Ya no se escondía.
Pero había ojos que no soportaban verla así.
Abril.
A lo lejos, la chica popular la observaba con esa sonrisa torcida que anunciaba veneno. Rodeada de su grupo, murmuraba cosas mientras sus amigas se reían. Camila sintió las miradas sobre ella como agujas clavándose en su espalda.
— ¿Te crees muy empoderada porque te dejaste tocar por Jackson y luego él te botó? —le susurró Abril cuando pasaron junto a los casilleros.
Camila se detuvo. Sus manos temblaban, pero su voz no.
—Al menos no necesito destruir a otros para sentirme importante.
—No, tú solo necesitas atención... aunque sea lástima.
El comentario encendió una alarma dentro de Camila. El mismo dolor que antes la haría llorar ahora le daba rabia. Pero no cualquier rabia: una rabia transformadora.
Las cosas empeoraron esa semana.
Fotos de Camila y Jackson en ensayos, compartiendo caricias o besos furtivos, empezaron a circular en redes. Ediciones crueles. Memes ofensivos. Comentarios sobre su cuerpo, su rostro, su ropa. Una de las imágenes incluso mostraba una toma borrosa en la que se notaba una mano masculina bajo su blusa, tomada claramente durante uno de sus momentos más íntimos en el salón de teatro.
Camila sintió cómo el mundo se le venía abajo. El rumor se esparció como pólvora.
Cuando fue a enfrentar a Abril en el patio, la encontró riéndose con su celular en la mano.
— ¿Te gusta ser el chisme de la semana, Camila? Siempre quise ver cómo reaccionaba la “niña sensible” cuando se quemaba.
Camila se le acercó, sin miedo.
—Tú no sabes lo que es arder. Pero vas a saber lo que es ser enfrentada.
No la golpeó. No gritó. Pero le quitó el celular de un tirón, buscó en los archivos y tomó fotos de las conversaciones donde Abril y sus amigas planeaban difundir las imágenes.
—Gracias por darme la evidencia que necesitaba.
Abril se quedó helada.
Camila fue directo a dirección. Mostró las fotos, explicó lo sucedido, y, aunque le temblaba el cuerpo entero, no se echó atrás.
El director, alarmado, le prometió una investigación inmediata. Abril y sus cómplices fueron llamadas al día siguiente. Aunque la sanción no fue una expulsión directa, sí recibieron una suspensión y quedaron bajo supervisión.
La escuela entera lo supo. Y por primera vez, los murmullos no eran sobre Camila… sino sobre lo valiente que había sido.
Esa noche, en casa, Camila escribió:
“Nunca pensé que algo tan oscuro me haría brillar más. No por venganza. No por fama. Sino porque por fin me elegí. Y ya no me pienso soltar.”
Encendió una vela aromática, puso un playlist de jazz suave y se sumergió en la historia que estaba escribiendo para el club literario. Era una protagonista parecida a ella, pero más feroz. Más libre.
Y cuando la semana terminó, Jackson apareció en el club de poesía. No dijo nada al principio. Solo la escuchó mientras leía un texto sobre lo que significa amar… y dejar ir.
Al final, él se acercó. Camila lo miró sin saber qué decir.
—Estoy orgulloso de ti —dijo Jackson—. No solo por lo que enfrentaste… sino por lo que eres ahora. Más tú que nunca.
Ella lo abrazó. No como quien busca consuelo. Sino como quien ya no lo necesita, pero se lo permite.
Y en la distancia, Abril lo miraba todo. Su mundo se comenzaba a desmoronar. Porque, al parecer, ya nadie la admiraba por su maldad. Y eso era algo que no sabía cómo manejar.
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romance juvenil., romace y drama, crecimiento personal y amor propio
Editado: 25.07.2025