El aire en la escuela estaba denso. Las palabras de Jackson aún retumbaban en la mente de Camila mientras caminaba por los pasillos, los ecos de la conversación de aquella tarde permanecían con ella como una sombra inquietante. Había algo en sus ojos que no lograba comprender, un dolor que parecía haberlo separado de ella, pero también algo que la mantenía atada a su presencia. En contraste, Andrés seguía siendo un misterio, un desafío constante que despertaba en ella un fuego que no sabía si estaba lista para manejar.
El día siguiente comenzó como cualquier otro, pero algo había cambiado en su interior. Camila no podía ignorar lo que había sucedido en la cabaña. Los besos robados, las caricias atrevidas... todo eso había dejado una huella profunda en ella, y no podía quitarse esa sensación de deseo que Andrés había despertado. Pero también estaba Jackson, quien había sido su refugio, su primer amor, el que la había aceptado tal como era.
Mientras caminaba hacia su casillero, vio a Jackson a lo lejos. Sus ojos se encontraron brevemente, pero el calor que antes compartían parecía evaporarse con el paso de los días. En su lugar, solo quedó un silencio tenso que se alargaba cada vez más. Camila no podía soportarlo. Jackson ya no era el mismo, y ella tampoco lo era. Había cambiado, sí, pero ¿para bien o para mal?
La voz de Andrés la interrumpió mientras se acercaba a ella con su sonrisa arrogante, como si nada pudiera alterarlo.
— ¿Te has perdido en tus pensamientos, Camila? —dijo, con un tono que mezclaba la provocación con la ternura.
—No... —respondió ella rápidamente, tratando de disimular la confusión en su rostro.
Andrés no esperaba una respuesta inmediata. Su presencia era como un campo de fuerza, envolvente, como si todo girara a su alrededor. Él estaba allí, presente, y su atracción por ella era imposible de ignorar.
—Tengo una idea... —continuó Andrés, acercándose un poco más, su rostro cerca del suyo—. ¿Qué te parece si salimos después de clase? Hay un lugar al que siempre quise llevarte, y creo que te gustará.
Camila, atrapada entre el deseo y la duda, no pudo decir que no. La idea de pasar un tiempo con Andrés, lejos de la mirada de Jackson y de los recuerdos dolorosos, le pareció atractiva, aunque sabía que era arriesgado. Jackson ya no estaba en su vida de la misma manera. Y, aunque aún sentía algo por él, la atracción por Andrés era algo que no podía controlar.
Al caer la tarde, Camila y Andrés se encontraron en el lugar que él había prometido: una especie de terraza oculta, un pequeño rincón de la ciudad que era su refugio personal. Estaba iluminada por luces suaves y una vista panorámica de la ciudad, todo en tonos cálidos que contrastaban con el frío de la noche que comenzaba a instalarse.
—¿Te gusta? —preguntó Andrés, sonriendo mientras la guiaba hasta una mesa en una esquina apartada.
—Es... bonito. —Camila asintió, aunque parte de ella deseaba estar en otro lugar, lejos de las tentaciones que él representaba.
Andrés, al ver la leve incomodidad de Camila, decidió romper el hielo con una broma.
—No te preocupes, no voy a hacer nada raro. —Dijo con tono juguetón, pero sus ojos tenían un brillo que decía lo contrario.
Camila no pudo evitar reírse, la tensión comenzó a aflojarse un poco. Pero entonces, sin previo aviso, Andrés se acercó, colocó su mano sobre la de ella en la mesa, y sus dedos empezaron a acariciarla suavemente.
Camila no sabía qué hacer. Por un lado, sentía que la cercanía de Andrés despertaba algo en ella, algo más visceral, más primitivo, pero por otro, algo le decía que no debía dejarse llevar tan fácilmente. Había más en juego que solo deseo. Su corazón, aún atado a Jackson, no podía olvidarlo tan rápidamente.
Andrés, sintiendo la indecisión de Camila, decidió tomar el control de la situación. Su mano se desvió hacia su mejilla, levantando suavemente su rostro hacia él. Sin previo aviso, la besó.
El beso fue diferente a los de Jackson. No era suave ni tierno; era demandante, cálido, con una urgencia que hizo que Camila se sintiera abrumada. Sus labios se movían con hambre, con la necesidad de explorar y poseer, como si estuvieran hablando en un lenguaje que solo ellos entendían.
Camila, por un momento, se dejó llevar. Sus manos se aferraron a su camiseta, su cuerpo respondió de inmediato, y el calor que había mantenido controlado tanto tiempo comenzó a fluir con fuerza. Pero cuando Andrés deslizó su mano hacia su cintura, comenzando a alzar su camiseta, algo dentro de Camila se detuvo. En un instante, la voz de Jackson, sus palabras, su mirada distante, invadieron su mente.
—Espera... —susurró, apartándose rápidamente.
Andrés la miró, confundido, pero también intrigado. La mezcla de deseo y duda en sus ojos lo hizo sonreír con una expresión de desafío.
—¿No quieres seguir? —preguntó él, su tono más provocador que nunca.
Camila, respirando con dificultad, negó con la cabeza.
—No sé si estoy lista para esto... —dijo, con una sinceridad que la sorprendió incluso a ella.
Andrés la observó por un momento, sin decir nada. Luego, simplemente asintió, como si ya lo supiera.
—No tienes que estar lista para nada, Camila. Pero, si alguna vez lo estás, ya sabes dónde encontrarme. —Su voz fue baja y cargada de promesas no cumplidas.
Con eso, se levantó, dejando que Camila tomara su propio espacio. Ella se quedó allí, sola, con su corazón acelerado y la sensación de que estaba a punto de tomar una decisión que cambiaría todo.
El lunes siguiente, Camila decidió que necesitaba hablar con Jackson. No importaba lo difícil que fuera. Tenía que saber si había algo más entre ellos o si había llegado el momento de cerrar ese capítulo por completo.
Cuando lo encontró en el pasillo, Jackson estaba hablando con algunos amigos. Camila se acercó, y aunque él la vio, no hizo el menor intento de acercarse. La indiferencia en sus ojos la golpeó.
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Editado: 28.06.2025