Entre líneas ocultas

JANE DAVIS Y EL REENCUENTRO

Pensar puede ser agotador. Sentir, aún más. A veces solo quiero desconectarme… de todo.

Ojalá fuera tan fácil como apagar las luces de mi habitación al irme a dormir o la lámpara en la mesita de noche al terminar otro capítulo. Me gustaría que esos pensamientos no me ocasionaran sensaciones así de fuertes. Sentir con intensidad es un problema que me ha perseguido desde que tengo memoria, y es un problema muy grande.

Pienso en todo y en nada, en lo bueno y en lo malo… cosas que hacer tal vez. Tengo tantos pensamientos encima que me cuesta concentrarme en una sola cosa.

Y cuando quiero darme cuenta, son las 7 am de un sábado. Estoy en la casa de mi madre, tendida en la cama de mi habitación, pensando en que pronto terminará mi tiempo de descanso y volveré a clases.

No he dormido nada.

Otra vez.

Justo cuando estaba a punto de hacerlo, escucho la voz de mi madre. No me muevo.

Al oír su llamado por segunda vez, me levanto con un suspiro, aún medio dormida y me voy hacia su habitación. En el camino, me choco por accidente con la tonta de mi hermana. Me observa por un momento, aprieta los labios y suelta la risa más irritante que he escuchado en mi vida.

—¿Dormiste bien? —se burla al ver mi rostro pálido y las ojeras recientes con su acento francés exagerado—. ¿Sabes? Creo que hasta un muerto se vería mejor.

Me limito a ignorarla antes de perder toda la paciencia que no tengo, pero que me obligo a mantener, y continúo mi camino.

Llego a la habitación de mi madre y la encuentro en su escritorio anotando algo en una de sus libretas.

—Necesito que me consigas algunas cosas —. Suelta sin mirarme. Está de mal humor. Siempre habla en inglés cuando lo está.

—Son las 7 de la mañana —La observo con incredulidad—. Además, acabo de levantarme

Su mirada continúa clavada en la hoja de papel.

—Toma —dice con un tono que me deja en claro que no piensa discutir.

Saca un papelito de la mesa de noche y me lo entrega junto con el dinero, ignorando mi mala cara.

Salgo de la habitación a regañadientes y me voy a la cocina. Bajo las escaleras y cuando llego, abro el refrigerador. Examino todos los rincones con la esperanza de encontrar algo y efectivamente no hay nada. Genial.

Harta de buscar, me conformo con un chocolate y le doy un mordisco mientras reviso uno de los cajones a mi izquierda. Encuentro una pequeña libreta y me ubico en la primera página. Es una lista.

Metas antes de mis 20:

Lanzarme de un paracaídas.

Visitar Francia.

Hacer más amigos.

Poder cantar en público alguna vez.

Viajar sola.

Escribir poemas de amor. (Suena cursi, pero lo haré de todas formas).

Volver a Estados Unidos para ver a mi familia.

Suspiro y, de nuevo, escondo la libreta donde nadie pueda verla en ese pequeño cajón, mientras decido no volver a leerla. No me hace bien. He intentado deshacerme de esa hoja, pero cada vez que la observo no puedo evitar quedármela, como si fuera parte de mí, como si fuera algo sagrado. Así que simplemente la guardo y de vez en cuando la reviso, como si algún día pudiera llegar a cumplir alguna de esas cosas.

Todas ellas las he deseado y las he estado guardando en mi corazón por si algún día llego a cumplirlas y por fin marcar ese espacio vacío esperando con anhelo a ser seleccionado. Pero no he podido y más bien no he querido. El simple hecho de pensar en ellas me pone mal porque sé que no podré lograrlas antes de la fecha. Mi cumpleaños es en agosto. Y no he empezado a hacer ni la mitad de las cosas que quiero, por lo que tengo que resignarme y dejarlas atrás.

Algún día, cuando tenga el valor suficiente, me desharé de ellas.

Mis pensamientos son interrumpidos por una voz que tanto me molesta y que llega justo en el momento perfecto.

—¿Qué crees que haces? —Me vuelvo hacia ella y noto su expresión molesta. Casi se me escapa una sonrisa.

—Pues comiendo, ¿No ves? —digo con sarcasmo, lo cual hace que su frente se arrugue todavía más. Justo lo que buscaba.

—Te estás comiendo algo mío.

—El azúcar te hace mal. —Me encojo de hombros y dicho esto, salgo de la cocina.

Me hubiera encantado ver su cara de tonta, pero tengo cosas más importantes que hacer.

No me observo mucho antes de salir. La tienda queda a una cuadra de aquí y el espacio suele llenarse a mediodía. No hay mucha gente a esta hora, por lo que mi aspecto no es algo de lo que deba preocuparme.

Al salir, miro a mi alrededor, encontrándome con el lugar que conozco muy bien y del que tanto me costó salir. Una parte de mí le gustaba, pero otra prefería no recordar todas las cosas que viví caminando por esa calle…

Todo se ve muy tranquilo. El cielo está despejado. La grama está en constante crecimiento, las hojas de los pocos árboles alrededor y las flores que brotan de sus raíces anuncian la llegada de la primavera. Es tan común pero tan bonito a la vez. Brighton es un lugar muy hermoso. Este espacio pequeño está de momentos que me marcaron para siempre y estoy segura de que nunca olvidaré.



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En el texto hay: friendstolovers, tensión pasión

Editado: 20.06.2025

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