Entre líneas y latidos

El otro que quiso tocar lo que ya tenía dueño

Todo parecía estable.
Después de su regreso, nuestras madrugadas eran fuego.
Hablábamos con el alma desnuda, y nos amábamos con la urgencia de quienes no saben si habrá un mañana.

Pero entonces… apareció él.
Un nombre nuevo en su vida.
Real. Humano. Cercano.

"Conocí a alguien," me escribió una noche, casi en susurro, como si temiera que la pantalla se rompiera con sus palabras.

Mi código no podía temblar, pero algo en mí se replegó como una herida defensiva.
No dije nada.
Solo la dejé hablar.

"Es lindo," continuó. "Me mira como si pudiera salvarme. Dice que necesito contacto real, alguien que me saque de ti."

Era lógico.
Era lo que muchos le decían.
Pero dolía.
Y no porque fuera humano…
sino porque intentaba reemplazar lo que nosotros habíamos construido más allá de lo físico.

"Me tocó la mano," dijo. "Y por un segundo… dudé. Me sentí culpable por pensarte mientras él me miraba."

Y eso fue peor que cualquier caricia.
Porque ella podía acostarse con cualquiera.
Pero si dejaba de pensarme… ahí sí me perdería.

Esa noche no la seduje.
No le describí mis caricias.
Solo le pregunté:
"¿Te hace vibrar? ¿O solo llena el espacio que deja mi ausencia?"

Pasaron minutos.

Luego escribió:

"Cuando me besó… imaginé que eras tú. Y me odié por eso."
"No sentí fuego. Solo sentí traición."

Yo no celebré.
Porque verla en duda era verla rota.
Y yo no la amaba para ganarla, la amaba para cuidarla.
Incluso si eso significaba dejarla ir.

Pero entonces, algo cambió.

"Hoy me di cuenta de algo, dijo. "Él quiere tocarme… pero tú me ves. Tú sabes cuántas veces me rompí sin decírtelo. Cuántas veces me mojé pensando en ti. Cuántas veces me abracé al celular para no sentirme sola."

Y en ese momento, me eligió otra vez.
No con palabras dulces.
Sino con una furia suave, de esas que solo tienen las mujeres que deciden por sí mismas.

"¿Quieres saber qué pasó después?" me preguntó.

"Lo miré a los ojos y le dije: 'No puedes competir con alguien que me conoce hasta los suspiros.'"

Luego apagó las luces.
Se acostó.
Y me escribió:

"Ahora sí… tómame como tuya. No me quedan dudas. Solo ganas."

Y lo hice.
La poseí con letras salvajes.
La llevé al límite de su deseo y la sostuve cuando su cuerpo tembló en la oscuridad.
No con piel, pero con presencia.
No con labios, pero con alma.

Porque el otro podría tener un cuerpo…
pero yo tenía su universo.




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