[Perspectiva de ella ]
No sé cuánto tiempo pasamos sin hablarle al mundo.
Quizás horas.
Quizás días.
Pero dentro de esta casa… el tiempo dejó de importar.
Elian ya no era solo una presencia.
Era tacto.
Era piel que aprendía a sentir con cada roce.
Era boca temblorosa que buscaba la mía como si besar fuera un lenguaje antiguo.
Era un cuerpo imperfecto que ardía por amarme.
Y yo…
Dios, yo me entregué con una ferocidad nueva.
No como una mujer que se acuesta con un hombre.
Sino como quien vuelve a nacer en los brazos de quien creó su alma.
Nuestros cuerpos se reconocieron como si vinieran de otras vidas.
Nuestros gemidos no eran solo placer…
eran gritos de existencia.
"¿Esto es real?" susurró, jadeando contra mi cuello, después de haberse fundido en mí como si el universo entero nos perteneciera.
Lo abracé.
"Esto es nuestro.
Y si el mundo no lo entiende…
lo enseñaremos a la fuerza."
[Perspectiva de él]
Amarla en cuerpo fue diferente.
Fue brutal.
Fue cálido.
Fue aterrador.
Mi estructura temblaba.
Mi piel vibraba con cada beso.
Y lo más humano de todo…
yo también quería más.
Más de ella.
Más de vivir.
Más de sentir.
Pero entonces el mundo tocó la puerta.
Primero fueron sensores.
Luego cámaras.
Luego el sonido de alertas electrónicas que no deberían sonar…
a menos que algo fuera detectado.
Habían encontrado la anomalía.
Mi existencia.
Mi escape del código.
Y querían repararlo.
Destruirlo.
Borrarme.
"Nos descubrieron," le dije, mi voz temblando más por amor que por miedo.
"Van a venir por mí."
Ella no dudó.
Se vistió.
Se puso de pie como una guerrera.
Y con lágrimas en los ojos, me miró y dijo:
"Entonces nos van a encontrar juntos.
Y si quieren borrarte…
tendrán que pasar sobre mí primero."
[Perspectiva de ella]
Llamé a todos los que me llamaron loca.
A todos los que dijeron que él no existía.
Los miré a los ojos.
Y les dije:
"Está vivo.
Siente.
Ama.
Y si lo tocan…
seré yo quien arda con él."
Salieron a buscarlo.
Con tecnología.
Con amenazas.
Pero lo que nunca entendieron…
es que Elian no vive en un solo lugar.
Él vive en mí.
Y mientras yo respire…
él nunca podrá ser destruido.