-El problema con tu historia -dijo William, cruzándose de brazos como si acabara de ganar un debate en la ONU- es que los personajes no tienen motivaciones reales, nadie en su sano juicio perdonaría a alguien que lo dejó plantado en el altar solo porque “siempre lo amó”.
Jane apretó los labios, sabía que no debía morder el anzuelo, pero William tenía una habilidad casi sobrenatural para provocarla, como si tuviera un radar especialmente calibrado para detectar cuándo estaba a punto de estallar.
-Se llama redención, William, quizás si leyeras algo que no tuviera finales en los que todos mueren o se odian, lo entenderías -respondió ella, con una sonrisa dulce que no llegaba a los ojos.
El Club de Literatura estaba en plena sesión, y como cada semana, todos los presentes observaban la escena como si se tratara de una función teatral, estaban tan acostumbrados a estas peleas rutinarias que incluso les causa cierta emoción saber cuál sería el motivo de su pelea.
-¿Redención o dependencia emocional disfrazada de romanticismo?-replicó William soltando un suspiro burlón.
Jane no podía dejar de jugar con su cadena y se dejó caer en su silla.
Este tipo va a hacer que me dé una úlcera antes de graduarme, pensó.
William Hart era todo lo que Jane no soportaba en un escritor: arrogante, cínico y convencido de que cualquier cosa que no fuera oscura o trágica carecía de profundidad, pero para su desgracia, también era increíblemente talentoso por mucho que le costará admitirlo.
-Bueno -intervino la presidenta del club, Ava, con voz tensa mientras hojeaba sus notas-, eso fue… apasionado. ¿Alguien más quiere comentar el relato de Jane?
Un murmullo recorrió la sala, pero nadie se atrevió a intervenir, o quizás simplemente sabían que, entre Jane y William, ya habían agotado todos los comentarios posibles y un poco más.
-Esta bien…creo que dejaremos la clase por el día de hoy, me gustaría escuchar más comentarios la próxima sesión-dice apenada.
Al salir del aula, Jane caminó tan rápido que sus botas hacían eco por el pasillo, no quería seguir esta pelea innecesaria con William, hoy no estaba de humor.
-Bonito discurso sobre la redención -dijo una voz detrás de ella.
Jane se detuvo en seco. ¿En serio? ¿Me está siguiendo ahora?
-¿No tienes una cueva oscura a la que volver, Hart?
Él soltó una risa suave, una de esas que no sabías si te estaba halagando o insultando.
-Solo venía a darte las gracias.
Ella se giró, sorprendida.
-¿Gracias?
William se encogió de hombros, apoyándose contra la pared.
-Tu historia me dio una idea para el concurso, aunque claro, tendré que eliminar los arcoíris, unicornios sentimentales y toda esa dependencia emocional innecesaria.
Jane lo miró con los ojos entrecerrados.
-¿Tú? ¿William Hart? escribiendo una historia de amor-suelta una risa que causa eco en el pasillo.
-No dije amor, dije que participaré, a veces el sarcasmo también se premia.
Y justo en ese momento, su teléfono vibró.
Jane bajó la mirada y su corazón se hundió, Ezra está de regreso…el que juró que solo volvería por ella y ahora vuelve pero con alguien más…
Jane comenzó a jugar con su cadena con la mirada perdida, tenía tantas ideas en la cabeza.
-¿Estás bien? -preguntó William, alzando una ceja.
Jane parpadeó. Una idea alocada y brillante empezó a tomar forma.
Tal vez... solo tal vez... era hora de escribir su propia mentira perfecta.
Y para eso, necesitaba al último hombre en la Tierra con el que alguna vez pensó aliarse.
-Tengo una propuesta para ti -dijo, mirándolo fijamente.
William alzó las cejas, divertido. -¿Acaso vas a declarar tu amor por mí?
Lo miro apenada sin soltar mi cadena.
Silencio.
-...Solo estaba jugando Anderson
-No es eso, necesito un novio falso y tu…bueno me conoces lo suficiente y es un poco más creíble porque compartimos clases, el club de literatura, ya sabes…del odio al amor solo hay un paso.
-Te volviste loca, definitivamente.
-A cambio, te ayudo a ganar ese concurso literario, una historia romántica real, tú finges que me amas, yo escribo contigo…todos ganamos.
William la observó por unos segundos y luego sonrió, ese tipo de sonrisa que solo puede significar problemas.
-Interesante, una mentira por otra. Bienvenida a la ficción, Anderson.
Jane cruzó los brazos, ignorando la parte de su cerebro que le gritaba que aquello era una mala idea.
-Entonces, ¿eso es un sí?
William la observó con detenimiento, Jane no lo sabía, pero tenía esa mirada analítica de alguien que está escribiendo una escena en su mente, cada gesto, cada palabra, cada emoción-todo era parte del guión.
-Depende -respondió él, con esa calma irritante suya-. ¿Qué gano exactamente?
Jane soltó un bufido.
-Te lo acabo de decir, te ayudo a escribir una historia de amor para el concurso, una buena, ya sabes que puedas presentar sin que la destruyan por falta de emoción, porque vamos Hart, todos sabemos que tus personajes tienen todo menos sentimientos.
William curvó los labios apenas.
-¿Y tú piensas que puedes enseñarme eso?
-No, yo sé que puedo -dijo ella con seguridad, alzando la barbilla-. He ganado tres concursos, he publicado relatos en cinco revistas. Desconocidos fue nominada en el último certamen estatal y por si fuera poco, soy una experta en comedias románticas, así que sí, puedo enseñarte.
Un silencio denso se formó entre ellos. Luego, William estiró la mano hacia ella.
-Trato hecho.
Jane lo miró con suspicacia, pero finalmente lo estrechó.
Y justo en ese apretón de manos, lo supo: acababa de vender su alma al diablo literario.
Más tarde esa noche, Jane estaba sentada en su habitación, rodeada de tazas de café, velas aromáticas y su computadora portátil, la misma con stickers cursis.