-Necesito que asistan a la fiesta del viernes -dijo Ava sin rodeos, al terminar la reunión del club.
William y Jane se miraron al mismo tiempo.
-¿Fiesta? -preguntó Jane, arqueando una ceja-. ¿Desde cuándo el club de literatura organiza fiestas?
-No es del club -explicó Ava, hojeando una carpeta-. Es del comité de eventos culturales, pero estarán todos los clubes creativos invitados, lectura de textos, micrófono abierto, buena prensa para quienes quieran promocionar sus escritos y este año, también será una especie de "gala de talentos".
William frunció el ceño -¿Y qué tenemos que ver nosotros?
Ava sonrió con esa mezcla entre ternura y presión pasivo-agresiva que tan bien dominaba.
-Bueno, ustedes están participando en el concurso de relatos y no voy a mentir: hay ojos puestos en su historia, gente del jurado va a estar presente, quieren ver… química, autenticidad.
-¿Quieres que actuemos en público? -preguntó Jane, visiblemente incómoda.
-Quiero que hagan lo que hacen tan bien -dijo Ava con una sonrisa enigmática-: escribir con verdad… y vender la mentira, ahora que son pareja se que pueden dejar de pelear por lo menos para ese evento.
-Esto se está yendo de las manos -murmuró Jane esa misma tarde, sentada frente a William en la biblioteca, con su laptop abierto entre ambos.
-Podemos negarnos -dijo William, sin mucha convicción.
-¿Y perder visibilidad en el concurso? -resopló Jane-. Tú necesitas esto y yo necesito que Ezra crea que ya no puede tocarme. Así que no, Hart, no podemos negarnos.
William cerró el portátil y se reclinó en la silla.
-Entonces será otra performance, hemos hecho cosas peores.
-¿Cómo fingir que me gustas?
-Exactamente.
Jane rodó los ojos y volvió al teclado. -Necesitamos una escena fuerte para el relato, algo que muestre el momento exacto en el que Clara y Marco casi se entienden… pero no lo logran. Porque son ellos, porque son tercos, porque todavía no están listos.
-Suena familiar -dijo William, sin dejar de mirar la pantalla.
-¿Estás comparándonos con ellos?
-Estoy diciendo que escribir es más fácil cuando tienes ejemplos cerca.
Jane no respondió, pero su mirada se endureció un poco, no porque se sintiera vista, sino porque, por un instante, pensó que tal vez William no era tan ciego como parecía.
La noche de la fiesta llegó con luces cálidas, música suave y mesas decoradas con libros antiguos, Jane llevaba un vestido color vino que no planeaba destacar, pero de alguna forma, lo hacía, William, como siempre, parecía salido de una película de estudiantes modelo: camisa impecable, reloj ajustado, postura firme.
-No me mires como si esto fuera una boda secreta -le dijo Jane, apenas se acercó a él.
-Solo estaba evaluando tu nivel de incomodidad.
-Nivel Ezra está por aquí y no quiero que me tiemble la voz -respondió ella.
William ofreció su brazo -Pues vamos a darle un buen show.
Durante la velada, leyeron un fragmento del relato frente a un pequeño grupo. La tensión entre Clara y Marco traspasaba el papel, y los murmullos entre la audiencia lo confirmaban.
-“Sé que no me soportas, pero eso no cambia el hecho de que sigo aquí, trabajando contigo” -leyó Jane, su voz firme.
-“No es que no te soporte…” -respondió William, mirando el papel- “…es que no sé cómo no hacerlo. Me enseñaste a ver todo diferente y eso… eso me molesta.”
Silencio, una respiración contenida, luego aplausos.
Cuando bajaron del pequeño escenario, Ezra estaba a unos metros, con su novia perfecta al lado, y una sonrisa ladeada.
Jane se tensó. William se acercó un poco más a ella.
-Estás bien -dijo, en voz baja, sin mirarla.
-Lo sé -respondió Jane, alzando el mentón.
Y durante el resto de la noche, fingieron ser la pareja perfecta, rieron con otros, posaron para fotos, compartieron miradas que estaban perfectamente ensayadas.
Y si en algún momento William se quedó viéndola cuando ella no lo notaba… eso no significaba nada.
Nada en absoluto.
Después de la fiesta, el camino de vuelta a las habitaciones fue silencioso. William caminaba un paso adelante, con las manos en los bolsillos de su chaqueta, mientras Jane lo seguía, con los ojos fijos en el suelo, calculando cada paso como si fuera una jugada estratégica.
-¿Crees que funcionó? -preguntó ella, rompiendo el silencio.
-¿El qué? -respondió William, sin mirar atrás.
-El "te lo compro, te lo vendo". La fachada. El cuento.
-Dudo que alguien lo haya comprado, pero no sé si importa -dijo él, su tono tan impersonal como siempre-. Cumplimos con lo que pedían. Punto.
Jane soltó una risa amarga.
-¿Sabes qué? Tienes razón. Todo esto es solo un… juego. Todo es parte de la ficción, solo somos dos personas que hacen lo que les conviene.
William se detuvo al escucharla. Por un segundo, la miró de reojo.
-¿Eso te molesta? -preguntó, ligeramente curioso.
Jane lo miró, sorprendida por la pregunta.
-¿Qué te hace pensar que me molesta?
-Tu tono de voz, tal vez.
Ella se encogió de hombros, volviendo a caminar.
-Me molesta que me estés analizando como si fuera un caso de estudio.
William la observó en silencio, la incertidumbre por una fracción de segundo surgiendo en su mente. Al final, optó por la solución más fácil: ignorar esa chispa.
-No te analizo, solo soy objetivo.
Jane resopló.
-Claro.
La conversación se apagó mientras cruzaban el campus hacia su edificio, cada uno sumido en sus propios pensamientos. Esa noche, en la habitación, Jane se tumbó sobre su cama, mirando el techo. La luz de la lámpara de escritorio iluminaba sus notas esparcidas por la mesa. A un lado, el relato que estaban escribiendo, las palabras de Clara y Marco resonaban en su cabeza, pero en su mente, no solo eran ellos los que chocaban. Era ella. Era William. Era todo lo que estaban evitando decirse.