Jane caminaba de un lado al otro del salón con una libreta entre las manos, murmurando listas en voz baja, música de fondo sonaba desde su laptop: un playlist que mezclaba jazz moderno, pop suave y algunas canciones de los 90’s que Jane calificaba como “irónicamente románticas”.
William, sentado en una de las sillas sostenía una taza de café y observaba.
-Estás haciendo que esto parezca una boda -comentó, alzando una ceja.
-Mejor que parezca eso a que sea un intento patético -replicó Jane sin mirarlo-. Todo tiene que parecer natural pero perfectamente ejecutado, esa es la clave.
-¿“Natural pero perfectamente ejecutado”? Eso ni siquiera suena coherente.
-Es estratégico, Hart, apréndelo, tú y yo tenemos que ser como una de esas parejas molestas que todo el mundo envidia, ya sabes… risas falsas, miradas fingidamente intensas, el típico “¡Oh, están tan enamorados que dan asco!”.
-Ya veo que lo tienes todo planeado.
-Por supuesto que sí -Jane alzó una ceja-. ¿O qué pensabas? ¿Que improvisaría?
-Sí -respondió William con toda la calma-. Porque así es como haces todo.
Jane giró lentamente hacia él.
-Te recuerdo que estoy haciendo esto para ayudarte a ganar ese concurso. Así que cuida ese tono, Hart, aparte tu fuiste el que me enseño a seguir las reglas.
William alzó las manos en señal de paz, aunque no podía evitar sonreír- Touche.
Verla tomar el control de algo era de alguna manera fascinante, la intensidad con la que organizaba, planeaba y escribía lo volvía imposible de ignorar, aunque aún se decía a sí mismo que no le gustaba, no podía gustarle, no estaba en el trato.
-Ok, dime -dijo él finalmente, dejando la taza a un lado-. ¿Qué necesito hacer exactamente?
Jane se acercó con una hoja de papel llena de garabatos, flechas y frases subrayadas en neón.
-Aquí tienes tu manual de comportamiento, desde cómo debes mirarme hasta cuántos segundos debes mantener la mano en mi cintura al saludar a la gente.
-El alumno superó al maestro aunque esos garabatos no me convencen del todo.
-¿Acaso crees que la gente no nota los detalles? Ezra va a estar atento, su novia va a estar más atenta, no podemos permitir ningún error.
William leyó el papel como si fuera una guía de supervivencia en la selva. Suspiró.
-Muy bien, haré mi mejor esfuerzo.
Jane se giró hacia el baño del salón.
-Ah, y vístete bien, nada de camisas de cuadros ni pantalones caqui, pareces un profesor de secundaria deprimido.
-Hey, son cómodos.
-Y horrendos-dijo, cerrando la puerta detrás de ella.
William se quedó solo en la pista mirando la hoja en sus manos, sus ojos pasaron por frases como "no la mires como si estuvieras en una reunión de trabajo", "ríete aunque mis chistes no tengan gracia", "mantén contacto físico ligero pero constante". Era gracioso, absurdo, incluso y sin embargo, sentía una presión en el pecho que no podía ignorar.
No era solo Ezra, no era solo el plan, había algo en todo esto que lo estaba haciendo sentir más vulnerable de lo que le gustaba admitir, probablemente era ese avance en la confianza.
Jane por su parte había elegido un vestido negro simple, sin demasiado escote, pero lo suficientemente ceñido para que su silueta no pasara desapercibida, se había arreglado el cabello con ondas suaves, y tenía los labios teñidos de rojo oscuro, no por Ezra, no solo por él, era por ella…necesitaba verse fuerte, deseable, libre, aunque por dentro se sintiera como un nudo apretado que amenazaba con deshacerse en cualquier momento.
Tomó una bocanada de aire, se miró una vez más y salió.
William estaba con el dj ya cambiado y sorprendentemente, sin pantalones caqui.
-¿Eso es…una camisa negra? -preguntó Jane, fingiendo asombro.
-Aparentemente, tengo una -dijo William-. Estaba escondida detrás de todos mis suéteres que tú llamas aburridos.
-Te queda bien, aporta misterio, aunque… igual sigues pareciendo un bibliotecario sexy.
William rodó los ojos.
-Lo tomaré como cumplido.
-Deberías -dijo ella, mientras revisaba los últimos detalles.
Ya había luces tenues colgadas en las esquinas del techo, una mesa con bocadillos perfectamente dispuestos, y música suave llenando el ambiente. La primera tanda de invitados comenzaba a llegar: compañeros del club de literatura, algunos amigos en común, incluso la chica de la cafetería que siempre le daba cafés gratis a Jane.
Y entonces, la puerta se abrió y el aire parecía volverse más denso, Ezra había llegado, de la mano de Amanda
William sintió cómo Jane se ponía rígida a su lado, pero ella no lo miró, solo sonrió.
-Es hora de dar un show -dijo en voz baja.
William le ofreció su mano, ella la tomó y sin decir una palabra más, entraron en modo “pareja perfecta”.
Y funcionó.
La gente los miraba y sonreía, comentaban lo bien que se veían juntos, lo dulces que eran, lo evidente que era “su conexión”, William mantenía una mano en la cintura de Jane con naturalidad, ella lo miraba como si fuera la única persona en la habitación, incluso bailaron una canción lenta mientras él le susurraba tonterías al oído para hacerla reír.
Pero William también notó algo más, notó cómo Ezra los observaba desde el otro lado de la sala, con los labios apretados y una ceja levemente levantada y también notó cómo Amanda se aferraba a su brazo un poco más fuerte que antes.
El plan estaba funcionando, Jane estaba ganando, pero entonces William la miró y vio ese destello, esa sombra detrás de los ojos, el dolor seguía ahí, bien escondido…pero presente.
Y mientras la tenía entre sus brazos, mientras fingían estar locamente enamorados frente a todos, William sintió que al menos por esa noche, haría todo lo posible para que ella se sintiera invencible.
Aunque fuera solo un un pequeño momento.
La fiesta avanzaba con luces cálidas, conversaciones cruzadas y risas que llenaban el aire. Jane y William jugaban su papel a la perfección, como si fueran el dúo romántico que todos querían ser, pero cuando Jane se separó por un momento para ir por un vaso de agua, no esperaba encontrar a Ezra esperándola junto a la cocina, apoyado en la encimera con una copa en la mano y esa media sonrisa que aún sabía cómo desconcertarla.