Las palabras fluían, por primera vez desde que habían comenzado con el proyecto, Clara y Marco parecían tener una voz común, una dirección. Jane escribía con el ceño fruncido, sentada en el escritorio de William mientras él caminaba por la habitación, marcando ideas en una pizarra improvisada con hojas pegadas con cinta.
-Marco no debería pedirle perdón tan rápido -dijo Jane-. Eso lo haría parecer débil.
-No es debilidad -respondió William desde el otro lado de la habitación-. Es la conciencia emocional.
-No, es pánico, Marco tiene que sostener sus decisiones, equivocadas o no.
William se detuvo, con el marcador en la mano, mirándola.
-¿Estás hablando de Marco o de ti?
Jane alzó una ceja, con una sonrisa sarcástica.
-Estoy hablando de la historia.
-Claro.
Estaban tan enfrascados en la discusión que no escucharon los pasos que se acercaban, hasta que sonó el golpe seco en la puerta.
William abrió sin pensar y se encontró con Ezra del otro lado con el rostro tenso, a su lado, Amanda, con su largo cabello rubio recogido en una coleta perfecta, lo saludó con una sonrisa falsa.
-Vaya, vaya… ¿interrumpo algo? -dijo Ezra con un tono burlón.
Jane se giró, enmudeciendo al instante, William dio un paso hacia la puerta bloqueándola con el cuerpo.
-¿Qué quieres?
-Relájate, Hart, solo pasaba por aquí, Amanda quería ver el campus y pensé en mostrarle esta área.
-Claro -Amanda sonrió-
Jane fingió una sonrisa.
-Qué amable.
Ezra miró a Jane con una mezcla de lástima y provocación.
-Aunque no parecías tan… ocupada la última vez que hablamos.
William tensó la mandíbula, notando cómo los ojos de Jane se bajaban por un segundo, él retrocedió un paso cerrando un poco más la puerta.
-Estamos trabajando en el proyecto para el concurso -dijo William-. Así que, si no tienen nada más que decir...
-No es necesario ponerse agresivo -Amanda dijo con una risita, mirando a Ezra-. Vamos, cariño.
Ezra no se movió de inmediato.
-Espero que no te olvides de quién te ayudó a escribir tu primer relato, Jane, ese premio del año pasado fue casi mío.
William soltó una risa seca.
-Sí, porque manipular no cuenta como tutoría, ¿verdad?
Ezra chasqueó la lengua y se marchó con Amanda, dejando un silencio helado tras él.
William cerró la puerta con fuerza y miró a Jane.
-¿Estás bien?
Ella negó con la cabeza.
-Me hace dudar, me hace sentir que... aún tiene ese control sobre mí, ¿sabes?
William se acercó y le pasó una hoja de papel.
-¿Qué es esto?
-Una escena, es tu parte favorita del proyecto, Clara enfrentando a Marco después de tanto tiempo.
Jane leyó en silencio, William había escrito:
“Ya no tienes poder sobre mí, no porque yo haya cambiado, sino porque entendí que nunca te lo debí darte esa parte de mi.”
Ella levantó la vista.
-¿Esto es por mí?
-Esto es por Clara -respondió él, pero su mirada decía lo contrario.
Esa noche, ambos siguieron trabajando, Jane en la cama y William en el escritorio, una playlist instrumental sonaba de fondo, él tomaba notas, ella corregía frases.
-¿Y si Clara decide no perdonarlo nunca? -preguntó Jane.
William giró su silla.
-¿Y si lo perdona pero no vuelve con él?
-Suena a castigo.
-No, suena a libertad.
Jane lo miró por largo rato y luego bajó la mirada al teclado.
-Te estás volviendo bueno en esto, Hart.
-Tal vez tú me estás desordenando... para bien.
Al día siguiente, William entró a la cafetería y los vio, Ezra y Amanda sentados en una de las mesas, riendo como si no hubieran hecho nada.
Ezra lo miró y sonrió.
William caminó hasta Jane, que esperaba con un par de cafés.
-¿Qué tanto? -preguntó ella.
-Nada que no podamos superar con más escenas escritas -dijo él.
Y aunque no lo admitiera, Ezra comenzaba a empujar sus emociones hacia donde no quería que fueran.
Pero Jane aún no lo sabía.
Y William aún no lo aceptaba.
Jane removía su café con la cucharita de plástico, distraída, la mirada perdida en el vapor que se elevaba, William con el portátil abierto frente a él revisaba las últimas correcciones que habían hecho al capítulo cinco del proyecto, hasta que llegó Ezra.
Jane lo vio acercarse con una expresión burlona que ella conocía demasiado bien, William también lo notó, su mandíbula se tensó pero no dijo nada.
Ezra caminó directo hasta su mesa y sacó un sobre doblado en tres y lo dejó frente a Jane con un gesto dramático, como si estuviera entregando una carta de guerra.
-Pensé que te gustaría un recuerdo de lo que ya no tienes -murmuró con una sonrisa torcida.
Jane frunció el ceño y tomó el sobre con manos temblorosas, William se incorporó ligeramente, dispuesto a intervenir pero Jane negó con la cabeza, no aquí.
Ezra se fue sin decir más, Jane, con una punzada de angustia en el estómago, abrió el sobre.
Dentro, encontró un pequeño montón de fotografías, todas de Ezra con Amanda, riendo, besándose, abrazados, uno de ellos en una cabaña, otro en la playa, como si hubiese planeado una sesión de fotos solo para herirla, pero lo peor no era eso.
Era la nota.
“Ella me hace más feliz de lo que tú me pudiste hacer.
Con ella no tengo que pasar horas escuchando tus reproches ni soportar tus estúpidos ataques.
Espero que no vuelvas loco a tu nuevo noviecito.”
Las manos de Jane temblaban, no por tristeza, sino por rabia, William se puso de pie al instante al leer por encima del hombro de ella, no dijo nada, solo se alejó de la mesa y comenzó a caminar rápido hacia la salida.
Jane se levantó de golpe.
-William, ¡no!
Pero él ya lo había visto, Ezra se apoyaba despreocupadamente contra una de las columnas del pasillo, como si supiera que William vendría.
-¿Algún problema, Hart? -preguntó con fingida inocencia.