Entre Lineas Y Miradas

CAPITULO 4

Caminamos en silencio, pero no era incómodo. De hecho, por primera vez en mucho tiempo, ese silencio me parecía acogedor. No había preguntas que forzar, ni frases hechas para rellenar el aire. Solo pasos. Solo presencia.

—¿Vives lejos? —preguntó Ricardo de repente, sin mirarme.

—A unas cuadras —respondí—. ¿Tú?

—Tres calles más allá —dijo, y se quedó callado de nuevo.

Algo en su tono me resultaba familiar. Esa forma de responder lo justo, de mantener una barrera invisible. Damián también lo hacía. Pero en Ricardo había... algo distinto. Tal vez honestidad. Tal vez tristeza.

—¿Te molesta que te pregunte algo? —me atreví.

—Depende de la pregunta.

Eso me hizo sonreír un poco. Frunció el ceño cuando me miró de reojo.

—¿Tú y Damián se llevan bien? —solté.

Él se detuvo. Literalmente.

Me giré hacia él. Tenía la mirada clavada en un punto del suelo.

—Éramos como hermanos —dijo—. Antes.

—¿Y ahora?

Levantó la cabeza y su mirada era dura, pero no hostil. Había decepción en ella. Dolor viejo.

—Ahora lo miro y no lo reconozco.

No supe qué decir. Nunca imaginé que alguien pudiera sentirse así por Damián. Pensé que todos lo querían, que todos lo admiraban. Pero... Ricardo no. Y eso me hizo sentir menos sola.

—¿Te hizo daño también? —pregunté en voz baja.

Él se encogió de hombros, y comenzó a caminar de nuevo.

—No a todos los golpes se les ve la marca.

Avanzamos en silencio por unas cuadras más. Me di cuenta de que ya casi estábamos frente a mi casa.

—Gracias por acompañarme —dije, deteniéndome—. En serio. No sabés cuánto lo necesitaba.

Ricardo asintió.

—De nada.

—¿Puedo preguntarte una última cosa?

—Si no es sobre fútbol, adelante.

Me reí, sorprendida por su broma. Él apenas esbozó una sonrisa. Pequeña, pero real.

—¿Por qué lo hiciste? —pregunté—. ¿Por qué decidiste acercarte hoy?

Ricardo tardó en responder. Bajó la mirada y pareció buscar las palabras correctas.

—Porque te vi rota. Y estoy harto de que él rompa cosas que no sabe valorar.

Esa frase se me quedó grabada como un tatuaje invisible. Sentí un nudo en la garganta, pero esta vez no era de tristeza. Era de alivio. Alguien lo había dicho. Alguien lo había visto.

—¿Te gustaría hablar mañana? —le pregunté, insegura—. Tal vez en la biblioteca, otra vez.

Ricardo dudó, pero finalmente asintió.

—Sí. Me gustaría.

Nos despedimos con una breve inclinación de cabeza. Nada de abrazos. Nada de promesas. Solo esa pequeña chispa de conexión que, en medio del dolor, parecía iluminar algo.

Entré a casa con el corazón latiendo de forma extraña. No por Damián. Por primera vez, no por él.
Sino por alguien que me había visto. De verdad.



#6238 en Novela romántica
#2787 en Otros
#134 en No ficción

En el texto hay: 25 capitulos

Editado: 25.05.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.